PRINCIPALES PREGUNTAS
¿ Que decirles, cuando y cómo a el/la niño/niña ?
Muchas madres tienen dudas en torno a si hay que explicar al niño que tiene padre y cómo hacerlo. Algunas piensan que no es necesario explicarlo, y que si los niños son muy pequeños (menos de cinco años) no van a entender nada. Tradicionalmente se ha tendido a la ocultación de la condición de “hijo de soltera”, por considerarse una vergüenza o un pecado, hasta el punto de que muchos niños crecían creyéndose hijos de sus abuelos y hermanos de sus madres.
Lo más conveniente para el/la niño/a es saber la verdad. Tarde o temprano hará preguntas sobre la ausencia de su padre al comparar a su familia con otras familias. Conocer la realidad le ayudará a asumirla con naturalidad. Hay que proporcionarle la información que necesite conocer en ese momento y transmitirle seguridad y confianza en el futuro.
Dependiendo de la edad que tenga el/la niño/a, hay que darle una explicación acorde con su nivel de comprensión:
Si tiene menos de cinco años, no necesita explicaciones muy detalladas y es probable que no lo entienda del todo en un principio. Será suficiente con decir que hay muchos tipos de familias y que en la suya no convive el padre, aunque lo tenga.
Entre los cinco y ocho años, podrá comprender las implicaciones de lo que se le explique y querrá saber cómo es su padre y dónde está. Además pedirá información desde la perspectiva de ¿y qué pasará conmigo?.
Entre nueve y doce años el/la niño/a tiende a pensar en términos de bueno/malo, correcto/incorrecto. Es importante explicarle que no hay nada de malo en una familia como la suya, que es una más, hablándole de los otros tipos de familia y especialmente de las familias monoparentales. Además, sería aconsejable responder a las preguntas sobre su padre en la medida en que podamos hacerlo, de una manera positiva.
Continuando en la línea de la claridad y en la información honestidad (contra la negación y ocultación pasadas), es aconsejable dejar abiertos los canales de comunicación expresando que estamos dispuestas a hablar de este tema cuando el/la niño/a lo quiera o lo necesite.
¿ Cómo son otras familias ? Como mencionábamos antes, conviene proporcionar a los/as niños/as alguna información sobre los distintos tipos de familias, y en particular sobre las familias monoparentales, asegurándonos de transmitirles una total normalidad y la consciencia de disfrutar de los mismos derechos y deberes que cualquier otra familia.
A modo de guión, podemos sugerir hablarles de los siguientes tipos de familias:
Familias en las que conviven hijos/as, padre, madre y abuelos/as (familia extensa). Familias de padre, madre e hijos/as (familia nuclear). Familias en que conviven los/as hijos/as únicamente con el padre o con la madre (familias monoparentales) y que se pueden constituir a partir de: La maternidad o paternidad biológica o adoptiva en solitario La muerte del cónyuge La separación, el divorcio o la anulación del vínculo de una pareja ¿ Podré rehacer mi vida afectiva ? Muchas madres solteras se precipitan en la búsqueda de una pareja para resolver sus necesidades afectivas, “normalizar” su situación como familia y proporcionarle a su hijo/a una figura paterna. Parece como si encontrar una pareja lo más rápido posible fuera la solución a todos sus problemas. Además, en un alto porcentaje, suelen quedarse embarazadas rápidamente para dar un/a hijo/a propio/a a su pareja y asegurar así el vínculo con ésta.
Desgraciadamente, en la mayor parte de los casos esta solución fracasa, y al buscar rápidamente otra pareja no da tiempo a que ésta se vincule afectivamente con el/la niño/a que ya tenía ni a que la relación de pareja se desarrolle en un tiempo adecuado para progresar positivamente.
Por otro lado, con tener enseguida otro hijo se acaba irremediablemente haciendo daño al primero, que no se integra en este nuevo contexto y se siente rechazado al no sentirse querido por la pareja de su madre y al no formar parte natural de la nueva familia.
El planteamiento más sensato sería que la pareja es una opción, nunca una solución ni la mejor. Para que las personas puedan vincularse afectivamente se necesita que las relaciones se desarrollen a lo largo del tiempo y que las personas deseen asumir conscientemente algunos compromisos. Las madres solteras pueden educar solas a sus hijos con resultados satisfactorios.
¿ Dependencia o independencia ? La búsqueda de la independencia es uno de los objetivos primordiales en la vida adulta de todas las personas. En el caso de las madres solteras, se convierte en un objetivo de primera necesidad. Muchos de los problemas más graves que presenta la situación de madre soltera se deben precisamente a que su vida se desarrolla en una situación de dependencia de otras personas: económica, personal, afectiva y social. Esta situación de dependencia la obliga en ocasiones a asumir situaciones de maltrato, abuso y explotación.
La Asociación de Madres Solteras “Isadora Duncan”, consciente de esta necesidad, considera y promueve la formación ocupacional y la búsqueda de empleo como dos de los objetivos primordiales hacia la independencia económica, junto con la promoción de recursos personales, afectivos y sociales a través de programas relacionados con la mejora de la autoestima, el entrenamiento en comunicación, habilidades sociales y autoafirmación, las técnicas de solución de problemas y la construcción de una red social de apoyo.
La ausencia del padre, ¿afecta a la socialización de los niños/niñas? Dado que los padres tienden más que las madres a desvincularse de los hijos (a partir de la separación de la pareja, por ejemplo) se tiende a resaltar la importancia de su papel, explicando que el masculino y el femenino no son modelos intercambiables y lo beneficioso que sería para las/os niñas/os exponerse a cada uno de ellos, a fin de motivar a los padres a mantener la relación con sus hijas/os después de la ruptura de la pareja e implicarlos en su educación.
Algunos estudios ponen de manifiesto que los niños de familias donde falta la figura paterna son menos competitivos, les interesa menos el deporte, son más dependientes, más agresivos, tienen problemas de disciplina e incluso de pequeños pueden tener problemas de identidad sexual. Las niñas de familias donde falta el padre suelen tener dificultades para relacionarse con personas del otro sexo y pueden llegar a ser mujeres que definan la felicidad en función del éxito que tengan con los hombres.
Sin embargo, se ha demostrado de manera consistente que uno de los mejores predictores de la adaptación de las/os niñas/os a la separación es la capacidad de la madre para afrontar el estrés y seguir haciéndose cargo de la educación de sus hijos.
En los casos en que las madres han afrontado solas la maternidad y la/el niña/o no ha conocido nunca a su padre o no ha existido vinculación afectiva alguna entre ambos, es más complicado mantener la argumentación anterior. A fin de cuentas, la oportunidad de exponerse a un buen modelo de rol no se agota en el padre, sino que es posible que las/os niñas/os en la vida cotidiana tengan acceso a otros modelos, tanto masculinos como femeninos, y podemos pensar que este hecho es igualmente positivo para su socialización.
¿ Que hacer si surgen problemas en la pareja ? Algunas madres inician una vida de pareja, ya sea casándose o formando parejas de hecho, que en ocasiones no está exenta de problemas. Como norma general, es recomendable mantener a los niños al margen del conflicto, tratando de reducir el nivel de tensión y por lo menos no pelearse delante de ellos, asegurándoles que ellos no tienen la culpa si las cosas van mal. Procurar anteponer el bienestar de los niños. Jamás utilizarlos dentro del conflicto.
Dañar la imagen del padre, ¿ funciona para aislarles de él ? Abstenerse de hablar mal del padre, probablemente tenga el efecto contrario al esperado. La mayoría de los niños acaban llegando a sus propias conclusiones cuando llegan a la vida adulta. Muchos desearán saber quién es y quizás traten de establecer contacto en algún momento.
¿ Qué pasa con la imagen que tienen los hombres sobre las madres solteras ? En muchos casos, la imagen de los hombres que tienen las mujeres que van a ser madres solteras después de quedarse embarazadas es muy negativa. Las abandonan en una situación en la que necesitan todo el apoyo posible. La mayoría de las veces, si son adolescentes, la relación con el padre de la criatura no había prosperado lo suficiente, por lo que no tiene sentido pretender una continuidad en la pareja, pero a ellas se les exigen todas las responsabilidades mientras a ellos ninguna. La construcción de una imagen de los hombres como irresponsables que “pasan de todo” una vez que hay problemas, podría perjudicar posteriores vinculaciones amorosas o contribuir a vinculaciones problemáticas de las hijas en un futuro.
http://www.madressolteras.org/preguntas.htm
miércoles, 14 de enero de 2009
Madres Solteras II
LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
Los errores más frecuentes que cometen las madres que afrontan solas la maternidad en relación a la educación de sus hijas/os son:
Sobreprotección Volcarse tanto en las/os hijas/os lleva a actitudes de sobreprotección como madre que en ocasiones funcionan como mecanismo para compensar el rechazo hacia el niño. La madre soltera y joven mantiene una relación de amor-odio con el niño/a, al/la que por un lado quieren, pero que es el/la responsable de la pérdida de su adolescencia o juventud como etapa vital en la que todavía no están muy definidas las responsabilidades.
Omnipotencia o impotencia Pueden existir dos estilos de pensamiento y comportamiento en relación con la asunción de las responsabilidades parentales:
Hacerse cargo de todo, poder con todo: decisiones, tareas, trabajo, normas, dificultades. Genera un gran estrés que sobrepasa a las madres.
Dejar que los abuelos asuman la educación de su hijo/a, manteniéndose al margen de las decisiones, pues al fin y al cabo son los que los/as están manteniendo a ambos/as.
Perfeccionismo Funciona en ocasiones como un mecanismo de compensación del error cometido: tratar de ser la mejor madre del mundo para así demostrar al mundo entero y a sí mismas que a pesar de haberse quedado embarazadas sin desearlo, son capaces de hacerse cargo de la situación sin depender de nadie o sin pedir ayuda a terceras personas.
http://www.madressolteras.org/educahijos.htm
Los errores más frecuentes que cometen las madres que afrontan solas la maternidad en relación a la educación de sus hijas/os son:
Sobreprotección Volcarse tanto en las/os hijas/os lleva a actitudes de sobreprotección como madre que en ocasiones funcionan como mecanismo para compensar el rechazo hacia el niño. La madre soltera y joven mantiene una relación de amor-odio con el niño/a, al/la que por un lado quieren, pero que es el/la responsable de la pérdida de su adolescencia o juventud como etapa vital en la que todavía no están muy definidas las responsabilidades.
Omnipotencia o impotencia Pueden existir dos estilos de pensamiento y comportamiento en relación con la asunción de las responsabilidades parentales:
Hacerse cargo de todo, poder con todo: decisiones, tareas, trabajo, normas, dificultades. Genera un gran estrés que sobrepasa a las madres.
Dejar que los abuelos asuman la educación de su hijo/a, manteniéndose al margen de las decisiones, pues al fin y al cabo son los que los/as están manteniendo a ambos/as.
Perfeccionismo Funciona en ocasiones como un mecanismo de compensación del error cometido: tratar de ser la mejor madre del mundo para así demostrar al mundo entero y a sí mismas que a pesar de haberse quedado embarazadas sin desearlo, son capaces de hacerse cargo de la situación sin depender de nadie o sin pedir ayuda a terceras personas.
http://www.madressolteras.org/educahijos.htm
Madres Solteras I
Madres solteras
ORIENTACIONES GENERALES
Asumir responsabilidades y desempeñar las funciones parentales con éxito implica ser consciente de las propias limitaciones y de los derechos personales. Pide ayuda en ocasiones, aprende delegar responsabilidades cuando sea necesario y busca apoyos para no sobrecargarte. Infórmate sobre la existencia de recursos para madres solteras como puedan ser guarderías subvencionadas o similares. Construye un círculo social de apoyo alternativo a la familia de origen.
Los/as amigos/as cumplen una función distinta y pueden prestar apoyo de igual a igual. Trata de conocer a otras personas que estén pasando por la misma situación. Te ayudará a no sentirte sola y a compartir tus problemas con otras personas que te entiendan. Trata de luchar por tu independencia, tanto económica como afectiva. Tener tu propio espacio con tus cosas y unos ingresos que te ganas tú misma te dará la posibilidad de tomar tus propias decisiones y de sentirte más libre.
Cuídate todo lo que puedas. Dedicarte un tiempo diario a tí misma te mantendrá animada y colabora para valorarte positivamente. Haz algunas cosas que te gusten de vez en cuando. Tienes derecho a divertirte, y hay muchas formas de hacerlo que pueden ser compatibles con una maternidad responsable.
Trata de formarte, estudiar o aprender un oficio que te ayude a la promoción profesional. Estudia todos los recursos posibles para conseguir un empleo. Asesórate. La información es primordial para conseguir tus objetivos.
http://www.madressolteras.org/orientaciones.htm
ORIENTACIONES GENERALES
Asumir responsabilidades y desempeñar las funciones parentales con éxito implica ser consciente de las propias limitaciones y de los derechos personales. Pide ayuda en ocasiones, aprende delegar responsabilidades cuando sea necesario y busca apoyos para no sobrecargarte. Infórmate sobre la existencia de recursos para madres solteras como puedan ser guarderías subvencionadas o similares. Construye un círculo social de apoyo alternativo a la familia de origen.
Los/as amigos/as cumplen una función distinta y pueden prestar apoyo de igual a igual. Trata de conocer a otras personas que estén pasando por la misma situación. Te ayudará a no sentirte sola y a compartir tus problemas con otras personas que te entiendan. Trata de luchar por tu independencia, tanto económica como afectiva. Tener tu propio espacio con tus cosas y unos ingresos que te ganas tú misma te dará la posibilidad de tomar tus propias decisiones y de sentirte más libre.
Cuídate todo lo que puedas. Dedicarte un tiempo diario a tí misma te mantendrá animada y colabora para valorarte positivamente. Haz algunas cosas que te gusten de vez en cuando. Tienes derecho a divertirte, y hay muchas formas de hacerlo que pueden ser compatibles con una maternidad responsable.
Trata de formarte, estudiar o aprender un oficio que te ayude a la promoción profesional. Estudia todos los recursos posibles para conseguir un empleo. Asesórate. La información es primordial para conseguir tus objetivos.
http://www.madressolteras.org/orientaciones.htm
La Música y Los Niños
Potencialidad musical
Ellen Winner Boston College and Harvard Project Zero In D. Deutsch (Ed.), Bulletin of Psychology and the Arts , Spring, 2003.January 3, 2003
La potencialidad musical de los niños es similar a la potencialidad en otras materias hacia los tres años respectivamente (Winner, 1996a).Se reconocen típicamente potenciales porque son precoces, son maestros en los primeros pasos de su dominio y aprenden rápidamente en este dominio. Además, ellos tienen lo que llamo una "rabia al profesor "-- una impulsión de gran alcance para dar sentido a su dominio y se enfocan agudamente en su área de alta capacidad (Winner, 1996b).
En la música, aparece la potencialidad generalmente en la interpretación más que en la composición; esto significa que los niños con potencialidad desarrollan un repertorio considerable de música que pueden interpretar (Winner, 1996a). Y finalmente, "marchan a su propio redoble”: No sólo aprenden más rápidamente que los demás niños, sino que también aprenden de forma diferente.
En primer lugar ellos aprenden de forma diferente porque ellos necesitan mucho menos la ayuda del adulto para aprender en su dominio propio. La potencialidad musical se revela a los dos años de la edad, mucho antes que la potencialidad de cualquier área (Scott y Moffett, 1977; Shuter-Dyson, 1986; Shuter-Dyson Y Gabriel, 1981; Stanley Y Benbow, 1986).Un test realizado a 47 músicos encontró que su capacidad había sido detectada en un promedio del 4,9 % (Scheinfeld, 1956, citado en Shuter-Dyson y Gabriel, 1981). Y el 70% de los grandes violinistas en Violinistas famosos de Leahy eran niños prodigio. (Drake, 1957, citado en Shuter-Dyson y Gabriel, 1981). Mozart compuso un concierto para clavicordio a la edad cuatro años (Waterhouse, 1988). Mendelssohn era mucho más que un prodigio, y el violinista Yehudi Menuhin había tocado con orquestas sinfónicas a lo siete años.
Sin embargo, es también posible que la potencialidad musical aparezca más tarde: Sloboda (1985) explica que los concertistas de piano no se manifiestan siempre dotados en la niñez. La manifestación tardía en el área musical simplemente se desconoce, pero mi conjetura es que esto es un fenómeno raro.
Típicamente, los niños dotados musicalmente revelan varias características anormales. Demuestran mucha más sensibilidad a la estructura de la música -- tonalidad, clave, armonía, ritmo, y la capacidad de oír características expresivas de la música.
Esta sensibilidad estructural permite que el niño recuerde música, para tocarla más tarde con facilidad, o bien vocalmente o con un instrumento, y transportar, improvisar, o incluso inventar . Otras de las muestras tempranas que nos dan a entender que un niño está dotado musicalmente es un fuerte interés por la música, y expresan placer en los sonidos musicales (Radford, 1990; Scott Moffett, 1977; Sosniak, 1985)
Los primeros recuerdos de Stravinsky estaba en la canción (Gardner, 1992).
