martes, 18 de junio de 2013
La narración en la educación - Jostein Gaarder
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viernes, 15 de octubre de 2010
Deseos de una Mami :)
....
* A * R * L * E * Y *
Quisiera descubrir lo que guardas en sueños...
y si estuviera en mis manos hacerlo posible....
Te contemplo dormir
y el tiempo no ha pasado....
y te veo como ayer...
como hace cinco años..
como hace seis..
como te imaginaba aun antes de nacer...
Tu sonrisa
logra calmar incluso alguna herida
que todavia duele y llora
Tu abrazo es fuerza
es vida
Tu mirar y esos ojitos brillosos juguetones....
deseo de corazón
puedan contemplar
en el mundo
lo que tu corazon y tu alma
sueñen
Muti Moi
Para escuchar y ver ... una preciosa melodia.... de compositor y pianista Sebastian Gesser.
* A * R * L * E * Y *
Quisiera descubrir lo que guardas en sueños...
y si estuviera en mis manos hacerlo posible....
Te contemplo dormir
y el tiempo no ha pasado....
y te veo como ayer...
como hace cinco años..
como hace seis..
como te imaginaba aun antes de nacer...
Tu sonrisa
logra calmar incluso alguna herida
que todavia duele y llora
Tu abrazo es fuerza
es vida
Tu mirar y esos ojitos brillosos juguetones....
deseo de corazón
puedan contemplar
en el mundo
lo que tu corazon y tu alma
sueñen
Muti Moi
Para escuchar y ver ... una preciosa melodia.... de compositor y pianista Sebastian Gesser.
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lunes, 11 de octubre de 2010
Para reflexionar sobre el dia a dia....de la vida en familia
Videos encontrado en el Blog The Classical Mommy
Un Blog donde comparten experiencias sobre el Homeschool con orientacion cristiana.
jueves, 30 de septiembre de 2010
Investigando con niños? noooooo... No?
Es posible...e incluso como jugando!
Aqui un resultado con mi peque cuando tenia cuatro años.
Aqui un resultado con mi peque cuando tenia cuatro años.
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lunes, 23 de agosto de 2010
Atencion Peru - Lima Campaña por niños con Labio leporino
Si saben de niños que tengan labio leporino y/o paladar hendido y no tengan los medios para operarse,
que vengan a la Clínica San Borja el 27 de agosto a las 9:00 a.m.
De todos los niños asistentes se elegirán de 45 a 50 para realizarles la operación y brindarles el tratamiento recuperatorio GRATUITAMENTE, es ...la oportunidad de cambiarle la vida a alguien.
Se agradece divulgar esta informacion.
Nota: La administracion del Blog no tiene nada que ver con dicho evento, nosotros tan solo estamos brindando la información, a fin de que llegue a quien corresponda.
que vengan a la Clínica San Borja el 27 de agosto a las 9:00 a.m.
De todos los niños asistentes se elegirán de 45 a 50 para realizarles la operación y brindarles el tratamiento recuperatorio GRATUITAMENTE, es ...la oportunidad de cambiarle la vida a alguien.
Se agradece divulgar esta informacion.
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viernes, 12 de marzo de 2010
Cinco cosas peligrosas que debe permitir que haga su niño
24 FEB 10
Sobreprotegidos (e infelices)
Las actividades temerarias que se llevan a cabo en la infancia contribuyen a abrirnos los ojos, a que le perdamos miedo al mundo.
MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO / EL PAÍS - Cultura
Desde el célebre arranque de Anna Karénina sabemos que todas las familias felices se parecen y que las desdichadas lo son cada una a su modo. Pero hay algo en lo que tanto las dichosas como las desgraciadas coinciden, sea cuál sea el ámbito en que se desarrollan: la protección de los hijos.
La intensidad de esa protección es lo que ha variado extraordinariamente a lo largo del tiempo, y sigue haciéndolo de uno a otro contexto. Cuando yo era niño montaba en bici sin usar casco, usaba un tirachinas con el que logré notable precisión y encendía hogueras en la playa, igual que los exploradores de las películas hacían en la selva con el fin de mantener a raya a los animales salvajes o a las sanguinarias tribus hostiles (los niños de entonces éramos incorregiblemente colonialistas). Todo eso ocurría al menos durante el verano; de vuelta a la ciudad mis libertades -igual que las de mis amigos- eran severamente cercenadas, y ya no podía jugar en la calle.
La infancia siempre ha sido la edad más peligrosa. Es cuando más se aprende, y no hay aprendizaje que no implique riesgo. Además de divertidas, las actividades temerarias que se llevan a cabo en la infancia contribuyen a abrirnos los ojos, a que le perdamos miedo al mundo. Transgredir las medidas cautelares con las que los adultos protegen a los niños es, a veces, aunque a los primeros les cueste reconocerlo, un modo de explorarlo. Los mejores padres también lo saben (recuerdan su infancia) y enseñan a sus hijos a comprender la diferencia entre peligro y riesgo, entre prudencia y cobardía, suministrándoles saber y consejo, no desconfianza o aprensión. Los padres, digamos, suficientemente buenos son aquellos que entienden (aún a costa de cierta angustia) que sólo asumiendo pequeñas responsabilidades (por tanto, riesgos) los niños crecen.
