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jueves, 29 de enero de 2009

Aprender de lo cotidiano

Estimular la observación y la creatividad es posible de hacer con pequeñas actividades: regar, plantar, hacer galletas, ordenar la despesa. ¡Trabaja con tus hijos!
El aprendizaje cotidiano no suele ser intencionado, a menos que los padres se preparen para enseñarle algo específico a sus hijos, por ejemplo, que la mamá está embarazada y que va a llegar un hermanito. En general, este saber es espontáneo y asociado a la realidad del momento. En las situaciones cotidianas se muestran en la práctica muchos de los conceptos teóricos que se adquieren en la escuela, por ejemplo, cuando la familia toma té y hierve el agua en la tetera, se puede conversar sobre el proceso de ebullición. Artículo que informa de ciertas actividades rutinarias que pueden tener gran importancia en el aprendizaje de los niños.
Aunque no lo parezca, regar o ir al doctor, son situaciones en que los niños pueden aprender. Este conocimiento cotidiano es muy valioso y potencia luego otros aprendizajes.De todo se puede aprender. Basta tener disposición y voluntad para hacerlo y los padres pueden enseñarle mucho a sus hijos.

"Todos los contextos son importantes ya que en todo momento los niños aprenden. Lo que pasa es que los adultos no solemos estar conscientes de ésto y por eso nos farreamos muchas oportunidades de enseñarles cosas a nuestros hijos", sostiene Carmen Gloria Aguirre, psicopedagoga de Vitasalud.
Por ejemplo, durante una consulta al pediatra al pequeño se le puede explicar que las personas se enferman y que las vacunas sirven para prevenir ciertos males. Si el niño es mayor, la visita al médico puede relacionarse con sus clases de ciencia y hablar por ejemplo de la diferencia que existe entre los virus y las bacterias.
Este conocimiento cotidiano e informal es distinto al que se aprende en las escuela, pero no por ello es menos valioso, indica la profesional."Las principales diferencias radican en que el aprendizaje escolar es sistemático ya que el menor pasa todos los días una determinada cantidad de horas en el establecimiento, e intencionado porque el profesor tiene claro hacia dónde va.
Para logralo, trabaja con unidades y actividades planificadas, conducentes a objetivos claros y preestablecidos para cada nivel del desarrollo del niño o del adolescente’’.

El aprendizaje cotidiano no suele ser intencionado, a menos que los padres se preparen para enseñarle algo específico a sus hijos, por ejemplo, que la mamá está embarazada y que va a llegar un hermanito. En general, este saber es espontáneo y asociado a la realidad del momento.
La ventaja es que el niño aprende, pero no siente que está trabajando para lograrlo porque la situación es interesante, curiosa o entretenida para él. Por lo mismo puede hacer muchas preguntas, pero no queda con la misma sensación de una tarea obligatoria.
Por ejemplo, a muchos niños les gusta cocinar. Si junto a la mamá preparan una torta u otra receta que implique seguir pasos en cierto orden, entienden y retienen secuencias, es decir, que primero se hacen determinadas cosas para luego poder hacer otras. En este caso puede ser que primero se haga el bizcochuelo para después rellenar la torta.

Las secuencias son procesos que usarán durante todo su desarrollo escolar ya que el conocimiento se construye basado en conocimientos previos. Por ejemplo, no se puede aprender a leer sin antes conocer las letras. En las situaciones cotidianas se muestran en la práctica muchos de los conceptos teóricos que se adquieren en la escuela, por ejemplo, cuando la familia toma té y hierve el agua en la tetera, se puede conversar sobre el proceso de ebullición.
O al regar las plantas periódicamente se puede ir observando su ciclo de vida. Algunos padres que han olvidado estos conceptos teóricos o que tal vez tienen baja escolaridad pueden sentir que no tienen la capacidad de enseñarles algo a sus hijos. Por ésto, Carmen Gloria Aguirre, destaca que el saber adquirido a través de las actividades familiares tiene mucho que ver con la práctica más que con la teoría y con la enseñanza de valores y de actitudes ante la vida. "Aunque los papás tengan escasa educación formal, tienen mucho que enseñar.

La familia forma y transmite lo que significa ser familia y son constantes modelos.
Por ejemplo, enseñan roles de género y la niña trata de imitar a la madre y su hermano al padre. Por la forma en que los progenitores se tratan el uno al otro muestran lo que es el amor y habitualmente los niños repiten este modelo de pareja en sus futuras relaciones". En este sentido los padres siempre están "en vitrina" por lo que en sus actos deben ser consecuentes con lo que tratan de enseñar. "Más que lo que uno les dice, los niños se quedan con lo que uno hace.
Para facilitar la tarea de enseñar a los hijos es importante saber algunas características del desarrrollo infantil en las distintas etapas. Los preescolares funcionan mentalmente en base a objetos concretos, reales, ligados a sí mismos (egocentrismo).
"Por ejemplo si está aprendiendo a contar y le pido que cuente los dedos de su mano puede decir 5. Si le escondo 2 dedos y le pregunto cuántos quedan tengo que esconderle los dedos de su mano, porque si escondo los dedos de mi mano no le sirve".
A esta edad las explicaciones deben ser cortas porque su máxima capacidad de concentración es de 15 minutos. Además deben hacerse con palabras simples que conozcan. Si se usa un término nuevo debe ser dentro de un contexto conocido para que el menor pueda entenderlo relacionándolo con lo que ya sabe. "Si quiero explicarle el concepto de muerte le puedo decir, te acuerdas cuando la perrita que teníamos se enfermó y después se murió y la enterramos. Eso significa la muerte, que uno se va y ya no está más", grafica Aguirre.

Los escolares de 7 años en adelante hasta alrededor de los 13 comienzan a desarrollar la capacidad de tener un pensamiento más abstracto, es decir, empiezan a entender e imaginar conceptos que no son concretos, como por ejemplo, los números. Su habilidad para concentrarse aumenta hasta llegar a dos o tres horas seguidas después de los 13 años.
De ahí que cualquier actividad familiar puede servir para aprender algo. Lo importante a la hora de enseñar es adaptarla al nivel del niño y da un ejemplo. Ir al supermercado es algo que todas las familias hacen.

Los preescolares pueden ensayar la clasificación ayudando a buscar productos por ítem. Por ejemplo, las carnes, los lácteos, la fruta.
Ésto implica agrupar objetos con características similares y le servirá para muchas cosas, entre ellas, la lectoescritura en que deberá diferenciar las vocales de las consonantes. El escolar puede aprender leyendo la lista y buscando el producto más barato. Ésto desarolla su habilidad para resolver problemas, que luego usará, entre otras cosas, cuando aprenda las cuatro operaciones: suma, resta, multiplicación y división.

El adolescente por su parte, podría hacer la compra solo, tratando de ajustarla a un presupuesto determinado. Cuando los hijos llegan a esta edad, algunos padres pueden sentir que ya los han criado y que no tienen mucho más que enseñarles. Sin embargo cada etapa trae nuevas situaciones de las que se pueden sacar lecciones. Los papás pueden contarles cómo eran ellos a su edad porque los adolescentes se sienten únicos y creen que lo que a ellos les pasa, no le pasa a nadie más. Los padres son muy importantes porque aunque ésta es una fase de independencia, los hijos sienten una gran necesidad afectiva y de autoafirmación, concluye la profesional.

http://www.educarchile.cl/ntg/familia/1559/article-78304.html

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