Mozart poseía un oído tan delicado que los sonidos ruidosos lo ponían físicamente enfermo (Schonberg, 1970). Los niños músicos responden más a la música que los niños normales, ya que muestran un intenso interés por la información auditiva, musical y ambiental (Haroutounian, 1998, en preparación; Miller, 1989). Tales niños tienen a menudo un sentido fuerte de la calidad del tono y del timbre. Por ejemplo, Artur Rubinstein y Yehudi Menuhin rompieron los violines de juguete porque el tono de estos instrumentos era muy pobre (Radford, 1990).
Otra de las muestras tempranas comunes en los niños con potencialidad musical es la capacidad de cantar canciones que han oído anteriormente, con una gran exactitud. Esta habilidad surge posiblemente por una excepcional memoria musical, una destreza que ha sido propuesta como el centro de la habilidad musical (Judd, 1988).
Mientras que los niños normales comienzan a cantar y a hablar a los 18 meses (Sloboda, 1985), los que poseen potencialidad musical empiezan a cantar mucho antes, incluso antes de que sepan hablar (Shuter-Dyson, 1986). E. N., con siete años, era un niño prodigio húngaro, y no habló antes de los tres años, sin embargo sí que cantó antes de los tres años .Revesz (1925). Haendel cantó antes de que empezara a hablar. (Revesz ,1925).
Los niños que no poseen dicha potencialidad no intentan imitar las canciones oídas por lo menos hasta los dos o dos años y medio. Los niños pueden cantar partes de estas canciones con exactitud aproximadamente a la edad tres años, y puede cantar canciones enteras a los cuatro años. Sin embargo, la entonación de los intervalos de estas canciones es sólo aproximada, porque los niños no pueden todavía mantener la misma tonalidad en una canción. Es alrededor de los cinco años, cuando los niños normales pueden exactamente reproducir las melodías familiares de su cultura (Gardner, Davidson, y McKernon, 1981; Sloboda, 1985).
Los niños musicalmente dotados poseen un contraste llamativo porque pueden cantar con exactitud, con precisión, en su segundo año de vida. (Revesz, 1925). Los niños dotados musicalmente pueden imitar una canción después de una sola audición (Miller, 1989). Este es el caso de Mozart, que comenzó a componer melodías en el piano a los tres años (Schonberg, 1970). Pepito Areola, un niño prodigio estudiado por Richet (1900) era capaz de tocar veinte piezas de memoria a los tres años y medio. A los tres años, Arturo Rubinstein provocó un “Shock” a su familia tocando las piezas que su hermana mayor había estado practicando (Winner, 1979). Al principio de su cuarto año, E.N., el niño prodigio húngaro, podía tocar con mucha exactitud en el piano cualquier melodía que él oyera por casualidad (Revesz, 1925); y hacia los 7 años ya podía tocar las complejas sonatas de Beethoven de memoria. Mozart a los 14 años anotó el Miserere de Allegri, una composición compleja de música dividida en nueve partes, después de escucharla varias veces (Henson, 1977). A los 7 años, E.N. tenía una memoria musical casi igual que la de un músico adulto. (Revesz, 1925). Él tocaba tan bien como un músico que escucha una composición, y después la toca más tarde de memoria. Por otra parte, E.N. sobrepasaba a un músico adulto en memoria: a ambos se les pidió que tocaran la música que habían oído 24 horas antes; sólo E.N. tuvo éxito; sin esfuerzo e impecablemente. La memoria de E.N. demostró que tenía una comprensión tácita de la estructura musical: él podía recordar con facilidad las estructuras familiares, armonía y ritmo mucho mejor que las armonías al azar; y podía recordar mucho mejor la música en la escala diatónica que la música construida sobre la escala cromática de doce tonos. De modo, que su memoria no estaba sin inteligencia como la de una grabadora, sino tenía que en su lugar la estructura. Cuando la persona recuerda una forma conocida mejor que una forma desconocida, podemos concluir que esta persona tiene cierta representación (consciente o inconsciente) de la estructura musical. Algunos niños prodigios han demostrado una afinación perfecta .E.N., por ejemplo, a la edad de 3 años, podía localizar inmediatamente al piano, las notas que le cantaban. Él podía también reconocer intervalos, notas de un acorde y analizarlos. De hecho, su capacidad para comprender acordes complejos, apenas se ha conseguido igualar (Revesz, 1925). Mozart a los 4 años, también tenía una afinación justa: él podía decir si los violines estaban un cuarto de tono desafinados, (Schonberg, 1970).
De modo que, no hay una asociación consistente entre la afinación perfecta y la potencialidad musical (Walters, Krechevsky, y Gardner, 1985).
Ha sido demostrado que la afinación justa está relacionada con la edad con la que se empieza la instrucción musical y se ha encontrado esta capacidad en muy pocas ocasiones en individuos que empezaron su instrucción a los 12 años (Sergent y Roche, 1973).Si una afinación justa la causa un entrenamiento temprano, o si los que buscan el entrenamiento temprano son los que tienen afinación justa, es lo que aún no sabemos. La habilidad de la lectura a vista no se asocia tampoco a la potencialidad musical. (Walters, Krechevsky, y Gardner, 1985).
Esta capacidad la poseen algunos, pero no todos los prodigios musicales. Mozart poseyó esta habilidad. A los siete años, él podía tocar fácilmente una pieza a primera vista. (Scott y Mofett, 1977). E.N. también tenía esta capacidad a los siete años. Aquí hay una diferencia clara entre el acto de tocar música que ya existe y la creación de una música nueva. Otra diferencia que conocemos, es la que hay entre componer música nueva y las dos formas obligadas de creación: la de transportar a otra tonalidad, y la de improvisar un tema musical. Podemos transportar una pieza a una nueva tonalidad o podemos improvisar un tema sin cambiarle el estilo esencial y su estructura. Todos los niños comienzan a cantar sus propias canciones de forma espontánea aproximadamente a los 18 meses, y experimentan con los intervalos. Sus canciones espontáneas se alargan y se convierten en una organización interna entre los dos y tres años. Sin embargo, hacia los cinco años , el cantar espontáneo declina con frecuencia, porque el niño se preocupa más por los errores, y demuestra un gran interés en las canciones conocidas para imitarlas con más exactitud (Sloboda, 1985).Así, la mayoría de los niños de nuestra cultura occidental dejan de cantar espontáneamente antes de finalizar los años preescolares.De nuevo, los niños dotados musicalmente parecen diferentes.
Los niños con más potencialidad musical aprenden a tocar un instrumento, y enseguida demuestran una "emergencia musical " en su forma de improvisar, y transportar. E.N. transportaba a los siete años, y a los diez años ya podía transportar con facilidad una pieza compleja a cualquier tonalidad. Improvisaba a los cuatro años y a los tres años siguientes, improvisaba más que componer, tanto sus propios temas como los temas de otros. Mozart improvisaba a los por cuatro años (Scott y Moffett, 1977; Schonberg, 1970). Para otros ejemplos, vea Richet (1900), y Walters, Krechevsky, y Gardner (1985). La capacidad para componer en la niñez temprana es más remota que la capacidad de tocar un instrumento, y éstos son los dos tipos de talento musical (Persson, 1997). Revesz (1925) se basaba en que la potencialidad musical para componer aparece raramente antes de la adolescencia. J.S.Bach, Haendel, Beethoven, Mendelssohn, Brahms son ejemplos de grandes músicos que según Revesz interpretaban virtuosamente en su niñez sin embargo no compusieron hasta llegar a la adolescencia o incluso mucho más tarde .E.N. es un ejemplo raro de un niño que comenzó a componer a los tres años y medio. Haydn, Mozart, Chopin, Mahler, Meyerbeer, Saent -Saens, y Strauss también produjeron sus primeras composiciones antes de los diez años (Radford, 1990; Revesz, 1925). Mozart empezó a componer a los cuatro años y a los ocho ya había escrito seis sonatas para violín y piano y tres sinfonías para orquesta de cámara. Ya en las biografías de los grandes compositores demuestran que la capacidad de componer a una edad temprana es mucho más rara que la capacidad tocar música. Los niños con potencialidad musical tienen una relaciones musicales representadas de múltiples formas (Bamberger, 1986). Bamberger comparó la potencialidad musical entre tres grupos distintos: niños musicalmente entrenados (sin potencialidad probablemente), adultos musicalmente inexperimentados, y adultos musicalmente entrenados. Ellos tomaron al azar una serie de campanas ordenadas, formadas por los tonos de la escala de Do mayor, junto con dos Do, dos Sol, y dos Mi, y se les pidió que construyeran una melodía familiar ( Twinkle Twinkle Little Star ). Se ha comprobado que los niños con potencialidad musical tienen una representación musical interna con múltiples relaciones. (Bamberger, 1986). Bamberger comparó niños con potencialidad musical con tres grupos diferentes: niños musicalmente no entrenados (presumiblemente sin potencialidad), adultos no entrenados musicalmente y adultos entrenados. Se les dio una serie de campanas presentadas al azar que formaban las notas de la escala de Do mayor, con los dos Do, dos Sol y dos Mi. Y se les pidió que tocaran la conocida canción infantil de Mozart “Ah, vous dirai-je, Maman”. Los niños y los adultos no entrenados cogían una nueva campana de la serie en el momento de tocar el segundo Sol de la melodía, es decir, tenían la necesidad de utilizar una nueva campana para una nota que ya había sonado. Escuchaban la misma nota Sol como si fuese una nota diferente. Estas personas no formadas musicalmente seguían lo que Bamberger llama una estrategia “figurativa”, porque se centraban en el aspecto lineal (figurativo) y progresivo de la melodía sin saber establecer referencias con los sonidos anteriores. Procediendo de esta forma, entendemos que escuchaban las dos notas como dos unidades diferentes, debido a la función diferente que tienen dentro de la melodía. Los adultos entrenados (que habían recibido formación musical), pero sin potencial musical, utilizaban la estrategia “formal”. Construyeron una escala de Do mayor y tocaron la melodía como lo harían sobre en un teclado. Ellos se centraban en estructuras formales de la melodía. Por el contrario, los niños con potencialidad, utilizaban las dos estrategias mencionadas. Primero empezaban con una estrategia “figurativa”, ordenando las notas de izquierda a derecha, pero en el momento en que llegaban al segundo Sol, cambiaban a la estrategia “formal”, volviendo atrás a buscar el Sol que ya había sonado antes en la melodía. De este modo, se daban cuenta de que la misma campana servia tanto para tocar el Sol de la melodía ascendente, como el Sol de la melodía descendente. Esto nos demuestra que los niños con potencialidad se les origina un conflicto en el momento que han de optar entre las dos estrategias: la figurativa y/o la formal (Dos notas pueden tener el mismo sonido y sin embargo tener diferentes funciones en una melodía).Así fue como Bamberger (1986) argumentó que los niños con potencialidad musical tienen múltiples representaciones internas de la misma pieza de música, y pueden moverse libremente de un tipo de representación a otra. Son capaces de utilizar tanto las estrategias formales, como las figurativas, de una forma intuitiva. En contraste, las personas sin potencialidad, independientemente de la edad y del entrenamiento musical, utilizan una sola estrategia y se focalizan en un sistema limitado de dimensiones musicales. Se realizó una experiencia similar por Scripp y Davidson (1994), que demostraron que incluso los estudiantes de conservatorio, musicalmente dotados, hicieron frente al desafío de convertir y coordinar representaciones múltiples de la música. Scripp y Davidson encontraron una carencia de coordinación entre la práctica de la interpretación (su capacidad de tocar su instrumento) y la comprensión de notación musical. Por ejemplo, se dieron cuenta que estudiantes de Conservatorio que tenían facilidad con la lectura a vista en un instrumento de una dificultad considerable, hacían errores si interpretaban cantando a vista. No debemos, por lo tanto, incurrir en el error de valorar el desarrollo musical viene determinado por los cocimientos estudiados de la práctica instrumental. El desarrollo musical es multidimensional, y la potencialidad musical no se desarrolla de la misma forma en todas las dimensiones. Una sensibilidad sin el aprendizaje de la notación, las propiedades expresivas de la música –el registro, el timbre, la intensidad, la articulación, y la expresión -- se ha pasado demasiado por alto. Éstas son las características que llevan el mensaje emocional y dramático de la música. Un individuo con un oído expresivo para la música no tiene porque seguir los detalles de la estructura musical, pero sí puede oír y responder a mensaje emocional de la música. Persson y sus colegas (Persson, 1996; Persson, Pratt, y Robson, 1996) vieron que los músicos juzgaban las piezas según su respuesta emocional; esas experiencias emocionales positivas con la música era uno de los factores más importantes que incitaban a sentirse bien, y estos aspectos emocionales de la música no han sido atendidos muy a menudo en la enseñanza tradicional. Quizás la sensibilidad al mensaje emocional de la música es el mejor indicador de la potencialidad musical que el aprendizaje de la notación. Los tests de Seashore (Seashore, 1938), así como la mayoría de otros tests musicales (e.g., Bentley, 1966; Gordon, 1987; Shuter-Dyson Y Gabriel, 1981; Stankov & Horn, 1980), se basan con seguridad en que los individuos con talento musical tiene un "oído analítico excelente" para la música. Los tests de Seashore determinan habilidades analíticas tales como la capacidad de entender la diferencia que existe entre las notas y las estructuras musicales. Se les pregunta que escuchen acordes, intervalos, ritmos, y breves melodías, para que decidan si son iguales o diferentes .Las culturas en las cuales los niños están seleccionados para el entrenamiento musical confían en estas mismos tipos de medidas: por ejemplo, se les dan breves melodías que son patrones de memoria de canciones que ya han cantado antes. Así lo consideraron por su forma de tocar, y por su musicalidad. (Esto, ha sido la práctica musical en Rusia durante décadas.) La base de la aptitud musical se asume mediante capacidad de detectar la altura, duración, y el ritmo. Algunos psicólogos han argumentado que las pruebas de aptitud musical podrían predecir las capacidades de alto nivel creativo. Davies (1978) sugiere que las pruebas de aptitud musical podrían valorar la capacidad de razonar. Él argumenta que la posesión de un oído agudo para la música no puede predecir la musicalidad; del mismo modo que la posesión de una buena vista no puede predecir una buena capacidad para la lectura. De forma parecida, Teplov (1966) argumenta que la aptitud musical no se debería comparar con tener una buena memoria musical o con tener la capacidad de distinguir acordes y melodías. Al contrario, nos dice, que la capacidad de la respuesta emocional a la música es la base de la musicalidad .Teplov reflexiona sobre el interés musical en Rusia; en la expresión, en el afecto de la música, y en la composición musical sin notación (Asafiev, 1947; Medushevsky, 1983). Kirnarskaya y Winner descubrieron que muchas personas, incluso aquellos con altos niveles de entrenamiento musical, responden a la música de una forma más analítica que expresiva. Cuando preguntó sobre unos pasajes musicales, entre los individuos entrenados y los no entrenados musicalmente, se dio cuenta de que agrupaban los acordes más por la estructura analítica que por las propiedades expresivas. Incluso algunos profesores de Música con altos niveles de entrenamiento musical agruparon de forma analítica. Sin embargo, los concertistas, que no tenían más entrenamiento formal que los profesores, agruparon dichos acordes de una forma expresiva. Kirnarskaya y Winner concluyen que ese entrenamiento formal, no fomenta un oído expresivo para la música. La Sensibilidad hacia las propiedades expresivas, argumentaron, podría ser un marcador para la potencialidad musical. Esta sugerencia, que ha quedado comprobado, explica que los concertistas agrupan expresivamente, mientras que educadores formados del mismo modo (que probablemente están menos dotados puesto que ellos no se convirtieron en ejecutantes) agrupan analíticamente. Niños muy dotados a menudo hacen frente a una crisis en la adolescencia. Bamberger (1982) precisa que los prodigios experimentan una crisis musical en la adolescencia; empiezan una crítica sistemática i creciente de todo lo que tocan, y esta crisis da lugar a menudo a una retirada en la música. La adolescencia es el tiempo en que los prodigios deben hacer una transición de la perfección técnica a la innovación y hacia el dominio creativo .
Solamente los que pueden reinventarse a sí mismos, harán el salto desde la potencialidad de la niñez a la creatividad del adulto (Gardner, 1993). Es extremadamente difícil predecir si los niños dotados y prodigios harán esta transición, y los que no la harán. (Simonton, 1994). Un niño que toca Mozart igual que su profesora, o igual que una grabación de Heifetz, nos sorprende. Pero si hacia los veinte años, este niño prodigio no toca de una manera nueva, con una cierta comprensión profunda y una nueva interpretación, los músicos serios y los críticos perderán interés por él. La perfección técnica provoca una adoración hacia el niño, pero el prodigio lo asumirá hacia la edad adulta, poco o nada. Grandes artistas, especialmente concertistas, eran a menudo niños prodigios (Schuter-Dyson, 1986).Sin embargo, al revés nunca ocurre: la mayoría de los niños que están dotados en arte o en la música no les fue bien como artistas adultos, músicos, o compositores. Cuando se discute sobre la potencialidad artística de los niños, el historiador de arte Hartlaub ha comentado que la promesa de estos "años del sobre-potencial de la niñez casi nunca se satisface en la edad adulta "(Larck Horowitz et al., 1973, p. 190).Incluso entre los que resisten a esta crisis y no dejan la Música , la mayoría no se reconocen como genios creativos. Esto no está sorprendiendo, porque no hay una ruta directa desde la precocidad a la inventiva. Pero por supuesto, algunos prodigios se deciden a cambiar sus dominios respectivos. Éstos son los que se merecen el epíteto “creativo” o “genio creativo”. Son los individuos que, en la adolescencia o en la juventud, toman una nueva postura. Ellos comienzan a asumir riesgos: desafían el estatus (Gardner, 1992, 1993). Uno razón por la que solamente algunos niños con potencialidad musical y los niños prodigios hacen la transición para sentirse bien en el dominio creador como adultos, esto es la ley del embudo: simplemente no hay suficiente espacio en el embudo para que todos los prodigios se conviertan en creadores. Hay una inevitable selección.