La sobreprotección de los pequeños es un preocupante problema de las sociedades avanzadas. En EE UU el deseo desmedido de evitarles a los hijos los peligros del mundo -que se resuelve en una exagerada "infantilización" de la infancia-, puede llegar a alcanzar extremos grotescos, incrementando artificialmente la vulnerabilidad de los niños. Una profesional acostumbrada a batirse el cobre en el implacable mercado laboral estadounidense me comentaba hace poco sin pestañear que no pensaba permitir que su sensible hijo acudiera a la ceremonia de entrega de premios de su colegio: no deseaba que los triunfos de sus compañeros crearan en su hijo una sensación de frustración o de duda en sus propias capacidades.
Quizás por todo ello resulta más explicable la intensidad del debate que ha provocado en EE UU la publicación de Fifty Dangerous Things You Should Led Your Children Do, de Gever Tulley y Julie Spigler, un libro que, tras ser categóricamente rechazado por muchas editoriales y ser finalmente editado a cuenta de sus autores, lleva camino de convertirse en un éxito de ventas. Las "cincuenta cosas peligrosas" que los padres "deberían permitir que sus hijos hicieran" son muy simples: desde encender hogueras hasta trepar por los árboles, desde desmontar aparatos eléctricos a conducir (acompañados) el coche familiar por un descampado. Nada que no hicieran o pudieran haber hecho Guillermo Brown y los "Proscritos", aquellos admirables héroes de mi infancia. Detrás de todo ello no está el capricho o la imprudencia, sino la idea de que el conocimiento se basa en la experimentación, y ésta implica libertad, sorpresa y riesgo. El objetivo debe ser enseñar a los niños a amar la vida -no a temerla-, permitiéndoles la autonomía suficiente, aunque eso implique un margen (controlado) de riesgo. Y es que, como decía Sartre (Las palabras) a propósito de la paternidad, qué bien está hacer hijos, pero qué iniquidad es "tenerlos".
Fuente: El Pais Madrid
Sobreprotegidos (e infelices)
Las actividades temerarias que se llevan a cabo en la infancia contribuyen a abrirnos los ojos, a que le perdamos miedo al mundo.
MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO / EL PAÍS - Cultura
Desde el célebre arranque de Anna Karénina sabemos que todas las familias felices se parecen y que las desdichadas lo son cada una a su modo. Pero hay algo en lo que tanto las dichosas como las desgraciadas coinciden, sea cuál sea el ámbito en que se desarrollan: la protección de los hijos.
La intensidad de esa protección es lo que ha variado extraordinariamente a lo largo del tiempo, y sigue haciéndolo de uno a otro contexto. Cuando yo era niño montaba en bici sin usar casco, usaba un tirachinas con el que logré notable precisión y encendía hogueras en la playa, igual que los exploradores de las películas hacían en la selva con el fin de mantener a raya a los animales salvajes o a las sanguinarias tribus hostiles (los niños de entonces éramos incorregiblemente colonialistas). Todo eso ocurría al menos durante el verano; de vuelta a la ciudad mis libertades -igual que las de mis amigos- eran severamente cercenadas, y ya no podía jugar en la calle.
La infancia siempre ha sido la edad más peligrosa. Es cuando más se aprende, y no hay aprendizaje que no implique riesgo. Además de divertidas, las actividades temerarias que se llevan a cabo en la infancia contribuyen a abrirnos los ojos, a que le perdamos miedo al mundo. Transgredir las medidas cautelares con las que los adultos protegen a los niños es, a veces, aunque a los primeros les cueste reconocerlo, un modo de explorarlo. Los mejores padres también lo saben (recuerdan su infancia) y enseñan a sus hijos a comprender la diferencia entre peligro y riesgo, entre prudencia y cobardía, suministrándoles saber y consejo, no desconfianza o aprensión. Los padres, digamos, suficientemente buenos son aquellos que entienden (aún a costa de cierta angustia) que sólo asumiendo pequeñas responsabilidades (por tanto, riesgos) los niños crecen.
La sobreprotección de los pequeños es un preocupante problema de las sociedades avanzadas. En EE UU el deseo desmedido de evitarles a los hijos los peligros del mundo -que se resuelve en una exagerada "infantilización" de la infancia-, puede llegar a alcanzar extremos grotescos, incrementando artificialmente la vulnerabilidad de los niños. Una profesional acostumbrada a batirse el cobre en el implacable mercado laboral estadounidense me comentaba hace poco sin pestañear que no pensaba permitir que su sensible hijo acudiera a la ceremonia de entrega de premios de su colegio: no deseaba que los triunfos de sus compañeros crearan en su hijo una sensación de frustración o de duda en sus propias capacidades.
Quizás por todo ello resulta más explicable la intensidad del debate que ha provocado en EE UU la publicación de Fifty Dangerous Things You Should Led Your Children Do, de Gever Tulley y Julie Spigler, un libro que, tras ser categóricamente rechazado por muchas editoriales y ser finalmente editado a cuenta de sus autores, lleva camino de convertirse en un éxito de ventas. Las "cincuenta cosas peligrosas" que los padres "deberían permitir que sus hijos hicieran" son muy simples: desde encender hogueras hasta trepar por los árboles, desde desmontar aparatos eléctricos a conducir (acompañados) el coche familiar por un descampado. Nada que no hicieran o pudieran haber hecho Guillermo Brown y los "Proscritos", aquellos admirables héroes de mi infancia. Detrás de todo ello no está el capricho o la imprudencia, sino la idea de que el conocimiento se basa en la experimentación, y ésta implica libertad, sorpresa y riesgo. El objetivo debe ser enseñar a los niños a amar la vida -no a temerla-, permitiéndoles la autonomía suficiente, aunque eso implique un margen (controlado) de riesgo. Y es que, como decía Sartre (Las palabras) a propósito de la paternidad, qué bien está hacer hijos, pero qué iniquidad es "tenerlos".
Fuente: El Pais Madrid
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viernes, 26 de febrero de 2010
No hace falta que seas un padre perfecto
Cuando te conviertes en madre o padre quieres ofrecer lo mejor de ti mismo a tu hijo que tanto adoras. Quieres darle las mejores atenciones para que se sienta querido, confortable, bien alimentado, comprendido, no pase malos momentos, y si sufre, aliviarle su pena lo antes posible. Centras toda tu atención y energía para que crezca feliz y a pesar de tanto esfuerzo y renuncias, en muchas ocasiones no ves cumplido tu deseo.
Entonces te preguntas, ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Cómo puedo hacerlo mejor? Inicias una búsqueda entre manuales educativos, revistas de infancia, Internet donde leer qué más puedes hacer para que tu hijo deje de llorar por todo, deje de estar enfado constantemente, se comporte mejor, no te desobedezca tanto, cómo ser una madre o padre más paciente, tolerante, con mejor humor. En definitiva, buscas saber cuál es la forma correcta de ser padre.
El hijo perfecto no existe y el padre o madre perfecta tampoco
¡Pero de la misma manera que no existe el hijo perfecto tampoco existe el padre perfecto. En el camino de educar nos vamos encontrando con multitud de obstáculos a los que no siempre sabemos cómo enfrentarnos. Vivir con niños o adolescentes es agotador y requiere poner mucho de nuestra parte: constancia, valor, sentido común, esperanza, alegría, corazón, etc.
Como seres humanos que somos, no siempre nos encontramos con las fuerzas suficientes para estar de buen humor ni con el valor suficiente de afrontar una situación que nos desborda. Pero se intenta disimular y no mostrar estas flaquezas a los hijos.
Los hijos necesitan padres y madres que se equivoquen o lloren
En el proceso de educar no hace falta que siempre sepas qué hacer ni que lo hagas de la mejor manera. Eso implica que no siempre estarás cariñosa, no siempre actuarás con paciencia, no siempre tendrás la respuesta y no siempre actuarás con amabilidad con tu hijo. Te puedes equivocar, puedes tener momentos de inseguridad y de enfado, incluso momentos de desesperanza. Y eso significa ser persona, ser padre o madre.
Mostrar tus momentos de flaqueza ante tu hijo será un gran aprendizaje pues él también tiene momentos de duda, tristeza, rabia, confusión y verlo en ti le dará una gran paz, además de sentirse más cercano y abrigado por ti.
Si les queremos ofrecer a nuestros hijos padres perfectos, les estamos pidiendo inconscientemente que ellos también sean hijos perfectos. Esta cadena de exigencias suele ofrecer mucha frustración tanto a los padres como a los hijos al no conseguir hacer siempre lo correcto y al no obtener los resultados deseados. Esta cadena pone mucha distancia emocional entre padres e hijos.
Mientras estás pensando en ofrecer a tu hijo la forma correcta de hacer, estás dejando de ofrecerle tu corazón y estás dejando de escuchar el suyo.
Cristina García
Pedagoga, educadora infantil y terapeuta gestáltica
edukame.com
Entonces te preguntas, ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Cómo puedo hacerlo mejor? Inicias una búsqueda entre manuales educativos, revistas de infancia, Internet donde leer qué más puedes hacer para que tu hijo deje de llorar por todo, deje de estar enfado constantemente, se comporte mejor, no te desobedezca tanto, cómo ser una madre o padre más paciente, tolerante, con mejor humor. En definitiva, buscas saber cuál es la forma correcta de ser padre.
El hijo perfecto no existe y el padre o madre perfecta tampoco
¡Pero de la misma manera que no existe el hijo perfecto tampoco existe el padre perfecto. En el camino de educar nos vamos encontrando con multitud de obstáculos a los que no siempre sabemos cómo enfrentarnos. Vivir con niños o adolescentes es agotador y requiere poner mucho de nuestra parte: constancia, valor, sentido común, esperanza, alegría, corazón, etc.
Como seres humanos que somos, no siempre nos encontramos con las fuerzas suficientes para estar de buen humor ni con el valor suficiente de afrontar una situación que nos desborda. Pero se intenta disimular y no mostrar estas flaquezas a los hijos.
Los hijos necesitan padres y madres que se equivoquen o lloren
En el proceso de educar no hace falta que siempre sepas qué hacer ni que lo hagas de la mejor manera. Eso implica que no siempre estarás cariñosa, no siempre actuarás con paciencia, no siempre tendrás la respuesta y no siempre actuarás con amabilidad con tu hijo. Te puedes equivocar, puedes tener momentos de inseguridad y de enfado, incluso momentos de desesperanza. Y eso significa ser persona, ser padre o madre.