Cualquier dominio estaría en un caos si hubiese tantos adultos innovadores creativos como hay niño prodigios. Una segunda la razón inevitable es que la habilidad que tiene un prodigio no es la misma habilidad que la de ser un gran creador (Winner, 1997).Un prodigio es alguien que puede fácil y rápidamente tener maestría en un dominio. Un creador es alguien que cambia un dominio. Es probable que los factores de la personalidad desempeñen un papel importante en el desarrollo del creador. Los creadores son agitados, rebeldes, y descontentos con el status (Simonton, 1994; Sulloway, 1996).Y aportan siempre algo nuevo a la "opinión." Por supuesto, algunos individuos, como Mozart, comienzan bajo la mirada exterior como prodigios y cuando son adultos transforman sus dominios. Como prodigio, Mozart satisfizo al stablisment. Pero sólo fue debido a su comportamiento posterior, por lo que él comenzó a componer música lo que consideramos como una “sacudida eléctrica”; él rompió con las convenciones establecidas, lo que ahora lo consideramos como un genio creativo.
El músico creativo asume riesgos, y roturas con las convenciones. Sin embargo, el niño dotado, o el niño prodigio, no. Como Hurwitz (1983) precisa, los niños dotados han invertido mucha energía en dominar un sistema de habilidades, y menudo no disponen de esta energía, o son incapaces, para experimentar qual es el camino que lleva a lo que hay que hacer para ser creativo. El puro trabajo duro también desempeña un rol determinante para que un prodigio se convierta en un artista creativo, o en músico o en compositor. Las características de la personalidad se asocian al éxito en cualquier desempeño conducido, con tenacidad, y con la buena voluntad para superar los obstáculos (Gardner, 1993; Simonton, 1994; Huevas, 1953). "Yo creo en la nada pero trabajo, "dijo Picasso, que tenía una enorme energía y bien dirigida. (Richardson, 1991, p. 48).
Finalmente, los factores históricos y socio-culturales determinan quién se clasifica como creador o genio cuando es adulto. No hay ningún trabajo individual o artístico que sea intrínsecamente creativo o no. En lugar de esto, hay una creatividad que es una característica inesperada formada por una interacción entre la potencialidad del individuo con potencialidad, el desarrollo del dominio en el momento en que el individuo comienza a exhibir talento, y los gustos y juicios de la sociedad . ( Csikszentmihalyi, 1988; Gardner, 1992, 1993; Gardner Y Wolf, 1988; Pariser, 1992/93). Hay una cantidad justa de empatía implicada en la determinación de si la potencialidad crece en el genio creativo. Uno necesita haber nacido en el justo tiempo, en el momento en que la sociedad está dispuesta a reconocer sus talentos.
http://www.xtec.es/~cmiro12/intelmu/winnerc.htm
Ellen Winner Boston College and Harvard Project Zero In D. Deutsch (Ed.), Bulletin of Psychology and the Arts , Spring, 2003.January 3, 2003
La potencialidad musical de los niños es similar a la potencialidad en otras materias hacia los tres años respectivamente (Winner, 1996a).Se reconocen típicamente potenciales porque son precoces, son maestros en los primeros pasos de su dominio y aprenden rápidamente en este dominio. Además, ellos tienen lo que llamo una "rabia al profesor "-- una impulsión de gran alcance para dar sentido a su dominio y se enfocan agudamente en su área de alta capacidad (Winner, 1996b).
En la música, aparece la potencialidad generalmente en la interpretación más que en la composición; esto significa que los niños con potencialidad desarrollan un repertorio considerable de música que pueden interpretar (Winner, 1996a). Y finalmente, "marchan a su propio redoble”: No sólo aprenden más rápidamente que los demás niños, sino que también aprenden de forma diferente.
En primer lugar ellos aprenden de forma diferente porque ellos necesitan mucho menos la ayuda del adulto para aprender en su dominio propio. La potencialidad musical se revela a los dos años de la edad, mucho antes que la potencialidad de cualquier área (Scott y Moffett, 1977; Shuter-Dyson, 1986; Shuter-Dyson Y Gabriel, 1981; Stanley Y Benbow, 1986).Un test realizado a 47 músicos encontró que su capacidad había sido detectada en un promedio del 4,9 % (Scheinfeld, 1956, citado en Shuter-Dyson y Gabriel, 1981). Y el 70% de los grandes violinistas en Violinistas famosos de Leahy eran niños prodigio. (Drake, 1957, citado en Shuter-Dyson y Gabriel, 1981). Mozart compuso un concierto para clavicordio a la edad cuatro años (Waterhouse, 1988). Mendelssohn era mucho más que un prodigio, y el violinista Yehudi Menuhin había tocado con orquestas sinfónicas a lo siete años.
Sin embargo, es también posible que la potencialidad musical aparezca más tarde: Sloboda (1985) explica que los concertistas de piano no se manifiestan siempre dotados en la niñez. La manifestación tardía en el área musical simplemente se desconoce, pero mi conjetura es que esto es un fenómeno raro.
Típicamente, los niños dotados musicalmente revelan varias características anormales. Demuestran mucha más sensibilidad a la estructura de la música -- tonalidad, clave, armonía, ritmo, y la capacidad de oír características expresivas de la música.
Esta sensibilidad estructural permite que el niño recuerde música, para tocarla más tarde con facilidad, o bien vocalmente o con un instrumento, y transportar, improvisar, o incluso inventar . Otras de las muestras tempranas que nos dan a entender que un niño está dotado musicalmente es un fuerte interés por la música, y expresan placer en los sonidos musicales (Radford, 1990; Scott Moffett, 1977; Sosniak, 1985)
Los primeros recuerdos de Stravinsky estaba en la canción (Gardner, 1992).
Mozart poseía un oído tan delicado que los sonidos ruidosos lo ponían físicamente enfermo (Schonberg, 1970). Los niños músicos responden más a la música que los niños normales, ya que muestran un intenso interés por la información auditiva, musical y ambiental (Haroutounian, 1998, en preparación; Miller, 1989). Tales niños tienen a menudo un sentido fuerte de la calidad del tono y del timbre. Por ejemplo, Artur Rubinstein y Yehudi Menuhin rompieron los violines de juguete porque el tono de estos instrumentos era muy pobre (Radford, 1990).
Otra de las muestras tempranas comunes en los niños con potencialidad musical es la capacidad de cantar canciones que han oído anteriormente, con una gran exactitud. Esta habilidad surge posiblemente por una excepcional memoria musical, una destreza que ha sido propuesta como el centro de la habilidad musical (Judd, 1988).
Mientras que los niños normales comienzan a cantar y a hablar a los 18 meses (Sloboda, 1985), los que poseen potencialidad musical empiezan a cantar mucho antes, incluso antes de que sepan hablar (Shuter-Dyson, 1986). E. N., con siete años, era un niño prodigio húngaro, y no habló antes de los tres años, sin embargo sí que cantó antes de los tres años .Revesz (1925). Haendel cantó antes de que empezara a hablar. (Revesz ,1925).
Los niños que no poseen dicha potencialidad no intentan imitar las canciones oídas por lo menos hasta los dos o dos años y medio. Los niños pueden cantar partes de estas canciones con exactitud aproximadamente a la edad tres años, y puede cantar canciones enteras a los cuatro años. Sin embargo, la entonación de los intervalos de estas canciones es sólo aproximada, porque los niños no pueden todavía mantener la misma tonalidad en una canción. Es alrededor de los cinco años, cuando los niños normales pueden exactamente reproducir las melodías familiares de su cultura (Gardner, Davidson, y McKernon, 1981; Sloboda, 1985).
Los niños musicalmente dotados poseen un contraste llamativo porque pueden cantar con exactitud, con precisión, en su segundo año de vida. (Revesz, 1925). Los niños dotados musicalmente pueden imitar una canción después de una sola audición (Miller, 1989). Este es el caso de Mozart, que comenzó a componer melodías en el piano a los tres años (Schonberg, 1970). Pepito Areola, un niño prodigio estudiado por Richet (1900) era capaz de tocar veinte piezas de memoria a los tres años y medio. A los tres años, Arturo Rubinstein provocó un “Shock” a su familia tocando las piezas que su hermana mayor había estado practicando (Winner, 1979). Al principio de su cuarto año, E.N., el niño prodigio húngaro, podía tocar con mucha exactitud en el piano cualquier melodía que él oyera por casualidad (Revesz, 1925); y hacia los 7 años ya podía tocar las complejas sonatas de Beethoven de memoria. Mozart a los 14 años anotó el Miserere de Allegri, una composición compleja de música dividida en nueve partes, después de escucharla varias veces (Henson, 1977). A los 7 años, E.N. tenía una memoria musical casi igual que la de un músico adulto. (Revesz, 1925). Él tocaba tan bien como un músico que escucha una composición, y después la toca más tarde de memoria. Por otra parte, E.N. sobrepasaba a un músico adulto en memoria: a ambos se les pidió que tocaran la música que habían oído 24 horas antes; sólo E.N. tuvo éxito; sin esfuerzo e impecablemente. La memoria de E.N. demostró que tenía una comprensión tácita de la estructura musical: él podía recordar con facilidad las estructuras familiares, armonía y ritmo mucho mejor que las armonías al azar; y podía recordar mucho mejor la música en la escala diatónica que la música construida sobre la escala cromática de doce tonos. De modo, que su memoria no estaba sin inteligencia como la de una grabadora, sino tenía que en su lugar la estructura. Cuando la persona recuerda una forma conocida mejor que una forma desconocida, podemos concluir que esta persona tiene cierta representación (consciente o inconsciente) de la estructura musical. Algunos niños prodigios han demostrado una afinación perfecta .E.N., por ejemplo, a la edad de 3 años, podía localizar inmediatamente al piano, las notas que le cantaban. Él podía también reconocer intervalos, notas de un acorde y analizarlos. De hecho, su capacidad para comprender acordes complejos, apenas se ha conseguido igualar (Revesz, 1925). Mozart a los 4 años, también tenía una afinación justa: él podía decir si los violines estaban un cuarto de tono desafinados, (Schonberg, 1970).
De modo que, no hay una asociación consistente entre la afinación perfecta y la potencialidad musical (Walters, Krechevsky, y Gardner, 1985).
Ha sido demostrado que la afinación justa está relacionada con la edad con la que se empieza la instrucción musical y se ha encontrado esta capacidad en muy pocas ocasiones en individuos que empezaron su instrucción a los 12 años (Sergent y Roche, 1973).Si una afinación justa la causa un entrenamiento temprano, o si los que buscan el entrenamiento temprano son los que tienen afinación justa, es lo que aún no sabemos. La habilidad de la lectura a vista no se asocia tampoco a la potencialidad musical. (Walters, Krechevsky, y Gardner, 1985).
Esta capacidad la poseen algunos, pero no todos los prodigios musicales. Mozart poseyó esta habilidad. A los siete años, él podía tocar fácilmente una pieza a primera vista. (Scott y Mofett, 1977). E.N. también tenía esta capacidad a los siete años. Aquí hay una diferencia clara entre el acto de tocar música que ya existe y la creación de una música nueva. Otra diferencia que conocemos, es la que hay entre componer música nueva y las dos formas obligadas de creación: la de transportar a otra tonalidad, y la de improvisar un tema musical. Podemos transportar una pieza a una nueva tonalidad o podemos improvisar un tema sin cambiarle el estilo esencial y su estructura. Todos los niños comienzan a cantar sus propias canciones de forma espontánea aproximadamente a los 18 meses, y experimentan con los intervalos. Sus canciones espontáneas se alargan y se convierten en una organización interna entre los dos y tres años. Sin embargo, hacia los cinco años , el cantar espontáneo declina con frecuencia, porque el niño se preocupa más por los errores, y demuestra un gran interés en las canciones conocidas para imitarlas con más exactitud (Sloboda, 1985).Así, la mayoría de los niños de nuestra cultura occidental dejan de cantar espontáneamente antes de finalizar los años preescolares.De nuevo, los niños dotados musicalmente parecen diferentes.
Los niños con más potencialidad musical aprenden a tocar un instrumento, y enseguida demuestran una "emergencia musical " en su forma de improvisar, y transportar. E.N. transportaba a los siete años, y a los diez años ya podía transportar con facilidad una pieza compleja a cualquier tonalidad. Improvisaba a los cuatro años y a los tres años siguientes, improvisaba más que componer, tanto sus propios temas como los temas de otros. Mozart improvisaba a los por cuatro años (Scott y Moffett, 1977; Schonberg, 1970). Para otros ejemplos, vea Richet (1900), y Walters, Krechevsky, y Gardner (1985). La capacidad para componer en la niñez temprana es más remota que la capacidad de tocar un instrumento, y éstos son los dos tipos de talento musical (Persson, 1997). Revesz (1925) se basaba en que la potencialidad musical para componer aparece raramente antes de la adolescencia. J.S.Bach, Haendel, Beethoven, Mendelssohn, Brahms son ejemplos de grandes músicos que según Revesz interpretaban virtuosamente en su niñez sin embargo no compusieron hasta llegar a la adolescencia o incluso mucho más tarde .E.N. es un ejemplo raro de un niño que comenzó a componer a los tres años y medio. Haydn, Mozart, Chopin, Mahler, Meyerbeer, Saent -Saens, y Strauss también produjeron sus primeras composiciones antes de los diez años (Radford, 1990; Revesz, 1925). Mozart empezó a componer a los cuatro años y a los ocho ya había escrito seis sonatas para violín y piano y tres sinfonías para orquesta de cámara. Ya en las biografías de los grandes compositores demuestran que la capacidad de componer a una edad temprana es mucho más rara que la capacidad tocar música. Los niños con potencialidad musical tienen una relaciones musicales representadas de múltiples formas (Bamberger, 1986). Bamberger comparó la potencialidad musical entre tres grupos distintos: niños musicalmente entrenados (sin potencialidad probablemente), adultos musicalmente inexperimentados, y adultos musicalmente entrenados. Ellos tomaron al azar una serie de campanas ordenadas, formadas por los tonos de la escala de Do mayor, junto con dos Do, dos Sol, y dos Mi, y se les pidió que construyeran una melodía familiar ( Twinkle Twinkle Little Star ). Se ha comprobado que los niños con potencialidad musical tienen una representación musical interna con múltiples relaciones. (Bamberger, 1986). Bamberger comparó niños con potencialidad musical con tres grupos diferentes: niños musicalmente no entrenados (presumiblemente sin potencialidad), adultos no entrenados musicalmente y adultos entrenados. Se les dio una serie de campanas presentadas al azar que formaban las notas de la escala de Do mayor, con los dos Do, dos Sol y dos Mi. Y se les pidió que tocaran la conocida canción infantil de Mozart “Ah, vous dirai-je, Maman”. Los niños y los adultos no entrenados cogían una nueva campana de la serie en el momento de tocar el segundo Sol de la melodía, es decir, tenían la necesidad de utilizar una nueva campana para una nota que ya había sonado. Escuchaban la misma nota Sol como si fuese una nota diferente. Estas personas no formadas musicalmente seguían lo que Bamberger llama una estrategia “figurativa”, porque se centraban en el aspecto lineal (figurativo) y progresivo de la melodía sin saber establecer referencias con los sonidos anteriores. Procediendo de esta forma, entendemos que escuchaban las dos notas como dos unidades diferentes, debido a la función diferente que tienen dentro de la melodía. Los adultos entrenados (que habían recibido formación musical), pero sin potencial musical, utilizaban la estrategia “formal”. Construyeron una escala de Do mayor y tocaron la melodía como lo harían sobre en un teclado. Ellos se centraban en estructuras formales de la melodía. Por el contrario, los niños con potencialidad, utilizaban las dos estrategias mencionadas. Primero empezaban con una estrategia “figurativa”, ordenando las notas de izquierda a derecha, pero en el momento en que llegaban al segundo Sol, cambiaban a la estrategia “formal”, volviendo atrás a buscar el Sol que ya había sonado antes en la melodía. De este modo, se daban cuenta de que la misma campana servia tanto para tocar el Sol de la melodía ascendente, como el Sol de la melodía descendente. Esto nos demuestra que los niños con potencialidad se les origina un conflicto en el momento que han de optar entre las dos estrategias: la figurativa y/o la formal (Dos notas pueden tener el mismo sonido y sin embargo tener diferentes funciones en una melodía).Así fue como Bamberger (1986) argumentó que los niños con potencialidad musical tienen múltiples representaciones internas de la misma pieza de música, y pueden moverse libremente de un tipo de representación a otra. Son capaces de utilizar tanto las estrategias formales, como las figurativas, de una forma intuitiva. En contraste, las personas sin potencialidad, independientemente de la edad y del entrenamiento musical, utilizan una sola estrategia y se focalizan en un sistema limitado de dimensiones musicales. Se realizó una experiencia similar por Scripp y Davidson (1994), que demostraron que incluso los estudiantes de conservatorio, musicalmente dotados, hicieron frente al desafío de convertir y coordinar representaciones múltiples de la música. Scripp y Davidson encontraron una carencia de coordinación entre la práctica de la interpretación (su capacidad de tocar su instrumento) y la comprensión de notación musical. Por ejemplo, se dieron cuenta que estudiantes de Conservatorio que tenían facilidad con la lectura a vista en un instrumento de una dificultad considerable, hacían errores si interpretaban cantando a vista. No debemos, por lo tanto, incurrir en el error de valorar el desarrollo musical viene determinado por los cocimientos estudiados de la práctica instrumental. El desarrollo musical es multidimensional, y la potencialidad musical no se desarrolla de la misma forma en todas las dimensiones. Una sensibilidad sin el aprendizaje de la notación, las propiedades expresivas de la música –el registro, el timbre, la intensidad, la articulación, y la expresión -- se ha pasado demasiado por alto. Éstas son las características que llevan el mensaje emocional y dramático de la música. Un individuo con un oído expresivo para la música no tiene porque seguir los detalles de la estructura musical, pero sí puede oír y responder a mensaje emocional de la música. Persson y sus colegas (Persson, 1996; Persson, Pratt, y Robson, 1996) vieron que los músicos juzgaban las piezas según su respuesta emocional; esas experiencias emocionales positivas con la música era uno de los factores más importantes que incitaban a sentirse bien, y estos aspectos emocionales de la música no han sido atendidos muy a menudo en la enseñanza tradicional. Quizás la sensibilidad al mensaje emocional de la música es el mejor indicador de la potencialidad musical que el aprendizaje de la notación. Los tests de Seashore (Seashore, 1938), así como la mayoría de otros tests musicales (e.g., Bentley, 1966; Gordon, 1987; Shuter-Dyson Y Gabriel, 1981; Stankov & Horn, 1980), se basan con seguridad en que los individuos con talento musical tiene un "oído analítico excelente" para la música. Los tests de Seashore determinan habilidades analíticas tales como la capacidad de entender la diferencia que existe entre las notas y las estructuras musicales. Se les pregunta que escuchen acordes, intervalos, ritmos, y breves melodías, para que decidan si son iguales o diferentes .Las culturas en las cuales los niños están seleccionados para el entrenamiento musical confían en estas mismos tipos de medidas: por ejemplo, se les dan breves melodías que son patrones de memoria de canciones que ya han cantado antes. Así lo consideraron por su forma de tocar, y por su musicalidad. (Esto, ha sido la práctica musical en Rusia durante décadas.) La base de la aptitud musical se asume mediante capacidad de detectar la altura, duración, y el ritmo. Algunos psicólogos han argumentado que las pruebas de aptitud musical podrían predecir las capacidades de alto nivel creativo. Davies (1978) sugiere que las pruebas de aptitud musical podrían valorar la capacidad de razonar. Él argumenta que la posesión de un oído agudo para la música no puede predecir la musicalidad; del mismo modo que la posesión de una buena vista no puede predecir una buena capacidad para la lectura. De forma parecida, Teplov (1966) argumenta que la aptitud musical no se debería comparar con tener una buena memoria musical o con tener la capacidad de distinguir acordes y melodías. Al contrario, nos dice, que la capacidad de la respuesta emocional a la música es la base de la musicalidad .Teplov reflexiona sobre el interés musical en Rusia; en la expresión, en el afecto de la música, y en la composición musical sin notación (Asafiev, 1947; Medushevsky, 1983). Kirnarskaya y Winner descubrieron que muchas personas, incluso aquellos con altos niveles de entrenamiento musical, responden a la música de una forma más analítica que expresiva. Cuando preguntó sobre unos pasajes musicales, entre los individuos entrenados y los no entrenados musicalmente, se dio cuenta de que agrupaban los acordes más por la estructura analítica que por las propiedades expresivas. Incluso algunos profesores de Música con altos niveles de entrenamiento musical agruparon de forma analítica. Sin embargo, los concertistas, que no tenían más entrenamiento formal que los profesores, agruparon dichos acordes de una forma expresiva. Kirnarskaya y Winner concluyen que ese entrenamiento formal, no fomenta un oído expresivo para la música. La Sensibilidad hacia las propiedades expresivas, argumentaron, podría ser un marcador para la potencialidad musical. Esta sugerencia, que ha quedado comprobado, explica que los concertistas agrupan expresivamente, mientras que educadores formados del mismo modo (que probablemente están menos dotados puesto que ellos no se convirtieron en ejecutantes) agrupan analíticamente. Niños muy dotados a menudo hacen frente a una crisis en la adolescencia. Bamberger (1982) precisa que los prodigios experimentan una crisis musical en la adolescencia; empiezan una crítica sistemática i creciente de todo lo que tocan, y esta crisis da lugar a menudo a una retirada en la música. La adolescencia es el tiempo en que los prodigios deben hacer una transición de la perfección técnica a la innovación y hacia el dominio creativo .
Solamente los que pueden reinventarse a sí mismos, harán el salto desde la potencialidad de la niñez a la creatividad del adulto (Gardner, 1993). Es extremadamente difícil predecir si los niños dotados y prodigios harán esta transición, y los que no la harán. (Simonton, 1994). Un niño que toca Mozart igual que su profesora, o igual que una grabación de Heifetz, nos sorprende. Pero si hacia los veinte años, este niño prodigio no toca de una manera nueva, con una cierta comprensión profunda y una nueva interpretación, los músicos serios y los críticos perderán interés por él. La perfección técnica provoca una adoración hacia el niño, pero el prodigio lo asumirá hacia la edad adulta, poco o nada. Grandes artistas, especialmente concertistas, eran a menudo niños prodigios (Schuter-Dyson, 1986).Sin embargo, al revés nunca ocurre: la mayoría de los niños que están dotados en arte o en la música no les fue bien como artistas adultos, músicos, o compositores. Cuando se discute sobre la potencialidad artística de los niños, el historiador de arte Hartlaub ha comentado que la promesa de estos "años del sobre-potencial de la niñez casi nunca se satisface en la edad adulta "(Larck Horowitz et al., 1973, p. 190).Incluso entre los que resisten a esta crisis y no dejan la Música , la mayoría no se reconocen como genios creativos. Esto no está sorprendiendo, porque no hay una ruta directa desde la precocidad a la inventiva. Pero por supuesto, algunos prodigios se deciden a cambiar sus dominios respectivos. Éstos son los que se merecen el epíteto “creativo” o “genio creativo”. Son los individuos que, en la adolescencia o en la juventud, toman una nueva postura. Ellos comienzan a asumir riesgos: desafían el estatus (Gardner, 1992, 1993). Uno razón por la que solamente algunos niños con potencialidad musical y los niños prodigios hacen la transición para sentirse bien en el dominio creador como adultos, esto es la ley del embudo: simplemente no hay suficiente espacio en el embudo para que todos los prodigios se conviertan en creadores. Hay una inevitable selección.
Cualquier dominio estaría en un caos si hubiese tantos adultos innovadores creativos como hay niño prodigios. Una segunda la razón inevitable es que la habilidad que tiene un prodigio no es la misma habilidad que la de ser un gran creador (Winner, 1997).Un prodigio es alguien que puede fácil y rápidamente tener maestría en un dominio. Un creador es alguien que cambia un dominio. Es probable que los factores de la personalidad desempeñen un papel importante en el desarrollo del creador. Los creadores son agitados, rebeldes, y descontentos con el status (Simonton, 1994; Sulloway, 1996).Y aportan siempre algo nuevo a la "opinión." Por supuesto, algunos individuos, como Mozart, comienzan bajo la mirada exterior como prodigios y cuando son adultos transforman sus dominios. Como prodigio, Mozart satisfizo al stablisment. Pero sólo fue debido a su comportamiento posterior, por lo que él comenzó a componer música lo que consideramos como una “sacudida eléctrica”; él rompió con las convenciones establecidas, lo que ahora lo consideramos como un genio creativo.
El músico creativo asume riesgos, y roturas con las convenciones. Sin embargo, el niño dotado, o el niño prodigio, no. Como Hurwitz (1983) precisa, los niños dotados han invertido mucha energía en dominar un sistema de habilidades, y menudo no disponen de esta energía, o son incapaces, para experimentar qual es el camino que lleva a lo que hay que hacer para ser creativo. El puro trabajo duro también desempeña un rol determinante para que un prodigio se convierta en un artista creativo, o en músico o en compositor. Las características de la personalidad se asocian al éxito en cualquier desempeño conducido, con tenacidad, y con la buena voluntad para superar los obstáculos (Gardner, 1993; Simonton, 1994; Huevas, 1953). "Yo creo en la nada pero trabajo, "dijo Picasso, que tenía una enorme energía y bien dirigida. (Richardson, 1991, p. 48).
Finalmente, los factores históricos y socio-culturales determinan quién se clasifica como creador o genio cuando es adulto. No hay ningún trabajo individual o artístico que sea intrínsecamente creativo o no. En lugar de esto, hay una creatividad que es una característica inesperada formada por una interacción entre la potencialidad del individuo con potencialidad, el desarrollo del dominio en el momento en que el individuo comienza a exhibir talento, y los gustos y juicios de la sociedad . ( Csikszentmihalyi, 1988; Gardner, 1992, 1993; Gardner Y Wolf, 1988; Pariser, 1992/93). Hay una cantidad justa de empatía implicada en la determinación de si la potencialidad crece en el genio creativo. Uno necesita haber nacido en el justo tiempo, en el momento en que la sociedad está dispuesta a reconocer sus talentos.
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A la hora de comer IV
DEJA QUE TU NIÑO COMA LO QUE QUIERA
No hay nada más difícil que lidiar con un niño que no quiere comer ¿Qué sólo quiere pastas, milanesas de pollo o papitas fritas? ¡Deja que lo haga a su modo! Nuevas tendencias nutricionistas europeas proponen revolucionarias pautas de alimentación que riñen con viejos criterios
Equipo Editorial de Mis Niños y Yo
.Jóvenes europeos especialistas en nutrición proponen revolucionarias pautas de alimentación para los niños, basadas no sólo en la idea de que, si bien es verdad que el organismo necesita de un menú balanceado para mantenerse saludable, no es menos cierto que el acto de comer debe ser agradable y no frustrante. Compartimos contigo estas novedosas propuestas, no sin antes cumplir con el sagrado precepto de advertirte que antes de seguir al pie de la letra sus recomendaciones, debes consultar con el pediatra. Él es quien, en definitiva, tiene la última palabra.
Frituras
No es necesario que los niños se priven de este delicioso alimento. Se puede consumir frituras una o dos veces por semana, no más, porque son verdaderas succionadoras de aceite. Prohibirle las frituras crea en el niño una frustración inútil. Si se le reprime en este sentido, termina por tener una fijación por el alimento y se atormentará. Si, en cambio, las consume regularmente, se evita este peligro. En lo que respecta a la comida rápida , elige la fritura mediana antes que la grande, que nunca termina... muerdes y muerdes y parece no acabarse.
Las pastas y el arroz
Este es, sin duda, el dúo ganador para los niños de entre cuatro y ocho años ¿Tus hijos piden pastas y arroz todos los días? ¡Pues que los coman todos los días! Una cucharada de mantequilla, queso rallado (en este caso suprima los lácteos en el postre) y pulpa de tomate (preferibles a las salsas cocinadas) son buenos acompañantes. La mantequilla aporta calcio y vitamina A, la pulpa de tomate vitaminas y fibras y el queso, calcio y proteínas.
Carne molida
¿Fracasa todo intento por hacer que tu hijo coma otra cosa? No tiene ninguna importancia. La carne de res -molida o no-, posee excelentes cualidades. Si tu hijo tiene más de cinco años dale carne calculando alrededor de 100 gramos por comida y, si es de menor edad, 80 gramos serán suficientes. Si por el contrario, él se niega a tragar siquiera un trozo de carne roja, reemplázalo por pollo, pescado o huevos.
Las hamburguesas
Esta es una palabra que resuena dolorosamente en los oídos maternos... Afortunadamente, "las mejores están en los sitios de comida rápida", dicen los niños. Podemos, por tanto, limitar los daños, pero cuando decidimos ir ¡vamos! Debemos aprovechar para no salir de ese lugar feliz (para los pequeños) con una frustración en el estómago. Deja que el niño escoja lo que le plazca, en cantidades razonables, y no regreses a ese lugar -u otro similar- antes de quince días.
Pizzas
La pizza, desde el punto de vista de esta nueva tendencia nutricionista europea, es casi perfecta: la masa es una verdadera fuente de energía para el día y se le puede poner todo lo que se quiera encima, incluidos vegetales (una buena forma de lograr que los niños los ingieran), carne, huevos, queso. En síntesis, este es un almuerzo completo sobre pan una o dos veces por semana que no acarrea ningún problema, sobretodo si termina con una fruta a modo de postre.
Milanesas de pollo y nugets
A todos los niños les encantan ¿Sólo comen pollo en esta forma?... No importa, cede ante ese "caprichito". Ten en cuenta, sin embargo, que la cubierta del pollo es una esponja para aceite. A fin de reducir los daños, para cocer el pollo utiliza una sartén de teflón apenas engrasada de aceite. Si tienes algo de tiempo, prepara un empanizado casero: clara de huevo batida mezclada con pan rallado.
Charcutería
Si las tienes, deja atrás esas anticuadas ideas acerca de que la charcutería, tiene más grasa que la carne. Son varios los estudios que demuestran que, en cualquiera de sus presentaciones, contiene cerca de 50% de ácidos grasos monoinsaturados necesarios para los niños y por tanto puedes darles jamón, salchichón y salchichas. Procura en todo caso que los productos que consuman sean de marca reconocida. Debes saber que un sandwich con pan y cualquiera de estos productos de charcutería constituye una comida equilibrada, si está acompañado de un lácteo y una fruta.
Los huevos
La mayoría de los niños adora los huevos, aunque casi siempre bajo los formatos "duro" o "tibio" (pasado por agua). Al contrario de las ideas comúnmente aceptadas, pueden comer la cantidad que quieran. No hay riesgo de que sufran crisis de hígado, lo cual sólo existe en la tradición de nuestras abuelas. Evidentemente, no se trata de darles huevos en todas las comidas, pero un niño puede consumir hasta seis huevos por semana sin problema. La única precaución a tomar es que en períodos de contaminación bacterial de salmonella, es mejor evitar los huevos tibios y preferir los duros o en tortilla cocidos al enos por siete minutos.
Yogur
Los potecitos de yogur que contienen trozos de frutas y cereales pueden ser consumidos sin ningún problema, con la condición de que se completen con una fruta fresca, ya que aquellos proveen componentes de poco valor alimenticio. Sin embargo, el yogur aromatizado (ese que huele y sabe a fruta pero no contiene fruta) es más bien desaconsejable ya que contiene mucho azúcar y no aporta más valor que un yogur natural.
En cuanto a los quesos fundidos estos gozan de un éxito enorme y encuentran un lugar especial en la lonchera para llenar el ratico del recreo. No hay inconveniente en dárselos, sin olvidar que estos tipos de queso contienen menos calcio que los duros.
El desayuno: algo nuevo
Durante mucho tiempo hemos dicho que el desayuno debía cubrir, sin lugar a discusión, 25% de las necesidades alimenticias cotidianas de los niños. Esta afirmación nos ha transformado en pedigüeños ansiosos de la fuente del cereal ("anda, sólo una cucharada"). Pues bien, ¡asunto terminado! Los estudios actuales demuestran que un desayuno que cubra de 15 a 20% de los aportes alimenticios del día es más que suficiente para un niño.
El desayuno debe convertirse, por tanto, en un momento de libertad. Generalmente a los niños, a primera hora de la mañana, les cuesta salir a flote y necesitan abrir su apetito con alimentos que les resulten placenteros. Ya se trate de cereales, pan, chocolates derretidos, yogur, queso, o bien compotas de frutas frescas, no habrá ningún problema. Permítele a tu pequeño hacer la selección y confía en él ya que los niños son maestros del control de su alimentación en función de sus necesidades. Si lo ves lanzarse exageradamente sobre los lácteos varios días seguidos, éste es el signo evidente de una necesidad de calcio.
Un niño que no es presionado por sus padres a causa de la comida tendrá un comportamiento sereno (ni rechazo ni ansiedad) frente a los alimentos. Por ejemplo, un delicioso y tradicional pan con mantequilla y mermelada, es perfecto para el desayuno y mejor aún si se come acompañado de un vaso de leche o alguna bebida achocolatada.