Mostrar tus momentos de flaqueza ante tu hijo será un gran aprendizaje pues él también tiene momentos de duda, tristeza, rabia, confusión y verlo en ti le dará una gran paz, además de sentirse más cercano y abrigado por ti.
Si les queremos ofrecer a nuestros hijos padres perfectos, les estamos pidiendo inconscientemente que ellos también sean hijos perfectos. Esta cadena de exigencias suele ofrecer mucha frustración tanto a los padres como a los hijos al no conseguir hacer siempre lo correcto y al no obtener los resultados deseados. Esta cadena pone mucha distancia emocional entre padres e hijos.
Mientras estás pensando en ofrecer a tu hijo la forma correcta de hacer, estás dejando de ofrecerle tu corazón y estás dejando de escuchar el suyo.
Cristina García
Pedagoga, educadora infantil y terapeuta gestáltica
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miércoles, 9 de diciembre de 2009
El niño que no quiere comer
Verónica Marín B.1,2, Carlos Castillo D.1,3
Pregunta: ¿Cómo enfrenta el pediatra a un niño que no quiere comer?
Respuesta. Al evaluar un niño que no quiere comer, en ausencia de enfermedad orgánica evidente, es necesario aclarar si el niño no come cantidades adecuadas en relación a las recomendaciones para edad, sexo y actividad física, o no come "todo lo que la madre o persona al cuidado del niño quiere que coma", o si es un rechazo selectivo, si está asociado a retraso de crecimiento o a signos de desnutrición. En el caso del menor de 6 meses se debe pensar primero en patología orgánica por la corta edad.
Como segundo paso debe evaluarse las causas que llevaron a un trastorno de la conducta alimentaría, las que son complejas y pueden estar relacionadas con numerosos estímulos tanto internos como externos, siendo estos últimos generalmente los más relevantes.
Hay en primer lugar un factor cultural en juego: la madre es considerada exitosa en cuanto tiene un hijo que desarrolla al máximo sus potencialidades, incluyendo el crecimiento, mediado esto por una autoexigencia materna y del ambiente. Además, ante toda una historia de riesgos de desnutrición y enfermedad, el ambiente social y familiar exige que el niño esté lo más "gordo posible". De modo que la necesidad de la madre de responder a estas expectativas producen un estado de ansiedad que puede determinar una relación madre hijo inadecuada.
Los desórdenes en el comer son además un lenguaje alternativo del niño, de expresar lo que siente. Cuando los niños son pequeños, los padres ayudan a aprender cómo expresar sus emociones, pero con mucha frecuencia esto no ocurre, y más aún, hay padres que expresan sus propias emociones por medio de la alimentación, usándolas para premiar o castigar a sus hijos, los cuales a su vez aprenden esta conducta y la usan para manejar a sus padres.
Entre los problemas orgánicos que pueden llevar a un trastorno de la conducta alimentaria hay muchos que presentan una evidente relación causa efecto, como daño neurológico, labio leporino, malformaciones congénitas cardíacas acompañadas de insuficiencia cardíaca, etc.; sin embargo, hay otras en que esta relación no está tan clara, como el reflujo gastroesofágico, donde la esofagitis secundaria puede llevar a rechazo alimentario con manifestaciones de dolor; con todo, la mayoría de los reflujos no presentan esofagitis marcada y no todos los casos de reflujo con esofagitis se acompañan de rechazo alimentario. Pero si al trastorno alimentario se suman otros síntomas o signos sugerentes de patología, esta se debe descartar.
Por otro lado tenemos cambios fisiopatológicos relacionados con la respuesta de estrés frente a enfermedades que estimulan la producción de citoquinas y respuesta neuroendocrina, siendo la anorexia uno de los efectos clásicos, por lo que es esperaba que el niño no coma durante la enfermedad.
El rol de la madre en el desarrollo de una conducta alimentarla adecuada es muy importante, el cual puede ser compartido por otras personas como abuelos, hermanos, servicio doméstico y personal de jardines infantiles. Por lo tanto, al evaluar posibles alteraciones de la relación madre hijo, esta debe efectuarse en toda esta dimensión. Los trastornos alimentarios pueden ser secundarios a un manejo inadecuado por parte de ella, a veces desde la época de lactancia, pero más frecuentemente se da durante las etapas psicológicas del niño de separación o individualización, desde los 6 meses a los 3 años de edad. En esta etapa el niño debe ir adquiriendo una progresiva independencia en su alimentación, proceso que a veces la madre no está muy dispuesta a aceptar, generando con ello tensiones con el niño y rechazo alimentario. En la evaluación del rol materno es necesario indagar si hay trastornos serios de la personalidad (depresiones, personalidades caóticas) o familiares (violencia intrafamiliar, dificultades conyugales).