¿Y los caramelos?
¿Cómo sería la infancia sin dulces de todas las formas, colores y sabores? No lo prives del placer de saborearlos (salvo contraindicación médica). Sin lugar a dudas hay que darles caramelos a los niños. Los alimentos no sólo tienen una función nutritiva, son también objetos de placer, de intercambio y de agrado. En el caso de los caramelos puedes dejar a tu hijo sumergir la mano en la bolsa sin remordimiento alguno, después de las comidas, sin pasar de tres o cuatro caramelos y sin olvidar el cepillado de los dientes al terminar de comer.
http://www.tupediatra.com/mnyy/alimentacion/mnyy19.htm
No hay nada más difícil que lidiar con un niño que no quiere comer ¿Qué sólo quiere pastas, milanesas de pollo o papitas fritas? ¡Deja que lo haga a su modo! Nuevas tendencias nutricionistas europeas proponen revolucionarias pautas de alimentación que riñen con viejos criterios
Equipo Editorial de Mis Niños y Yo
.Jóvenes europeos especialistas en nutrición proponen revolucionarias pautas de alimentación para los niños, basadas no sólo en la idea de que, si bien es verdad que el organismo necesita de un menú balanceado para mantenerse saludable, no es menos cierto que el acto de comer debe ser agradable y no frustrante. Compartimos contigo estas novedosas propuestas, no sin antes cumplir con el sagrado precepto de advertirte que antes de seguir al pie de la letra sus recomendaciones, debes consultar con el pediatra. Él es quien, en definitiva, tiene la última palabra.
Frituras
No es necesario que los niños se priven de este delicioso alimento. Se puede consumir frituras una o dos veces por semana, no más, porque son verdaderas succionadoras de aceite. Prohibirle las frituras crea en el niño una frustración inútil. Si se le reprime en este sentido, termina por tener una fijación por el alimento y se atormentará. Si, en cambio, las consume regularmente, se evita este peligro. En lo que respecta a la comida rápida , elige la fritura mediana antes que la grande, que nunca termina... muerdes y muerdes y parece no acabarse.
Las pastas y el arroz
Este es, sin duda, el dúo ganador para los niños de entre cuatro y ocho años ¿Tus hijos piden pastas y arroz todos los días? ¡Pues que los coman todos los días! Una cucharada de mantequilla, queso rallado (en este caso suprima los lácteos en el postre) y pulpa de tomate (preferibles a las salsas cocinadas) son buenos acompañantes. La mantequilla aporta calcio y vitamina A, la pulpa de tomate vitaminas y fibras y el queso, calcio y proteínas.
Carne molida
¿Fracasa todo intento por hacer que tu hijo coma otra cosa? No tiene ninguna importancia. La carne de res -molida o no-, posee excelentes cualidades. Si tu hijo tiene más de cinco años dale carne calculando alrededor de 100 gramos por comida y, si es de menor edad, 80 gramos serán suficientes. Si por el contrario, él se niega a tragar siquiera un trozo de carne roja, reemplázalo por pollo, pescado o huevos.
Las hamburguesas
Esta es una palabra que resuena dolorosamente en los oídos maternos... Afortunadamente, "las mejores están en los sitios de comida rápida", dicen los niños. Podemos, por tanto, limitar los daños, pero cuando decidimos ir ¡vamos! Debemos aprovechar para no salir de ese lugar feliz (para los pequeños) con una frustración en el estómago. Deja que el niño escoja lo que le plazca, en cantidades razonables, y no regreses a ese lugar -u otro similar- antes de quince días.
Pizzas
La pizza, desde el punto de vista de esta nueva tendencia nutricionista europea, es casi perfecta: la masa es una verdadera fuente de energía para el día y se le puede poner todo lo que se quiera encima, incluidos vegetales (una buena forma de lograr que los niños los ingieran), carne, huevos, queso. En síntesis, este es un almuerzo completo sobre pan una o dos veces por semana que no acarrea ningún problema, sobretodo si termina con una fruta a modo de postre.
Milanesas de pollo y nugets
A todos los niños les encantan ¿Sólo comen pollo en esta forma?... No importa, cede ante ese "caprichito". Ten en cuenta, sin embargo, que la cubierta del pollo es una esponja para aceite. A fin de reducir los daños, para cocer el pollo utiliza una sartén de teflón apenas engrasada de aceite. Si tienes algo de tiempo, prepara un empanizado casero: clara de huevo batida mezclada con pan rallado.
Charcutería
Si las tienes, deja atrás esas anticuadas ideas acerca de que la charcutería, tiene más grasa que la carne. Son varios los estudios que demuestran que, en cualquiera de sus presentaciones, contiene cerca de 50% de ácidos grasos monoinsaturados necesarios para los niños y por tanto puedes darles jamón, salchichón y salchichas. Procura en todo caso que los productos que consuman sean de marca reconocida. Debes saber que un sandwich con pan y cualquiera de estos productos de charcutería constituye una comida equilibrada, si está acompañado de un lácteo y una fruta.
Los huevos
La mayoría de los niños adora los huevos, aunque casi siempre bajo los formatos "duro" o "tibio" (pasado por agua). Al contrario de las ideas comúnmente aceptadas, pueden comer la cantidad que quieran. No hay riesgo de que sufran crisis de hígado, lo cual sólo existe en la tradición de nuestras abuelas. Evidentemente, no se trata de darles huevos en todas las comidas, pero un niño puede consumir hasta seis huevos por semana sin problema. La única precaución a tomar es que en períodos de contaminación bacterial de salmonella, es mejor evitar los huevos tibios y preferir los duros o en tortilla cocidos al enos por siete minutos.
Yogur
Los potecitos de yogur que contienen trozos de frutas y cereales pueden ser consumidos sin ningún problema, con la condición de que se completen con una fruta fresca, ya que aquellos proveen componentes de poco valor alimenticio. Sin embargo, el yogur aromatizado (ese que huele y sabe a fruta pero no contiene fruta) es más bien desaconsejable ya que contiene mucho azúcar y no aporta más valor que un yogur natural.
En cuanto a los quesos fundidos estos gozan de un éxito enorme y encuentran un lugar especial en la lonchera para llenar el ratico del recreo. No hay inconveniente en dárselos, sin olvidar que estos tipos de queso contienen menos calcio que los duros.
El desayuno: algo nuevo
Durante mucho tiempo hemos dicho que el desayuno debía cubrir, sin lugar a discusión, 25% de las necesidades alimenticias cotidianas de los niños. Esta afirmación nos ha transformado en pedigüeños ansiosos de la fuente del cereal ("anda, sólo una cucharada"). Pues bien, ¡asunto terminado! Los estudios actuales demuestran que un desayuno que cubra de 15 a 20% de los aportes alimenticios del día es más que suficiente para un niño.
El desayuno debe convertirse, por tanto, en un momento de libertad. Generalmente a los niños, a primera hora de la mañana, les cuesta salir a flote y necesitan abrir su apetito con alimentos que les resulten placenteros. Ya se trate de cereales, pan, chocolates derretidos, yogur, queso, o bien compotas de frutas frescas, no habrá ningún problema. Permítele a tu pequeño hacer la selección y confía en él ya que los niños son maestros del control de su alimentación en función de sus necesidades. Si lo ves lanzarse exageradamente sobre los lácteos varios días seguidos, éste es el signo evidente de una necesidad de calcio.
Un niño que no es presionado por sus padres a causa de la comida tendrá un comportamiento sereno (ni rechazo ni ansiedad) frente a los alimentos. Por ejemplo, un delicioso y tradicional pan con mantequilla y mermelada, es perfecto para el desayuno y mejor aún si se come acompañado de un vaso de leche o alguna bebida achocolatada.
¿Y los caramelos?
¿Cómo sería la infancia sin dulces de todas las formas, colores y sabores? No lo prives del placer de saborearlos (salvo contraindicación médica). Sin lugar a dudas hay que darles caramelos a los niños. Los alimentos no sólo tienen una función nutritiva, son también objetos de placer, de intercambio y de agrado. En el caso de los caramelos puedes dejar a tu hijo sumergir la mano en la bolsa sin remordimiento alguno, después de las comidas, sin pasar de tres o cuatro caramelos y sin olvidar el cepillado de los dientes al terminar de comer.
http://www.tupediatra.com/mnyy/alimentacion/mnyy19.htm
A la hora de comer III
CUANDO LOS NIÑOS NO COMEN: GUÍA PARA PADRES
Dr. Julián Lirio Casero(Autor del Libro: Niños...¡A comer!)
La anorexia infantil es un motivo muy frecuente de consulta al pediatra, fuente de graves conflictos familiares y causa de hondas preocupaciones. Para muchos padres, el término anorexia les parecerá de extrema gravedad, probablemente por asociación con la anorexia nerviosa del adolescente, un cuadro clínico radicalmente distinto que aparece en otro momento de la vida (cercano a la pubertad) y con importantes implicaciones psiquiátricas y somáticas. En realidad anorexia, es la palabra con la que designamos técnicamente la falta de apetito. Simple y llanamente.
En la infancia la inapetencia puede responder a enfermedades orgánicas, ya sean agudas (como el caso de un catarro o unas anginas), o crónicas (como la que acompaña a las enfermedades digestivas); pero también puede haber anorexias de causa psicógena, con formas simples y transitorias como las que aparecen tras el destete, el nacimiento de un nuevo hermanito, la entrada en la guardería o la interrupción del contacto con la madre, y formas más complejas como la denominada anorexia esencial de la infancia que puede llegar a afectar a uno de cada 3 niños menores de 8 años. De hecho, una circunstancia puntual como la interrupción de la lactancia materna puede ser el percutor o precipitante que desencadene una anorexia infantil crónica. Podemos decir que un niño sufre este tipo de anorexia esencial cuando existe dificultad persistente para comer adecuadamente (esto es, con incapacidad significativa para aumentar de peso).
Consideramos que el trastorno es persistente cuando nos lo encontramos sistemáticamente todos los días durante, al menos, un mes y siempre que no exista una enfermedad orgánica, un trastorno mental importante o una falta de disponibilidad de alimento que lo justifiquen. El problema suele aparecer antes de los 6 años, aunque puede prolongarse durante más tiempo.Cuando analizamos las causas del estancamiento de peso vinculadas a falta de apetito, nos encontramos que sólo el 20 al 35 % de los niños que no consiguen ganar peso tienen un problema orgánico tangible y más del 50 % tienen dificultades en el entorno familiar, social o psicológico. El resto, son casos en los que no se llega a averiguar la causa nunca, aunque habitualmente mejoran de una forma espontánea e impredecible tras un período más o menos prolongado de tiempo.¿Por qué no comen los niños? Pues puede ocurrir por motivos diversos que pueden ser distintos para cada pequeño. Junto con los condicionantes psicológicos (celos del hermanito...) y las enfermedades orgánicas que ya he mencionado (erupción dental...), se pueden identificar otros factores que influyen sobremanera en la conducta alimentaria de muchos inapetentes, como por ejemplo la personalidad.
Así podemos observar cómo los niños más inteligentes o aquellos “movidos” a los que los médicos llamamos hiperkinéticos tienden a comer poco. En unos y en otros porque el hecho mismo de la comida representa una pérdida de tiempo, un período durante el cual no pueden disfrutar de su insaciable actividad exploradora del medio; bien por su afán de aprendizaje en el primero de los casos; bien por su incapacidad manifiesta para concentrarse en una tarea, siquiera unos minutos, en el segundo supuesto.En ocasiones no hay ningún problema, simplemente su incapacidad para comer todo lo que les ofrecemos tiene que ver con el ritmo de su desarrollo psicomotor, porque del mismo modo que no todos los niños comienzan a caminar o a controlar la orina al mismo tiempo, ciertos muchachos tardan en apreciar la riqueza de matices de una alimentación variada. Algunos niños incluso experimentan, a lo largo de su maduración, un período regresivo en el que disfrutan volviendo a un momento más antiguo de su niñez. De repente hablan como bebés o utilizan nuevamente el chupete y, por supuesto, desean volver al biberón aún después de haber superado la cuchara. Es como si quisieran quedarse enquistados en una fase anterior y profundamente infantil para disfrutar de todos sus privilegios. A esta situación, los psicólogos la llaman “síndrome de Peter Pan” en clara alusión a ese personaje de los cuentos que vivió permanentemente como un niño, sin madurar, sin crecer. También puede ocurrir que un niño rechace algunos alimentos concretos o el mismo hecho de comer por situaciones desagradables vividas con anterioridad. Tal ocurre cuando les hacemos comer bajo presiones o amenazas, convirtiendo un hecho fisiológico (comer) en una lamentable obligación. Desde luego, si castigamos sistemáticamente a un niño para conseguir que se termine un vaso de leche, es harto probable que la acabe aborreciendo para el resto de sus días. En cambio nos maravillamos viendo cómo los niños disfrutan con algunas comidas (casi siempre las mismas para toda la chiquillería), que ya de por sí tienen sabores agradables, y que además ofrecemos en atmósferas gratificantes como bodas, cumpleaños, pizzerías, hamburgueserías o en relación con distintas celebraciones o salidas del ámbito doméstico.Por cierto, debo aclarar que el gusto por los sabores dulces y las sustancias grasas es innato en la especie humana. Si nosotros colocamos una sonda y hacemos llegar hasta el líquido amniótico una sustancia dulce, podemos comprobar por medio de ecografías cómo el feto comenzará a chupar vigorosamente. Justo ocurrirá lo contrario si instilamos una solución salina. Y algo parecido ocurrirá si mojamos nuestro dedo alternativamente con azúcar o sal y lo damos a chupar a un recién nacido. Es decir, venimos “programados” para apreciar las golosinas, probablemente porque el primer alimento que tomamos, la leche materna, es ligeramente dulzón.
La introducción del problema de los sabores me permite hablar ahora del dilema de los omnívoros: la neofobia. Los humanos, como seres omnívoros, debemos hacer una dieta basada en todos los componentes de nuestro entorno: frutas, verduras, tubérculos, carne, pescado, vísceras, leche, huevos, legumbres, etc. Sin embargo, nuestra especie se ha tenido que enfrentar en sucesivas ocasiones a un mismo dilema: por una parte estamos llamados por la naturaleza a probar todos los elementos potencialmente nutritivos que nos ofrece, pero por otra parte sabemos que algunos de esos productos pueden ser tóxicos o letales. Ese es el gran dilema.
¿Cómo lo han resuelto los hombres de las cavernas?
Tomando pequeñas cantidades de esos alimentos nuevos, porque a veces ocurre que una pequeña cantidad de un tóxico puede ser bien aceptada o, al menos, no resultar mortal. Si la experiencia no resultaba contraproducente iban ingiriendo en mayor cantidad y con mayor confianza. Esa pauta que nos ha protegido como especie ha quedado sellada en nuestros genes, por eso los bebés de nuestros días recelan de todos los alimentos que les presentamos tras el destete y se aproximan a ellos con gran precaución o con un rechazo franco (neofobia). Entendiendo ese principio descifraremos porqué la primera vez que les damos un puré lo tocan, juegan con él y finalmente prueban una mínima cantidad (probablemente con el dedo), nunca un plato repleto. Con el tiempo, tras 8-10 contactos, dejará de mostrarse suspicaz y determinará que ese plato pase al cajón subconsciente de las preferencias o de las aversiones.Como decía antes, venimos de fábrica con una apetencia innata para los sabores dulces. Generalmente los platos que más apreciamos son alimentos grasos, y eso viene motivado porque las sustancias que dan sabor y olor a las comidas son solubles en grasas. Al nacer sólo reconocemos los sabores dulces y salados, con el paso del tiempo nos acostumbraremos a los ácidos mientras que detectaremos y, en general, evitaremos por siempre los gustos amargos, quizá también porque los venenos de la naturaleza vienen marcados con esa cualidad.
Por último quiero puntualizar un aspecto muy relevante para el apetito que muchos pasan por alto y es el hecho mismo del crecimiento. No tenemos más que observar una gráfica o curva de peso y talla infantil para comprobar la alta velocidad de desarrollo de los niños en los primeros meses de vida. Cualquiera de nuestros hijos duplica el peso del nacimiento a los 5 meses, lo triplica al año, pero ya no lo cuadriplica hasta los 2 años. Eso significa que los padres van a ser testigos de una llamativa conducta por la que el niño deja de comer aquellos platos rebosantes a los que les tenía acostumbrados a partir de los 12-18 meses, y la explicación resulta simple y evidente: su ritmo de crecimiento se ha ralentizado y no precisa las mismas calorías de antes. Así se mantendrá, más inapetente, hasta que llegue el tirón de crecimiento propio de la pubertad.
Y entre tanto ¿qué ocurre con estos padres? Los padres, especialmente las madres, se manifiestan fracasados y frustrados. Sienten que los niños representan un gran enigma sin soluciones y echan de menos ese manual de instrucciones que acompaña hasta al electrodoméstico más pequeño. Temen que sus hijos vayan a morir de inanición y, sobre todo, se sienten culpables. Sí, los padres nos sentimos responsables incluso de tener un hijo con Síndrome de Down cuando ciertamente no jugamos ningún papel. Sin embargo, el mayor capital es nuestro deseo de alcanzar el éxito aunque ello comporte algunos sonoros fracasos. La solución está en cada padre y en cada madre, y la orienta cada hijo. Primero tenemos que trazar nuestros objetivos. El principal de todos ellos, en materia de alimentación, es que nuestros hijos crezcan adecuadamente. La meta secundaria es hacerlo evitando enfermedades carenciales con una sabia distribución de las comidas por grupos de alimentos, y sólo en tercer lugar perseguiremos que nuestros hijos alcancen una dieta variada, casi sin limitaciones, incluso dentro de cada grupo. Este último punto puede demorarse más años de los que estemos dispuestos a esperar, pero depende del ritmo de cada niño y debemos ser respetuosos con él. Ser condescendientes con determinadas situaciones no implica mantener una relación tiránica dominada por los niños.
¿Cómo solucionaremos la inapetencia de nuestros retoños? Debemos luchar en dos frentes: fomentando el apetito (platos vistosos, vajillas atractivas, comidas encubiertas...) pero sobre todo recuperando el circuito normal de hambre-saciedad en el niño estimulando el ejercicio, imponiendo tiempos cortos a las comidas y dejando parte del control de la alimentación al niño, esto es, permitiéndole que regule la cantidad de comida ya que nosotros gobernamos los otros dos: el intervalo entre las tomas y el tipo de alimento.Como hemos visto hay una viva diferencia entre hambre y apetito. El hambre es un impulso mientras que el apetito es un hábito que vamos modificando. Hambre es lo que sentimos cuando llevamos muchas horas sin alimentarnos, apetito es esa fuerza que nos convida a pedir un suculento postre después de una opulenta comida en nuestro restaurante favorito pese a estar llenos. Muchos de nuestros hijos tienen mal apetito porque no les hemos dejado que sientan nunca hambre. Además el apetito tiene mucho que ver con algunos elementos externos que se han ido repitiendo durante el aprendizaje normal de las costumbres: el babero, la mesa, la servilleta, el rincón de la cocina donde siempre se desayuna. Esos hábitos cotidianos son muy distintos en diferentes lugares. Así en algunas regiones del planeta comer bien es hacerlo de pie en la órbita del fuego del campamento mientras se festeja con una danza, en otras será utilizando unos palillos y reclinados en el suelo. Para nosotros es lograrlo manejando los cubiertos y sentados alrededor de una mesa.
¿Existe alguna fórmula mejor que las demás? Yo pienso que no existe una manera universal, todas son igual de válidas siempre que estén aceptadas por el resto de nuestro entorno. La forma en la que alimentáis a vuestros hijos, aunque sea persiguiéndole por toda la casa, puede ser buena, pero debemos preguntarnos si será bien asumida por la sociedad en la que vivimos y, lo que es más importante, si en algún momento no nos cansaremos de mantener esos malos hábitos adquiridos.
Dr. Julián Lirio Casero(Autor del Libro: Niños...¡A comer!)
La anorexia infantil es un motivo muy frecuente de consulta al pediatra, fuente de graves conflictos familiares y causa de hondas preocupaciones. Para muchos padres, el término anorexia les parecerá de extrema gravedad, probablemente por asociación con la anorexia nerviosa del adolescente, un cuadro clínico radicalmente distinto que aparece en otro momento de la vida (cercano a la pubertad) y con importantes implicaciones psiquiátricas y somáticas. En realidad anorexia, es la palabra con la que designamos técnicamente la falta de apetito. Simple y llanamente.
En la infancia la inapetencia puede responder a enfermedades orgánicas, ya sean agudas (como el caso de un catarro o unas anginas), o crónicas (como la que acompaña a las enfermedades digestivas); pero también puede haber anorexias de causa psicógena, con formas simples y transitorias como las que aparecen tras el destete, el nacimiento de un nuevo hermanito, la entrada en la guardería o la interrupción del contacto con la madre, y formas más complejas como la denominada anorexia esencial de la infancia que puede llegar a afectar a uno de cada 3 niños menores de 8 años. De hecho, una circunstancia puntual como la interrupción de la lactancia materna puede ser el percutor o precipitante que desencadene una anorexia infantil crónica. Podemos decir que un niño sufre este tipo de anorexia esencial cuando existe dificultad persistente para comer adecuadamente (esto es, con incapacidad significativa para aumentar de peso).
Consideramos que el trastorno es persistente cuando nos lo encontramos sistemáticamente todos los días durante, al menos, un mes y siempre que no exista una enfermedad orgánica, un trastorno mental importante o una falta de disponibilidad de alimento que lo justifiquen. El problema suele aparecer antes de los 6 años, aunque puede prolongarse durante más tiempo.Cuando analizamos las causas del estancamiento de peso vinculadas a falta de apetito, nos encontramos que sólo el 20 al 35 % de los niños que no consiguen ganar peso tienen un problema orgánico tangible y más del 50 % tienen dificultades en el entorno familiar, social o psicológico. El resto, son casos en los que no se llega a averiguar la causa nunca, aunque habitualmente mejoran de una forma espontánea e impredecible tras un período más o menos prolongado de tiempo.¿Por qué no comen los niños? Pues puede ocurrir por motivos diversos que pueden ser distintos para cada pequeño. Junto con los condicionantes psicológicos (celos del hermanito...) y las enfermedades orgánicas que ya he mencionado (erupción dental...), se pueden identificar otros factores que influyen sobremanera en la conducta alimentaria de muchos inapetentes, como por ejemplo la personalidad.
Así podemos observar cómo los niños más inteligentes o aquellos “movidos” a los que los médicos llamamos hiperkinéticos tienden a comer poco. En unos y en otros porque el hecho mismo de la comida representa una pérdida de tiempo, un período durante el cual no pueden disfrutar de su insaciable actividad exploradora del medio; bien por su afán de aprendizaje en el primero de los casos; bien por su incapacidad manifiesta para concentrarse en una tarea, siquiera unos minutos, en el segundo supuesto.En ocasiones no hay ningún problema, simplemente su incapacidad para comer todo lo que les ofrecemos tiene que ver con el ritmo de su desarrollo psicomotor, porque del mismo modo que no todos los niños comienzan a caminar o a controlar la orina al mismo tiempo, ciertos muchachos tardan en apreciar la riqueza de matices de una alimentación variada. Algunos niños incluso experimentan, a lo largo de su maduración, un período regresivo en el que disfrutan volviendo a un momento más antiguo de su niñez. De repente hablan como bebés o utilizan nuevamente el chupete y, por supuesto, desean volver al biberón aún después de haber superado la cuchara. Es como si quisieran quedarse enquistados en una fase anterior y profundamente infantil para disfrutar de todos sus privilegios. A esta situación, los psicólogos la llaman “síndrome de Peter Pan” en clara alusión a ese personaje de los cuentos que vivió permanentemente como un niño, sin madurar, sin crecer. También puede ocurrir que un niño rechace algunos alimentos concretos o el mismo hecho de comer por situaciones desagradables vividas con anterioridad. Tal ocurre cuando les hacemos comer bajo presiones o amenazas, convirtiendo un hecho fisiológico (comer) en una lamentable obligación. Desde luego, si castigamos sistemáticamente a un niño para conseguir que se termine un vaso de leche, es harto probable que la acabe aborreciendo para el resto de sus días. En cambio nos maravillamos viendo cómo los niños disfrutan con algunas comidas (casi siempre las mismas para toda la chiquillería), que ya de por sí tienen sabores agradables, y que además ofrecemos en atmósferas gratificantes como bodas, cumpleaños, pizzerías, hamburgueserías o en relación con distintas celebraciones o salidas del ámbito doméstico.Por cierto, debo aclarar que el gusto por los sabores dulces y las sustancias grasas es innato en la especie humana. Si nosotros colocamos una sonda y hacemos llegar hasta el líquido amniótico una sustancia dulce, podemos comprobar por medio de ecografías cómo el feto comenzará a chupar vigorosamente. Justo ocurrirá lo contrario si instilamos una solución salina. Y algo parecido ocurrirá si mojamos nuestro dedo alternativamente con azúcar o sal y lo damos a chupar a un recién nacido. Es decir, venimos “programados” para apreciar las golosinas, probablemente porque el primer alimento que tomamos, la leche materna, es ligeramente dulzón.
La introducción del problema de los sabores me permite hablar ahora del dilema de los omnívoros: la neofobia. Los humanos, como seres omnívoros, debemos hacer una dieta basada en todos los componentes de nuestro entorno: frutas, verduras, tubérculos, carne, pescado, vísceras, leche, huevos, legumbres, etc. Sin embargo, nuestra especie se ha tenido que enfrentar en sucesivas ocasiones a un mismo dilema: por una parte estamos llamados por la naturaleza a probar todos los elementos potencialmente nutritivos que nos ofrece, pero por otra parte sabemos que algunos de esos productos pueden ser tóxicos o letales. Ese es el gran dilema.
¿Cómo lo han resuelto los hombres de las cavernas?
Tomando pequeñas cantidades de esos alimentos nuevos, porque a veces ocurre que una pequeña cantidad de un tóxico puede ser bien aceptada o, al menos, no resultar mortal. Si la experiencia no resultaba contraproducente iban ingiriendo en mayor cantidad y con mayor confianza. Esa pauta que nos ha protegido como especie ha quedado sellada en nuestros genes, por eso los bebés de nuestros días recelan de todos los alimentos que les presentamos tras el destete y se aproximan a ellos con gran precaución o con un rechazo franco (neofobia). Entendiendo ese principio descifraremos porqué la primera vez que les damos un puré lo tocan, juegan con él y finalmente prueban una mínima cantidad (probablemente con el dedo), nunca un plato repleto. Con el tiempo, tras 8-10 contactos, dejará de mostrarse suspicaz y determinará que ese plato pase al cajón subconsciente de las preferencias o de las aversiones.Como decía antes, venimos de fábrica con una apetencia innata para los sabores dulces. Generalmente los platos que más apreciamos son alimentos grasos, y eso viene motivado porque las sustancias que dan sabor y olor a las comidas son solubles en grasas. Al nacer sólo reconocemos los sabores dulces y salados, con el paso del tiempo nos acostumbraremos a los ácidos mientras que detectaremos y, en general, evitaremos por siempre los gustos amargos, quizá también porque los venenos de la naturaleza vienen marcados con esa cualidad.
Por último quiero puntualizar un aspecto muy relevante para el apetito que muchos pasan por alto y es el hecho mismo del crecimiento. No tenemos más que observar una gráfica o curva de peso y talla infantil para comprobar la alta velocidad de desarrollo de los niños en los primeros meses de vida. Cualquiera de nuestros hijos duplica el peso del nacimiento a los 5 meses, lo triplica al año, pero ya no lo cuadriplica hasta los 2 años. Eso significa que los padres van a ser testigos de una llamativa conducta por la que el niño deja de comer aquellos platos rebosantes a los que les tenía acostumbrados a partir de los 12-18 meses, y la explicación resulta simple y evidente: su ritmo de crecimiento se ha ralentizado y no precisa las mismas calorías de antes. Así se mantendrá, más inapetente, hasta que llegue el tirón de crecimiento propio de la pubertad.
Y entre tanto ¿qué ocurre con estos padres? Los padres, especialmente las madres, se manifiestan fracasados y frustrados. Sienten que los niños representan un gran enigma sin soluciones y echan de menos ese manual de instrucciones que acompaña hasta al electrodoméstico más pequeño. Temen que sus hijos vayan a morir de inanición y, sobre todo, se sienten culpables. Sí, los padres nos sentimos responsables incluso de tener un hijo con Síndrome de Down cuando ciertamente no jugamos ningún papel. Sin embargo, el mayor capital es nuestro deseo de alcanzar el éxito aunque ello comporte algunos sonoros fracasos. La solución está en cada padre y en cada madre, y la orienta cada hijo. Primero tenemos que trazar nuestros objetivos. El principal de todos ellos, en materia de alimentación, es que nuestros hijos crezcan adecuadamente. La meta secundaria es hacerlo evitando enfermedades carenciales con una sabia distribución de las comidas por grupos de alimentos, y sólo en tercer lugar perseguiremos que nuestros hijos alcancen una dieta variada, casi sin limitaciones, incluso dentro de cada grupo. Este último punto puede demorarse más años de los que estemos dispuestos a esperar, pero depende del ritmo de cada niño y debemos ser respetuosos con él. Ser condescendientes con determinadas situaciones no implica mantener una relación tiránica dominada por los niños.
¿Cómo solucionaremos la inapetencia de nuestros retoños? Debemos luchar en dos frentes: fomentando el apetito (platos vistosos, vajillas atractivas, comidas encubiertas...) pero sobre todo recuperando el circuito normal de hambre-saciedad en el niño estimulando el ejercicio, imponiendo tiempos cortos a las comidas y dejando parte del control de la alimentación al niño, esto es, permitiéndole que regule la cantidad de comida ya que nosotros gobernamos los otros dos: el intervalo entre las tomas y el tipo de alimento.Como hemos visto hay una viva diferencia entre hambre y apetito. El hambre es un impulso mientras que el apetito es un hábito que vamos modificando. Hambre es lo que sentimos cuando llevamos muchas horas sin alimentarnos, apetito es esa fuerza que nos convida a pedir un suculento postre después de una opulenta comida en nuestro restaurante favorito pese a estar llenos. Muchos de nuestros hijos tienen mal apetito porque no les hemos dejado que sientan nunca hambre. Además el apetito tiene mucho que ver con algunos elementos externos que se han ido repitiendo durante el aprendizaje normal de las costumbres: el babero, la mesa, la servilleta, el rincón de la cocina donde siempre se desayuna. Esos hábitos cotidianos son muy distintos en diferentes lugares. Así en algunas regiones del planeta comer bien es hacerlo de pie en la órbita del fuego del campamento mientras se festeja con una danza, en otras será utilizando unos palillos y reclinados en el suelo. Para nosotros es lograrlo manejando los cubiertos y sentados alrededor de una mesa.
¿Existe alguna fórmula mejor que las demás? Yo pienso que no existe una manera universal, todas son igual de válidas siempre que estén aceptadas por el resto de nuestro entorno. La forma en la que alimentáis a vuestros hijos, aunque sea persiguiéndole por toda la casa, puede ser buena, pero debemos preguntarnos si será bien asumida por la sociedad en la que vivimos y, lo que es más importante, si en algún momento no nos cansaremos de mantener esos malos hábitos adquiridos.
A la hora de comer II
¡A comer se ha dicho!
Fórmulas para lograr que tu niño acepte una dieta balanceada
Muchos niños no reciben la alimentación necesaria. Cuando están chicos la responsabilidad es de los padres para que no crezcan con desórdenes alimenticios que desencadenen en problemas mayores. Los alimentos “tradicionales” (leche, frutas, vegetales y pescado, entre otros) parecen estar perdiendo la batalla contra las “chuchis”(chocolates, chicles y caramelos).¿Cómo puedes hacer para que tus hijos coman de todo?
Equipo Editorial de Mis Niños y YO
En un día cualquiera, toda madre debe hacer las veces de “vendedor estrella” para lograr que el niño acepte la idea de que, además de ser necesarios, no todos los vegetales son feos ni saben mal. Hasta ahí, sólo 50% de la batalla ha sido ganada; todavía falta algo muchísimo más complicado: lograr que abra la boca y se coma el vegetal en cuestión. Es entonces cuando salen a relucir dotes histriónicas de los que nadie nunca tuvo conocimiento e, incluso, hasta alguno que otro truco de magia.
Ante la lucha monótona que se desata en la cocina todos los días, no pocas son las madres que tiran la toalla al tercer asalto y algunas, ni pasan del primero. Pero, sentimientos de culpa devienen: ellas saben que es importante que el niño mantenga una dieta sana, pero el problema estriba en que no saben cómo hacer para llevar la idea a cabo.
El ensayo y error siguen siendo la mejor manera para saber qué funciona mejor en la carrera contra la mala alimentación. ¡Ah! y la perseverancia también. A menos que quieras echar un vistazo a 15 sencillos consejos que te damos para hacer tu tarea más fácil.
1. Organiza un itinerario
Los niños necesitan comer cada tres o cuatro horas: tres comidas, dos meriendas y mucho líquido. Organizar estos eventos te da la oportunidad de seleccionar los alimentos más apropiados para cada ocasión, adelantándote al hambre de tu hijo.
2. Planifica las cenas
Si pensar acerca de un menú semanal te parece demasiado, comienza por dos o tres días a la semana. Una cena buena no tiene por qué ser cara, pero sí balanceada: pan, arroz o pasta; una fruta o vegetal; y una fuente de proteínas como la carne, el queso o los granos.
3. No prepares platos distintos para cada miembro familiar
Muchas madres caen en el error de preparar una cena para ellas y sus esposos y otra para los niños. Mucho mejor es preparar una cena familiar completa teniendo en cuenta los gustos de todos, así como la meta de crear una dieta balanceada que conlleve a una alimentación sana.