Si se concluye que se trata de un trastorno de la conducta alimentaria sin causa orgánica y sin compromiso nutricional severo, se sugieren como primeras medidas tranquilizar y educar a la madre y entorno familiar, aclarando que el niño no está desnutrido y el manejo debe ser enfocado fundamentalmente a reeducar hábitos de alimentación que se han alterado, para lo cual se debe, de acuerdo con la edad del paciente, ordenar horarios de alimentación y evitar colaciones, separar comidas entre 4 a 6 horas, de manera que permitan que el niño sienta deseos de comer antes de la próxima comida. Se debe igualmente separar el juego de la comida, ya que si para que el niño coma se "hace una fiesta" y esta es mejor mientras peor come el niño, se reforzará positivamente el no comer. La alimentación se debe ofrecer en un ambiente relajado, sin otros estímulos, permitiendo que el niño coma la cantidad deseada. El control antropométrico y de refuerzo de indicaciones debe ser periódico.
Uno de los enfoques más frecuentes frente a un niño que no come es solicitar exámenes de laboratorio, entre los que se incluye frecuentemente hemograma, examen de orina y parasitológico seriado de deposiciones.
En ausencia de elementos anamnésticos o del examen físico orientadores de enfermedad es de muy poco valor el hemograma. La deficiencia de hierro no se conoce que tenga relación con alteración del apetito. Los parásitos podrían tener asociación con anorexia asociado a pérdidas de nutrientes que son plenamente detestables clínicamente (diarrea aguda o crónica) y que en forma concomitante llevan a un compromiso del estado nutritivo. Los parásitos más frecuentemente encontrados en la población pediátrica chilena, la Giardia lamblia, los oxyuros, los áscaris y las amebas, son agentes poco probables causantes de anorexia, en ausencia de diarrea o compromiso sistémico. Por lo tanto no existen exámenes de laboratorio de rutina y solo se solicitarán si de la evaluación epidemiológica local, edad del paciente, o de la clínica (anamnesis o examen físico) se sospecha patología de base del niño, o si en la encuesta nutricional se presume deficiencia de nutrientes específicos.
En relación al tratamiento con medicamentos, en términos generales no deben indicarse. Su uso tiene poco fundamento y podrían tener justificación como una última herramienta, con efecto placebo no bien evaluado hasta ahora. Los más usados en nuestro país son la ciproheptadina, de estructura semejante a los antagonistas fenotiazínicos H1; tiene acciones anticolinérgicas y depresoras del sistema nervioso central leves, y un efecto no uniforme sobre el crecimiento y la ganancia de peso. Muchos estudios no han mostrado los efectos deseados.
El dihexazin es otro fármaco usado como estimulante del apetito, a veces con efectos favorables, pero hay escasa información farmacológica sobre sus mecanismos de acción y potenciales efectos adversos.
La carnitina es parte de diversos preparados medicamentosos estimulantes del apetito. Este aminoácido normalmente no es indispensable para el ser humano, pues es sintetizado por el organismo, a lo que se suman los aportes dietarios proporcionados por la ingestión de proteínas de origen animal. Se ha descrito una deficiencia primaria de carnitina de causa genética que lleva desde los primeros meses de vida a una miocardiopatía dilatada, además de otros signos sistémicos. También puede haber deficiencias secundarias de carnitina asociadas a alimentaciones parenterales prolongadas, alimentación con fórmulas de soya o hidrolizados de caseína no fortificadas, enfermedades renales (p.e.: síndrome de Fanconi), en algunas aminoacidopatías, enfermedad renal crónica sometida a hemodiálisis. No hay causas aisladas de deficiencia de carnitina que no estén asociadas a estos mecanismos y que justifiquen así su uso como estimulante del apetito. Tradicionalmente se ha usado vitaminas como estimulantes del apetito, basados en percepciones de los tiempos en que la desnutrición grave era de gran prevalencia y en que sumado al mayor aporte de macronutrientes para la recuperación nutricional, se aportaban vitaminas y minerales. Se ha estudiado el efecto de la mayoría de las vitaminas sobre el apetito. No hay evidencias de un efecto favorable sobre él de las vitaminas A, D, K, E, C, folato, riboflavina, B6, B12; existe una asociación con desnutrición del déficit severo de piridoxina (beri-beri) y también una asociación con anorexia del déficit severo de ácido nicotínico pelagra).
Nuestra realidad actual es de un mínimo riesgo de deficiencia nutricional de vitaminas, a menos que se trate de enfermedades con malabsorción, pérdidas aumentadas de vitaminas (p.e.: síndromes de malabsorción), o requerimientos aumentados (p.e.: prematurez).
Los preparados comerciales con atribuciones de tener efecto sobre el apetito, frecuentemente contienen también minerales. No hay tampoco evidencias sobre un efecto del calcio, fósforo o magnesio en la conducta alimentaría. De los oligoelementos, en los innumerables estudios efectuados sobre nutrición de hierro y sus efectos clínicos, no se ha podido demostrar una relación con crecimiento o con estímulo del apetito. Respecto del cobre, existe una relación con estímulo del crecimiento al suplementar con este a lactantes pequeños y desnutridos, con déficit nutricional de cobre. El zinc es uno de los pocos nutrientes específicos respecto del cual hay antecedentes suficientes para relacionarlo con alteración de la conducta alimentaria. No obstante, ese efecto está asociado a deficiencia de zinc, sin haberse demostrado que haya un efecto en personas con buen estado nutricional de zinc. En nuestra práctica clínica actual, la deficiencia de zinc es de tipo leve, observándose en estratos socioeconómicos pobres, asociado a una alimentación basada en leche de vaca entera y alimentos sólidos con bajo contenido (y mala calidad) de carnes, pescados, mariscos y semillas (almendras, avellanas, nueces). También es posible sospechar deficiencia de zinc asociado a enfermedades con aumento de su excreción: cuadros malabsortivos y diálisis crónica.
En resumen, el trastorno de la conducta alimentaria es un motivo de consulta médica frecuente, que si no se acompaña de signos clínicos de enfermedad, la mayoría tiene su causa en dificultades en la relación madre hijo. Ofrecer pautas de manejo individualizadas, que permitan reeducar tanto a la familia como al niño, en relación a la conducta frente a la alimentación, debe ser la primera medida a efectuar por el pediatra. Si este manejo no da resultados positivos, se debe pedir la intervención de un psicólogo o psiquiatra, según corresponda. En ausencia de signos clínicos de enfermedad, los exámenes de laboratorio en general no aportan mayor claridad en el manejo de este problema.
1. Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA), Universidad de Chile.2. Departamento de Pediatría, Facultad de Medicina, Campus Occidente.3. Departamento de Pediatría, Facultad de Medicina, Campus Centro.
REFERENCIAS
1. Castillo CD, Acharán X, Alvarez P, Bustos PM: Apetito y nutrición. Rev Chil Pediatr 1990; 61: 346-53. [ Links ]
2. Black MM, Dubowitz H, Hutcheson J, Berenson-Howard J, Starr RH Jr: A randomized clinical trial of home intervention for children with failure to thrive. Pediatrics 1995; 95: 807-14. [ Links ]
3. Ramsay M, Gisel EG, Boutry M: Non-organic failure to thrive: Growth failure secondary to feeding-skills disorder. Develop Med Child Neurol 1993; 35: 285-97. [ Links ]
4. Chatoor I, Schaeffer S, Dickson L, Egan J, Conners K, Leong N: Pediatric assessment of non-organic failure to drive. Pediatr Ann 1984; 13: 844-8. [ Links ]
5. Stiel JN, Liddle GW, Lacy WW: Studies in the mechanism of cyproheptadine induced weight gain in human subjects. Metabolism 1970; 19: 1041-2. [ Links ]
6. Burrows R, Muzzo S: Efecto de la estipulación del apetito en la recuperación ponderal de niños con desnutrición calórico-proteica. Rev Chil Pediatr 1981: 52: 187-93. [ Links ]
FUENTE: http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0370-41062000000200010&script=sci_arttext
Pregunta: ¿Cómo enfrenta el pediatra a un niño que no quiere comer?
Respuesta. Al evaluar un niño que no quiere comer, en ausencia de enfermedad orgánica evidente, es necesario aclarar si el niño no come cantidades adecuadas en relación a las recomendaciones para edad, sexo y actividad física, o no come "todo lo que la madre o persona al cuidado del niño quiere que coma", o si es un rechazo selectivo, si está asociado a retraso de crecimiento o a signos de desnutrición. En el caso del menor de 6 meses se debe pensar primero en patología orgánica por la corta edad.
Como segundo paso debe evaluarse las causas que llevaron a un trastorno de la conducta alimentaría, las que son complejas y pueden estar relacionadas con numerosos estímulos tanto internos como externos, siendo estos últimos generalmente los más relevantes.
Hay en primer lugar un factor cultural en juego: la madre es considerada exitosa en cuanto tiene un hijo que desarrolla al máximo sus potencialidades, incluyendo el crecimiento, mediado esto por una autoexigencia materna y del ambiente. Además, ante toda una historia de riesgos de desnutrición y enfermedad, el ambiente social y familiar exige que el niño esté lo más "gordo posible". De modo que la necesidad de la madre de responder a estas expectativas producen un estado de ansiedad que puede determinar una relación madre hijo inadecuada.
Los desórdenes en el comer son además un lenguaje alternativo del niño, de expresar lo que siente. Cuando los niños son pequeños, los padres ayudan a aprender cómo expresar sus emociones, pero con mucha frecuencia esto no ocurre, y más aún, hay padres que expresan sus propias emociones por medio de la alimentación, usándolas para premiar o castigar a sus hijos, los cuales a su vez aprenden esta conducta y la usan para manejar a sus padres.
Entre los problemas orgánicos que pueden llevar a un trastorno de la conducta alimentaria hay muchos que presentan una evidente relación causa efecto, como daño neurológico, labio leporino, malformaciones congénitas cardíacas acompañadas de insuficiencia cardíaca, etc.; sin embargo, hay otras en que esta relación no está tan clara, como el reflujo gastroesofágico, donde la esofagitis secundaria puede llevar a rechazo alimentario con manifestaciones de dolor; con todo, la mayoría de los reflujos no presentan esofagitis marcada y no todos los casos de reflujo con esofagitis se acompañan de rechazo alimentario. Pero si al trastorno alimentario se suman otros síntomas o signos sugerentes de patología, esta se debe descartar.
Por otro lado tenemos cambios fisiopatológicos relacionados con la respuesta de estrés frente a enfermedades que estimulan la producción de citoquinas y respuesta neuroendocrina, siendo la anorexia uno de los efectos clásicos, por lo que es esperaba que el niño no coma durante la enfermedad.