4. Muérdete la lengua
Así te cueste mucho, intenta no hacer comentarios acerca de cuánto de cada cosa están comiendo los niños. Sé tan neutral como puedas: recuerda que la mayor parte de tu trabajo está hecha al poner en sus platos una comida balanceada. Dale un poco de crédito a los niños y tal vez te sorprendas un día cuando veas que no ha quedado ni rastro de los alimentos que en un pasado no les gustaban.
5. Introduce nuevas comidas lentamente
Los niños suelen tener fobia a las nuevas comidas. Existen varias maneras de convencer al pequeño para que coma algún alimento nuevo. Puedes intentar decirle que sus papilas gustativas necesitan acostumbrarse a un sabor nuevo antes de que comience a gustarles. Otra opción, sobretodo para los más chicos, es utilizar algún personaje que tu hijo admire haciendo hincapié en que “él” siempre come todo tipo de alimentos.
6. Ensálsalo
Si a tu hijo no le gustan ni un poquito los vegetales, intenta servírselos con salsas. Las opciones son múltiples y lo más seguro es que encuentres alguna que sea de su agrado.
7. Haz que las mañanas cuenten
La mayoría de las familias no consumen suficiente fibra por día. El desayuno es la mejor comida para obtener la fibra que necesita la familia, sobretodo por el tipo de alimentos que se consumen en ese momento –pan, waffles, cereales, etc.
8. Ponle un poco de soya
Incluso si tu hijo no es alérgico a la lactosa, la leche de soya es una gran fuente de fitoquímicos. Es cierto que a la mayoría de los niños no les gustará la leche de soya, pero también lo es que no lo notarán si es parte de una receta sencilla como la avena, el puré de papa y las salsas.
9. Agrégale azúcarUna sencilla fórmula para que tus hijos coman frutas y vegetales es agregarle una pizca de azúcar al alimento en cuestión. El tomate, la parchita o la zanahoria se convierten en experiencias nuevas para el niño por el cambio que produce un poco de azúcar.
10. Involúcralo en la cocinaSi le das la oportunidad de participar en la preparación de la comida, tu hijo se mostrará mucho más interesado en comerse lo que ha creado. Otra buena idea es llevarlo contigo al automercado y permitirle escoger los productos que necesitas.
11. Reduce la “comida chatarra”Las comidas procesadas industrialmente contienen altos niveles de colorante y químicos que no benefician en nada al organismo. Recuerda que eres tú –no tu hijo– quien decide cuáles alimentos ingresan en casa y cuáles no. Si reduces la cantidad de “comida chatarra” que hay en la nevera y gabinetes, logras que tu hijo consuma más frutas, vegetales y granos.
12. Permite una treguaEs necesario que de vez en cuando permitas que el niño coma chucherías: no todo puede ser aburrido en la vida. Es importante que no vea las chucherías como “alimentos prohibidos”: su fascinación por ellas crecerá.
13. DiviértanseMientras más creativa sea la comida, mayor variedad de alimentos comerá tu pequeño. Puedes prepararle panquecas con caras sonrientes y darle nombres graciosos o utilizar moldes de galletas con formas extravagantes para prepararle tortillas de brócoli, por ejemplo. Notarás que tu hijo se siente más dispuesto a comerse todo lo que le pongas en el plato, siempre que tenga formas y nombres inesperados.
14. Un modelo a seguirSi estás constantemente a dieta o tienes malos hábitos alimenticios, lo que le estás diciendo a tu niño es que este tipo de comportamiento es normal. Sé honesta contigo misma acerca del mensaje que le envías a tus hijos.
15. Mantén el equilibrioTen en cuenta que lo que tu niño ingiera “entre comidas”, es importante. Unas cotufas en el cine o un helado en el centro comercial son algunos de los placeres de la vida. Intenta mantener un balance entre las “meriendas” fuera de casa y la comida saludable: tu hijo te lo agradecerá.
www.tupediatra.com/mnyy/alimentacion/mnyy.26htm
Fórmulas para lograr que tu niño acepte una dieta balanceada
Muchos niños no reciben la alimentación necesaria. Cuando están chicos la responsabilidad es de los padres para que no crezcan con desórdenes alimenticios que desencadenen en problemas mayores. Los alimentos “tradicionales” (leche, frutas, vegetales y pescado, entre otros) parecen estar perdiendo la batalla contra las “chuchis”(chocolates, chicles y caramelos).¿Cómo puedes hacer para que tus hijos coman de todo?
Equipo Editorial de Mis Niños y YO
En un día cualquiera, toda madre debe hacer las veces de “vendedor estrella” para lograr que el niño acepte la idea de que, además de ser necesarios, no todos los vegetales son feos ni saben mal. Hasta ahí, sólo 50% de la batalla ha sido ganada; todavía falta algo muchísimo más complicado: lograr que abra la boca y se coma el vegetal en cuestión. Es entonces cuando salen a relucir dotes histriónicas de los que nadie nunca tuvo conocimiento e, incluso, hasta alguno que otro truco de magia.
Ante la lucha monótona que se desata en la cocina todos los días, no pocas son las madres que tiran la toalla al tercer asalto y algunas, ni pasan del primero. Pero, sentimientos de culpa devienen: ellas saben que es importante que el niño mantenga una dieta sana, pero el problema estriba en que no saben cómo hacer para llevar la idea a cabo.
El ensayo y error siguen siendo la mejor manera para saber qué funciona mejor en la carrera contra la mala alimentación. ¡Ah! y la perseverancia también. A menos que quieras echar un vistazo a 15 sencillos consejos que te damos para hacer tu tarea más fácil.
1. Organiza un itinerario
Los niños necesitan comer cada tres o cuatro horas: tres comidas, dos meriendas y mucho líquido. Organizar estos eventos te da la oportunidad de seleccionar los alimentos más apropiados para cada ocasión, adelantándote al hambre de tu hijo.
2. Planifica las cenas
Si pensar acerca de un menú semanal te parece demasiado, comienza por dos o tres días a la semana. Una cena buena no tiene por qué ser cara, pero sí balanceada: pan, arroz o pasta; una fruta o vegetal; y una fuente de proteínas como la carne, el queso o los granos.
3. No prepares platos distintos para cada miembro familiar
Muchas madres caen en el error de preparar una cena para ellas y sus esposos y otra para los niños. Mucho mejor es preparar una cena familiar completa teniendo en cuenta los gustos de todos, así como la meta de crear una dieta balanceada que conlleve a una alimentación sana.
4. Muérdete la lengua
Así te cueste mucho, intenta no hacer comentarios acerca de cuánto de cada cosa están comiendo los niños. Sé tan neutral como puedas: recuerda que la mayor parte de tu trabajo está hecha al poner en sus platos una comida balanceada. Dale un poco de crédito a los niños y tal vez te sorprendas un día cuando veas que no ha quedado ni rastro de los alimentos que en un pasado no les gustaban.
5. Introduce nuevas comidas lentamente
Los niños suelen tener fobia a las nuevas comidas. Existen varias maneras de convencer al pequeño para que coma algún alimento nuevo. Puedes intentar decirle que sus papilas gustativas necesitan acostumbrarse a un sabor nuevo antes de que comience a gustarles. Otra opción, sobretodo para los más chicos, es utilizar algún personaje que tu hijo admire haciendo hincapié en que “él” siempre come todo tipo de alimentos.
6. Ensálsalo
Si a tu hijo no le gustan ni un poquito los vegetales, intenta servírselos con salsas. Las opciones son múltiples y lo más seguro es que encuentres alguna que sea de su agrado.
7. Haz que las mañanas cuenten
La mayoría de las familias no consumen suficiente fibra por día. El desayuno es la mejor comida para obtener la fibra que necesita la familia, sobretodo por el tipo de alimentos que se consumen en ese momento –pan, waffles, cereales, etc.
8. Ponle un poco de soya
Incluso si tu hijo no es alérgico a la lactosa, la leche de soya es una gran fuente de fitoquímicos. Es cierto que a la mayoría de los niños no les gustará la leche de soya, pero también lo es que no lo notarán si es parte de una receta sencilla como la avena, el puré de papa y las salsas.
9. Agrégale azúcarUna sencilla fórmula para que tus hijos coman frutas y vegetales es agregarle una pizca de azúcar al alimento en cuestión. El tomate, la parchita o la zanahoria se convierten en experiencias nuevas para el niño por el cambio que produce un poco de azúcar.
10. Involúcralo en la cocinaSi le das la oportunidad de participar en la preparación de la comida, tu hijo se mostrará mucho más interesado en comerse lo que ha creado. Otra buena idea es llevarlo contigo al automercado y permitirle escoger los productos que necesitas.
11. Reduce la “comida chatarra”Las comidas procesadas industrialmente contienen altos niveles de colorante y químicos que no benefician en nada al organismo. Recuerda que eres tú –no tu hijo– quien decide cuáles alimentos ingresan en casa y cuáles no. Si reduces la cantidad de “comida chatarra” que hay en la nevera y gabinetes, logras que tu hijo consuma más frutas, vegetales y granos.
12. Permite una treguaEs necesario que de vez en cuando permitas que el niño coma chucherías: no todo puede ser aburrido en la vida. Es importante que no vea las chucherías como “alimentos prohibidos”: su fascinación por ellas crecerá.
13. DiviértanseMientras más creativa sea la comida, mayor variedad de alimentos comerá tu pequeño. Puedes prepararle panquecas con caras sonrientes y darle nombres graciosos o utilizar moldes de galletas con formas extravagantes para prepararle tortillas de brócoli, por ejemplo. Notarás que tu hijo se siente más dispuesto a comerse todo lo que le pongas en el plato, siempre que tenga formas y nombres inesperados.
14. Un modelo a seguirSi estás constantemente a dieta o tienes malos hábitos alimenticios, lo que le estás diciendo a tu niño es que este tipo de comportamiento es normal. Sé honesta contigo misma acerca del mensaje que le envías a tus hijos.
15. Mantén el equilibrioTen en cuenta que lo que tu niño ingiera “entre comidas”, es importante. Unas cotufas en el cine o un helado en el centro comercial son algunos de los placeres de la vida. Intenta mantener un balance entre las “meriendas” fuera de casa y la comida saludable: tu hijo te lo agradecerá.
www.tupediatra.com/mnyy/alimentacion/mnyy.26htm
A la hora de comer I
PROBLEMAS DE CONDUCTA A LA HORA DE COMER
Dr. Eduardo R. Hernández G.Médico-Pediatra. Psicoterapeuta Conductual Infantil
Es bastante usual escuchar comentarios de madres/padres acerca de los problemas de alimentación que tienen sus hijos. Generalmente, se trata de problemas de conducta que suelen darse a la hora de la comida: niños que comen con excesiva lentitud entreteniéndose con cualquier cosa; niños que se resisten a aprender hábitos de conducta apropiados para su edad y tienen que comer rodeados de juguetes o cualquier otro entretenimiento; niños que se levantan de la mesa, corren, o simplemente se niegan a comer; niños en fin, que toman la comida como un medio para conseguir algo, normalmente "atención".
Ante este tipo de comportamientos, los padres muchas veces se desesperan y temen el momento de la comida, porque llega a convertirse en una verdadera batalla entre padres e hijos de la que generalmente son los niños quienes salen triunfantes.
Un comentario habitual en las consultas de pediatras, psicólogos y terapeutas conductuales infantiles es "lo hemos probado todo" o "ya no sabemos que hacer", y por regla general es así. Efectivamente los padres intentan solucionar estos problemas de muchas formas. Unas veces hacen lo que se les ocurre, otras veces lo que les aconseja algún familiar, amigo o vecino que dice conocer el remedio, sin embargo en la mayoría de los casos sus actuaciones fallan y la conducta que se quería eliminar o modificar se refuerza más aún. Finalmente los padres agotados se ven forzados a utilizar castigos como último recurso.
De esta forma, un comportamiento que pudo ser fácil de modificar en un principio, se convierte en resistente a cualquier intervención, porque se ha consolidado a lo largo del tiempo.
Cuando se habla de problemas alimentarios menores se refiere a: " un conjunto de comportamientos problemáticos, relacionados con la alimentación y que, a diferencia de otras alteraciones mayores como la anorexia, bulimia y obesidad, no suponen un riesgo, en la mayoría de los casos, para la salud del niño".
Los principales problemas alimentarios menores en la infancia son:
*Comportamientos disruptivos durante la comida (que incluye comer de pie, levantándose continuamente, comer solamente sí está jugando, sí un adulto lo mira, le cuenta una historia etc.).
* Hábitos alimentarios inadecuados (se refiere a negarse a utilizar los cubiertos de forma adecuada para comer).
* Negativa a tomar determinados alimentos (por ejemplo los sólidos, los de un color determinado, los redondos etc.).
* Demora o dificultad para tragar, masticar, o succionar.
* Tiempo de comida excesivo.
* Falta de apetito.
* Los vómitos frecuentes.
Principales variables implicadas en estas conductas
* Variables Extrínsecas: las variables más frecuentes implicadas son: el refuerzo social (es la atención que recibe el niño al emitir esta conducta); el refuerzo material (es la obtención de un privilegio o la eliminación de un deber o tarea); el modelamiento (es la observación de otra persona emitiendo esa conducta).
* Variables Intrínsecas: se refieren a aquellas que tienen una relación directa con la comida, como son el olor, el sabor, la consistencia y la inapetencia.
En definitiva los problemas alimentarios menores de la infancia no son graves en sí mismos, pero denotan que algo no está bien en el niño y su relación con la familia y, además, si no se diagnostican a tiempo y se solucionan pueden llegar a tener consecuencias desagradables.
¿Qué hacer?
Primero conservar la calma y solicitar ayuda especializada. Una vez dado este primer paso, el profesional consultado tomará las siguientes medidas:
1- Comprobar que existe un problema.
2- Informar a los padres acerca de este problema.
3- Descartar cualquier causa orgánica.
4- Detectar las conductas problema.
5- Señalar las variables controladoras de la conducta.
6- Iniciar la terapia adecuada al caso.
http://www.tupediatra.com/mnyy/alimentacion/mnyy16.htm
Dr. Eduardo R. Hernández G.Médico-Pediatra. Psicoterapeuta Conductual Infantil
Es bastante usual escuchar comentarios de madres/padres acerca de los problemas de alimentación que tienen sus hijos. Generalmente, se trata de problemas de conducta que suelen darse a la hora de la comida: niños que comen con excesiva lentitud entreteniéndose con cualquier cosa; niños que se resisten a aprender hábitos de conducta apropiados para su edad y tienen que comer rodeados de juguetes o cualquier otro entretenimiento; niños que se levantan de la mesa, corren, o simplemente se niegan a comer; niños en fin, que toman la comida como un medio para conseguir algo, normalmente "atención".
Ante este tipo de comportamientos, los padres muchas veces se desesperan y temen el momento de la comida, porque llega a convertirse en una verdadera batalla entre padres e hijos de la que generalmente son los niños quienes salen triunfantes.
Un comentario habitual en las consultas de pediatras, psicólogos y terapeutas conductuales infantiles es "lo hemos probado todo" o "ya no sabemos que hacer", y por regla general es así. Efectivamente los padres intentan solucionar estos problemas de muchas formas. Unas veces hacen lo que se les ocurre, otras veces lo que les aconseja algún familiar, amigo o vecino que dice conocer el remedio, sin embargo en la mayoría de los casos sus actuaciones fallan y la conducta que se quería eliminar o modificar se refuerza más aún. Finalmente los padres agotados se ven forzados a utilizar castigos como último recurso.
De esta forma, un comportamiento que pudo ser fácil de modificar en un principio, se convierte en resistente a cualquier intervención, porque se ha consolidado a lo largo del tiempo.
Cuando se habla de problemas alimentarios menores se refiere a: " un conjunto de comportamientos problemáticos, relacionados con la alimentación y que, a diferencia de otras alteraciones mayores como la anorexia, bulimia y obesidad, no suponen un riesgo, en la mayoría de los casos, para la salud del niño".
Los principales problemas alimentarios menores en la infancia son:
*Comportamientos disruptivos durante la comida (que incluye comer de pie, levantándose continuamente, comer solamente sí está jugando, sí un adulto lo mira, le cuenta una historia etc.).
* Hábitos alimentarios inadecuados (se refiere a negarse a utilizar los cubiertos de forma adecuada para comer).
* Negativa a tomar determinados alimentos (por ejemplo los sólidos, los de un color determinado, los redondos etc.).
* Demora o dificultad para tragar, masticar, o succionar.
* Tiempo de comida excesivo.
* Falta de apetito.
* Los vómitos frecuentes.
Principales variables implicadas en estas conductas
* Variables Extrínsecas: las variables más frecuentes implicadas son: el refuerzo social (es la atención que recibe el niño al emitir esta conducta); el refuerzo material (es la obtención de un privilegio o la eliminación de un deber o tarea); el modelamiento (es la observación de otra persona emitiendo esa conducta).
* Variables Intrínsecas: se refieren a aquellas que tienen una relación directa con la comida, como son el olor, el sabor, la consistencia y la inapetencia.
En definitiva los problemas alimentarios menores de la infancia no son graves en sí mismos, pero denotan que algo no está bien en el niño y su relación con la familia y, además, si no se diagnostican a tiempo y se solucionan pueden llegar a tener consecuencias desagradables.
¿Qué hacer?
Primero conservar la calma y solicitar ayuda especializada. Una vez dado este primer paso, el profesional consultado tomará las siguientes medidas:
1- Comprobar que existe un problema.
2- Informar a los padres acerca de este problema.
3- Descartar cualquier causa orgánica.
4- Detectar las conductas problema.
5- Señalar las variables controladoras de la conducta.
6- Iniciar la terapia adecuada al caso.
http://www.tupediatra.com/mnyy/alimentacion/mnyy16.htm
Los chicos dedican poco tiempo al juego
No hay espacio para la libre creatividad: sobreabundancia de actividades y tareas pasivas.
Perdieron 12 horas de tiempo libre por semana a raíz de las múltiples actividades y de la influencia de la televisión.Niños más pasivos, menos ocurrentes e imaginativos. Chicos que juegan poco a las escondidas, a la mancha, a disfrazarse con la ropa de sus padres. Con esta descripción coinciden especialistas en desarrollo infantil, al advertir el poco tiempo que hoy los chicos dedican a disfrutar, sin obligaciones, del tiempo libre.
Una investigación realizada por el psicólogo David Elkind, especialista en desarrollo temprano de la Universidad de Tufts (EE.UU.), arrojó números impactantes. El estudio -publicado en su libro El poder del juego -, dice que en los últimos 20 años, los chicos perdieron 12 horas de tiempo libre por semana, incluyendo ocho horas de juego espontáneo y actividades al aire libre. Y en ese período se duplicó el tiempo dedicado a deportes organizados y se quintuplicaron los minutos disponibles para actividades pasivas, como mirar televisión. El fenómeno es mundial.
Surgió a partir de que en Inglaterra, una investigación de la Royal Comission Report concluyó que al agregar una hora de juego en el preescolar, los chicos obtenían mejores rendimientos escolares. Así, el juego en los niños se silenció. Y la consecuencia son chicos cansados y estresados.
Según la Conferencia Mundial de Salud Mental e Infantil, entre un 10 y 16% de los menores en los Estados Unidos son obesos y susceptibles de diabetes. Más de dos millones toman Ritalin (droga para el ADD), y más del 20% sufre algún problema de salud. En la Argentina, si bien no hay cifras, el fenómeno es parecido. Directores de colegios, pediatras y educadores ven con preocupación cómo llegan a las aulas o consultorios, generaciones de chicos cada vez más pasivos, menos creativos, con problemas de obesidad o trastornos alimentarios, que tienen menos creatividad a la hora de resolver problemas.
La visión de Elkind coincide con la teoría del pedagogo italiano Francesco Tonucci, para quien la utilidad educativa y didáctica de los deberes, que le quitan tiempo al juego, es casi nula y, a veces, contraproducente. Además, la falta de juego y el incremento de actividades programadas fuera del horario escolar y de horas académicas en los jardines de infantes y colegios (muchas veces en desmedro de minutos de recreación), no redundó en un mejoramiento académico.
Muy por el contrario. Alberto Berro, filósofo y director del colegio Pilgrims, de Béccar, disparó: "Existe una tendencia a contaminar el mundo infantil con el estrés del adulto. Los padres no transmitimos a nuestros hijos nuestras propias experiencias de juego de la infancia. La tendencia es llenar la agenda con actividades extraescolares".
Temor a la agenda vacía
Berro consideró que "hay un temor al vacío, a la agenda vacía. Sin embargo, es positivo que el chico tenga tiempo muerto, de no hacer nada, de aburrirse, porque desde el aburrimiento puede crear un juego que le permitirá desarrollar su imaginación. Habilidad clave para el proceso educativo".
Los pediatras confirman la hipótesis. "A mi consultorio vienen cada vez más preadolescentes cansados, desganados, mal alimentados, a las corridas. Están exigidos o saturados de hacer tantas actividades fuera del horario escolar", dijo el pediatra Eduardo Moreno Vivot, del Centro Médico Domingo Savio, de San Isidro. "Veo chicos apáticos, incapaces de divertirse solos, de imaginar historias, de jugar entre amigos a las escondidas, o a las cartas. Hoy todo se reduce a la PlayStation o la computadora", describió. La tecnología parece ser el virus letal. "El chat, los jueguitos de la PC, la tele, la play y los mensajes por celular arrastran a todos, adultos y niños, y desorganizan horarios lógicos y productivos en la casa", dijo Juan Martín Biedma, director de la Escuela Argentina Modelo, de Barrio Norte.
Algunos jardines de infantes y colegios comentan que sienten presión por parte de los padres para incorporar cada vez más horas académicas o actividades como computación, fútbol, inglés en su currículum. "Nuestro preescolar solía ser de jornada simple. Hace pocos años, tuvimos que convertirlo en doble turno, y agregar horas de inglés. Los chiquitos de cinco o seis años cada vez deben rendir exámenes más difíciles para ingresar en buenos colegios bilingües. Es absurdo", comentó preocupada Beba Valenzuela, directora del jardín de infantes Mothergoose (Madre Pata), de San Isidro.
Ofertas múltiples
"Hoy la escuela debe ofrecer todo: talleres de arte, música, deportes. No se piensa en las necesidades de cada chico en particular. Algunos pueden estar satisfechos con tantas ofertas pero a otros les viene bien ir a su casa y estar tranquilos", explicó María Teresa Mayochi, directora del colegio de Todos los Santos, de Villa Adelina. "Hoy cuesta invitar amigos de tus hijos a la casa porque nadie puede venir. No tienen tiempo", dijo Diana Oteiza, psicopedagoga y mamá. La premisa pareciera ser: dejar a los chicos ser niños. Y no convertirlos en adultos tan rápidamente. La psicopedagoga Natalia Montemarani, que trabaja en su consultorio con alumnos de colegios bilingües de doble jornada comentó: "Veo a muchos menores exigidos, que desfilan por psicopedagogas y maestras particulares, cuando en realidad una posible solución sería cambiarlos a colegios menos exigentes, de jornada simple. Hay que mirarlos y cuidarlos más", dijo Montemarani, del jardín Mothergoose. "Y dejarlos jugar sin tanto horario", agregaría Elkind.
Por Agustina Lanusse Para LA NACION
Qué pueden hacer los padres
Entre otras recomendaciones, el investigador David Elkind sugiere comprar pocos juguetes. Sólo los que estimulen la imaginación de los chicos. Evitar los juguetes electrónicos. Tener siempre presente que menos es más. Una casa no debería tener más de 20 juguetes. Evitar la carga excesiva de actividades. Enseñarles a los chicos a aprovechar el tiempo libre y darles materiales sencillos del hogar para explorar (ropa usada para jugar a los disfraces). Invitar amiguitos al hogar. Dejarlos jugar libremente. Estimular las actividades al aire libre. La naturaleza es una fuente inagotable de inspiración y asombro. Tratar de disminuir las horas de televisión. Dedicar tiempo a estar con los chicos en el hogar y proponer actividades para hacer en conjunto.
El principal consejo es estimular la imaginaciónRecomiendan más acciones creativasAnte el preocupante diagnóstico de David Elkind, una pregunta queda picando: ¿por qué es central que un chico juegue desplegando su propia iniciativa? Según advierte el especialista norteamericano, no hay nada como el juego libre y creativo para estimular la imaginación, la fantasía y la creatividad, habilidades que considera básicas para formar sujetos críticos, inteligentes y autónomos. "El juego es aquello que no estamos obligados a hacer.
Cuando un chico juega con un amigo utilizando su iniciativa personal puede desterrar talentos, intereses y pasiones", explicó el investigador de la Universidad de Tuffts. Y añadió: "Muchas veces, los chicos viven los deportes y actividades organizadas como nuevas obligaciones: madre e hijo deben correr para llegar a la clase de baile que se imparte en un determinado lugar, a una hora fijada. A veces estos «extras» pueden perder sus cualidades de juego".
Para Elkind, el juego de iniciativa personal es vital para el desarrollo de los chicos. Menciona, en ese sentido, algunos ejemplos típicos: un bebe de dos años subiendo y bajando escaleras (se estimula desarrollo motriz); niños de ocho años que juegan a las escondidas y van cambiando los límites de tiempo y espacio permitidos para la búsqueda (incentiva la imaginación). A través del juego, el chico además puede aprender conceptos formales de matemática. "Al jugar con bloques, el niño entiende que la misma sustancia puede tomar diferentes formas (incorpora el concepto de unidad)", señaló.
Pero más allá de que jugando el chico mejore sus conceptos lógicos o su lenguaje, para Elkind el juego es vital para la felicidad. Para la salud. Para el bienestar físico, emocional y espiritual. Nada más y nada menos. Entre otros consejos, recomienda acercar a los chicos juguetes que les estimulen la imaginación, estimular actividades al aire libre, invitar amiguitos a las casas y evitar la carga excesiva de actividades.
http://www.intramed.net/actualidad/not_1.asp?idNoticia=49581
Perdieron 12 horas de tiempo libre por semana a raíz de las múltiples actividades y de la influencia de la televisión.Niños más pasivos, menos ocurrentes e imaginativos. Chicos que juegan poco a las escondidas, a la mancha, a disfrazarse con la ropa de sus padres. Con esta descripción coinciden especialistas en desarrollo infantil, al advertir el poco tiempo que hoy los chicos dedican a disfrutar, sin obligaciones, del tiempo libre.
Una investigación realizada por el psicólogo David Elkind, especialista en desarrollo temprano de la Universidad de Tufts (EE.UU.), arrojó números impactantes. El estudio -publicado en su libro El poder del juego -, dice que en los últimos 20 años, los chicos perdieron 12 horas de tiempo libre por semana, incluyendo ocho horas de juego espontáneo y actividades al aire libre. Y en ese período se duplicó el tiempo dedicado a deportes organizados y se quintuplicaron los minutos disponibles para actividades pasivas, como mirar televisión. El fenómeno es mundial.
Surgió a partir de que en Inglaterra, una investigación de la Royal Comission Report concluyó que al agregar una hora de juego en el preescolar, los chicos obtenían mejores rendimientos escolares. Así, el juego en los niños se silenció. Y la consecuencia son chicos cansados y estresados.
Según la Conferencia Mundial de Salud Mental e Infantil, entre un 10 y 16% de los menores en los Estados Unidos son obesos y susceptibles de diabetes. Más de dos millones toman Ritalin (droga para el ADD), y más del 20% sufre algún problema de salud. En la Argentina, si bien no hay cifras, el fenómeno es parecido. Directores de colegios, pediatras y educadores ven con preocupación cómo llegan a las aulas o consultorios, generaciones de chicos cada vez más pasivos, menos creativos, con problemas de obesidad o trastornos alimentarios, que tienen menos creatividad a la hora de resolver problemas.
La visión de Elkind coincide con la teoría del pedagogo italiano Francesco Tonucci, para quien la utilidad educativa y didáctica de los deberes, que le quitan tiempo al juego, es casi nula y, a veces, contraproducente. Además, la falta de juego y el incremento de actividades programadas fuera del horario escolar y de horas académicas en los jardines de infantes y colegios (muchas veces en desmedro de minutos de recreación), no redundó en un mejoramiento académico.
Muy por el contrario. Alberto Berro, filósofo y director del colegio Pilgrims, de Béccar, disparó: "Existe una tendencia a contaminar el mundo infantil con el estrés del adulto. Los padres no transmitimos a nuestros hijos nuestras propias experiencias de juego de la infancia. La tendencia es llenar la agenda con actividades extraescolares".
Temor a la agenda vacía
Berro consideró que "hay un temor al vacío, a la agenda vacía. Sin embargo, es positivo que el chico tenga tiempo muerto, de no hacer nada, de aburrirse, porque desde el aburrimiento puede crear un juego que le permitirá desarrollar su imaginación. Habilidad clave para el proceso educativo".
Los pediatras confirman la hipótesis. "A mi consultorio vienen cada vez más preadolescentes cansados, desganados, mal alimentados, a las corridas. Están exigidos o saturados de hacer tantas actividades fuera del horario escolar", dijo el pediatra Eduardo Moreno Vivot, del Centro Médico Domingo Savio, de San Isidro. "Veo chicos apáticos, incapaces de divertirse solos, de imaginar historias, de jugar entre amigos a las escondidas, o a las cartas. Hoy todo se reduce a la PlayStation o la computadora", describió. La tecnología parece ser el virus letal. "El chat, los jueguitos de la PC, la tele, la play y los mensajes por celular arrastran a todos, adultos y niños, y desorganizan horarios lógicos y productivos en la casa", dijo Juan Martín Biedma, director de la Escuela Argentina Modelo, de Barrio Norte.
Algunos jardines de infantes y colegios comentan que sienten presión por parte de los padres para incorporar cada vez más horas académicas o actividades como computación, fútbol, inglés en su currículum. "Nuestro preescolar solía ser de jornada simple. Hace pocos años, tuvimos que convertirlo en doble turno, y agregar horas de inglés. Los chiquitos de cinco o seis años cada vez deben rendir exámenes más difíciles para ingresar en buenos colegios bilingües. Es absurdo", comentó preocupada Beba Valenzuela, directora del jardín de infantes Mothergoose (Madre Pata), de San Isidro.
Ofertas múltiples
"Hoy la escuela debe ofrecer todo: talleres de arte, música, deportes. No se piensa en las necesidades de cada chico en particular. Algunos pueden estar satisfechos con tantas ofertas pero a otros les viene bien ir a su casa y estar tranquilos", explicó María Teresa Mayochi, directora del colegio de Todos los Santos, de Villa Adelina. "Hoy cuesta invitar amigos de tus hijos a la casa porque nadie puede venir. No tienen tiempo", dijo Diana Oteiza, psicopedagoga y mamá. La premisa pareciera ser: dejar a los chicos ser niños. Y no convertirlos en adultos tan rápidamente. La psicopedagoga Natalia Montemarani, que trabaja en su consultorio con alumnos de colegios bilingües de doble jornada comentó: "Veo a muchos menores exigidos, que desfilan por psicopedagogas y maestras particulares, cuando en realidad una posible solución sería cambiarlos a colegios menos exigentes, de jornada simple. Hay que mirarlos y cuidarlos más", dijo Montemarani, del jardín Mothergoose. "Y dejarlos jugar sin tanto horario", agregaría Elkind.
Por Agustina Lanusse Para LA NACION
Qué pueden hacer los padres
Entre otras recomendaciones, el investigador David Elkind sugiere comprar pocos juguetes. Sólo los que estimulen la imaginación de los chicos. Evitar los juguetes electrónicos. Tener siempre presente que menos es más. Una casa no debería tener más de 20 juguetes. Evitar la carga excesiva de actividades. Enseñarles a los chicos a aprovechar el tiempo libre y darles materiales sencillos del hogar para explorar (ropa usada para jugar a los disfraces). Invitar amiguitos al hogar. Dejarlos jugar libremente. Estimular las actividades al aire libre. La naturaleza es una fuente inagotable de inspiración y asombro. Tratar de disminuir las horas de televisión. Dedicar tiempo a estar con los chicos en el hogar y proponer actividades para hacer en conjunto.
El principal consejo es estimular la imaginaciónRecomiendan más acciones creativasAnte el preocupante diagnóstico de David Elkind, una pregunta queda picando: ¿por qué es central que un chico juegue desplegando su propia iniciativa? Según advierte el especialista norteamericano, no hay nada como el juego libre y creativo para estimular la imaginación, la fantasía y la creatividad, habilidades que considera básicas para formar sujetos críticos, inteligentes y autónomos. "El juego es aquello que no estamos obligados a hacer.
Cuando un chico juega con un amigo utilizando su iniciativa personal puede desterrar talentos, intereses y pasiones", explicó el investigador de la Universidad de Tuffts. Y añadió: "Muchas veces, los chicos viven los deportes y actividades organizadas como nuevas obligaciones: madre e hijo deben correr para llegar a la clase de baile que se imparte en un determinado lugar, a una hora fijada. A veces estos «extras» pueden perder sus cualidades de juego".
Para Elkind, el juego de iniciativa personal es vital para el desarrollo de los chicos. Menciona, en ese sentido, algunos ejemplos típicos: un bebe de dos años subiendo y bajando escaleras (se estimula desarrollo motriz); niños de ocho años que juegan a las escondidas y van cambiando los límites de tiempo y espacio permitidos para la búsqueda (incentiva la imaginación). A través del juego, el chico además puede aprender conceptos formales de matemática. "Al jugar con bloques, el niño entiende que la misma sustancia puede tomar diferentes formas (incorpora el concepto de unidad)", señaló.
Pero más allá de que jugando el chico mejore sus conceptos lógicos o su lenguaje, para Elkind el juego es vital para la felicidad. Para la salud. Para el bienestar físico, emocional y espiritual. Nada más y nada menos. Entre otros consejos, recomienda acercar a los chicos juguetes que les estimulen la imaginación, estimular actividades al aire libre, invitar amiguitos a las casas y evitar la carga excesiva de actividades.
http://www.intramed.net/actualidad/not_1.asp?idNoticia=49581
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