El rol de la madre en el desarrollo de una conducta alimentarla adecuada es muy importante, el cual puede ser compartido por otras personas como abuelos, hermanos, servicio doméstico y personal de jardines infantiles. Por lo tanto, al evaluar posibles alteraciones de la relación madre hijo, esta debe efectuarse en toda esta dimensión. Los trastornos alimentarios pueden ser secundarios a un manejo inadecuado por parte de ella, a veces desde la época de lactancia, pero más frecuentemente se da durante las etapas psicológicas del niño de separación o individualización, desde los 6 meses a los 3 años de edad. En esta etapa el niño debe ir adquiriendo una progresiva independencia en su alimentación, proceso que a veces la madre no está muy dispuesta a aceptar, generando con ello tensiones con el niño y rechazo alimentario. En la evaluación del rol materno es necesario indagar si hay trastornos serios de la personalidad (depresiones, personalidades caóticas) o familiares (violencia intrafamiliar, dificultades conyugales).
Si se concluye que se trata de un trastorno de la conducta alimentaria sin causa orgánica y sin compromiso nutricional severo, se sugieren como primeras medidas tranquilizar y educar a la madre y entorno familiar, aclarando que el niño no está desnutrido y el manejo debe ser enfocado fundamentalmente a reeducar hábitos de alimentación que se han alterado, para lo cual se debe, de acuerdo con la edad del paciente, ordenar horarios de alimentación y evitar colaciones, separar comidas entre 4 a 6 horas, de manera que permitan que el niño sienta deseos de comer antes de la próxima comida. Se debe igualmente separar el juego de la comida, ya que si para que el niño coma se "hace una fiesta" y esta es mejor mientras peor come el niño, se reforzará positivamente el no comer. La alimentación se debe ofrecer en un ambiente relajado, sin otros estímulos, permitiendo que el niño coma la cantidad deseada. El control antropométrico y de refuerzo de indicaciones debe ser periódico.
Uno de los enfoques más frecuentes frente a un niño que no come es solicitar exámenes de laboratorio, entre los que se incluye frecuentemente hemograma, examen de orina y parasitológico seriado de deposiciones.
En ausencia de elementos anamnésticos o del examen físico orientadores de enfermedad es de muy poco valor el hemograma. La deficiencia de hierro no se conoce que tenga relación con alteración del apetito. Los parásitos podrían tener asociación con anorexia asociado a pérdidas de nutrientes que son plenamente detestables clínicamente (diarrea aguda o crónica) y que en forma concomitante llevan a un compromiso del estado nutritivo. Los parásitos más frecuentemente encontrados en la población pediátrica chilena, la Giardia lamblia, los oxyuros, los áscaris y las amebas, son agentes poco probables causantes de anorexia, en ausencia de diarrea o compromiso sistémico. Por lo tanto no existen exámenes de laboratorio de rutina y solo se solicitarán si de la evaluación epidemiológica local, edad del paciente, o de la clínica (anamnesis o examen físico) se sospecha patología de base del niño, o si en la encuesta nutricional se presume deficiencia de nutrientes específicos.
En relación al tratamiento con medicamentos, en términos generales no deben indicarse. Su uso tiene poco fundamento y podrían tener justificación como una última herramienta, con efecto placebo no bien evaluado hasta ahora. Los más usados en nuestro país son la ciproheptadina, de estructura semejante a los antagonistas fenotiazínicos H1; tiene acciones anticolinérgicas y depresoras del sistema nervioso central leves, y un efecto no uniforme sobre el crecimiento y la ganancia de peso. Muchos estudios no han mostrado los efectos deseados.
El dihexazin es otro fármaco usado como estimulante del apetito, a veces con efectos favorables, pero hay escasa información farmacológica sobre sus mecanismos de acción y potenciales efectos adversos.
La carnitina es parte de diversos preparados medicamentosos estimulantes del apetito. Este aminoácido normalmente no es indispensable para el ser humano, pues es sintetizado por el organismo, a lo que se suman los aportes dietarios proporcionados por la ingestión de proteínas de origen animal. Se ha descrito una deficiencia primaria de carnitina de causa genética que lleva desde los primeros meses de vida a una miocardiopatía dilatada, además de otros signos sistémicos. También puede haber deficiencias secundarias de carnitina asociadas a alimentaciones parenterales prolongadas, alimentación con fórmulas de soya o hidrolizados de caseína no fortificadas, enfermedades renales (p.e.: síndrome de Fanconi), en algunas aminoacidopatías, enfermedad renal crónica sometida a hemodiálisis. No hay causas aisladas de deficiencia de carnitina que no estén asociadas a estos mecanismos y que justifiquen así su uso como estimulante del apetito. Tradicionalmente se ha usado vitaminas como estimulantes del apetito, basados en percepciones de los tiempos en que la desnutrición grave era de gran prevalencia y en que sumado al mayor aporte de macronutrientes para la recuperación nutricional, se aportaban vitaminas y minerales. Se ha estudiado el efecto de la mayoría de las vitaminas sobre el apetito. No hay evidencias de un efecto favorable sobre él de las vitaminas A, D, K, E, C, folato, riboflavina, B6, B12; existe una asociación con desnutrición del déficit severo de piridoxina (beri-beri) y también una asociación con anorexia del déficit severo de ácido nicotínico pelagra).
Nuestra realidad actual es de un mínimo riesgo de deficiencia nutricional de vitaminas, a menos que se trate de enfermedades con malabsorción, pérdidas aumentadas de vitaminas (p.e.: síndromes de malabsorción), o requerimientos aumentados (p.e.: prematurez).
Los preparados comerciales con atribuciones de tener efecto sobre el apetito, frecuentemente contienen también minerales. No hay tampoco evidencias sobre un efecto del calcio, fósforo o magnesio en la conducta alimentaría. De los oligoelementos, en los innumerables estudios efectuados sobre nutrición de hierro y sus efectos clínicos, no se ha podido demostrar una relación con crecimiento o con estímulo del apetito. Respecto del cobre, existe una relación con estímulo del crecimiento al suplementar con este a lactantes pequeños y desnutridos, con déficit nutricional de cobre. El zinc es uno de los pocos nutrientes específicos respecto del cual hay antecedentes suficientes para relacionarlo con alteración de la conducta alimentaria. No obstante, ese efecto está asociado a deficiencia de zinc, sin haberse demostrado que haya un efecto en personas con buen estado nutricional de zinc. En nuestra práctica clínica actual, la deficiencia de zinc es de tipo leve, observándose en estratos socioeconómicos pobres, asociado a una alimentación basada en leche de vaca entera y alimentos sólidos con bajo contenido (y mala calidad) de carnes, pescados, mariscos y semillas (almendras, avellanas, nueces). También es posible sospechar deficiencia de zinc asociado a enfermedades con aumento de su excreción: cuadros malabsortivos y diálisis crónica.
En resumen, el trastorno de la conducta alimentaria es un motivo de consulta médica frecuente, que si no se acompaña de signos clínicos de enfermedad, la mayoría tiene su causa en dificultades en la relación madre hijo. Ofrecer pautas de manejo individualizadas, que permitan reeducar tanto a la familia como al niño, en relación a la conducta frente a la alimentación, debe ser la primera medida a efectuar por el pediatra. Si este manejo no da resultados positivos, se debe pedir la intervención de un psicólogo o psiquiatra, según corresponda. En ausencia de signos clínicos de enfermedad, los exámenes de laboratorio en general no aportan mayor claridad en el manejo de este problema.
1. Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA), Universidad de Chile.2. Departamento de Pediatría, Facultad de Medicina, Campus Occidente.3. Departamento de Pediatría, Facultad de Medicina, Campus Centro.
REFERENCIAS
1. Castillo CD, Acharán X, Alvarez P, Bustos PM: Apetito y nutrición. Rev Chil Pediatr 1990; 61: 346-53. [ Links ]
2. Black MM, Dubowitz H, Hutcheson J, Berenson-Howard J, Starr RH Jr: A randomized clinical trial of home intervention for children with failure to thrive. Pediatrics 1995; 95: 807-14. [ Links ]
3. Ramsay M, Gisel EG, Boutry M: Non-organic failure to thrive: Growth failure secondary to feeding-skills disorder. Develop Med Child Neurol 1993; 35: 285-97. [ Links ]
4. Chatoor I, Schaeffer S, Dickson L, Egan J, Conners K, Leong N: Pediatric assessment of non-organic failure to drive. Pediatr Ann 1984; 13: 844-8. [ Links ]
5. Stiel JN, Liddle GW, Lacy WW: Studies in the mechanism of cyproheptadine induced weight gain in human subjects. Metabolism 1970; 19: 1041-2. [ Links ]
6. Burrows R, Muzzo S: Efecto de la estipulación del apetito en la recuperación ponderal de niños con desnutrición calórico-proteica. Rev Chil Pediatr 1981: 52: 187-93. [ Links ]
FUENTE: http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0370-41062000000200010&script=sci_arttext
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Niño con “falsa inapetencia”
• Controlar qué come a deshora: reducir el consumo de golosinas y controlar la ingesta de zumos o leche.
• Cumplir con las cuatro comidas principales diarias (desayuno, comida, cena y almuerzo o merienda)
• La atmósfera a la hora de comer así como el comportamiento de cada uno de los miembros de la familia en la mesa puede estimular al niño a imitarlos y de esta manera a comer de forma correcta. Se debe evitar compaginar la comida con otras actividades (TV, radio, juegos…)
• Permanecer en la mesa durante el tiempo que dure la comida.
• Comer el menú según el orden de su presentación.
• Tener en cuenta las preferencias del niño y cuidar la presentación de los platos. Un plato decorado con gusto, raciones individuales, platos sorpresa, explicar un cuento, excitan más el apetito que la monotonía de una comida que se repite cada semana.
• Probar con alimentos nuevos a pequeñas dosis, negociar una cantidad mínima, y aunque algunos sean rechazados, no ceder a los caprichos.
• Debido a su menor capacidad y a su apetito variable, responden mejor a porciones pequeñas de alimentos ofrecidas varias veces al día.
• Cuando el niño adopta una conducta inadecuada a la hora de comer, no se deberá manifestar con gritos, enfado o castigos. Se retira el plato una vez finalizado el tiempo acordado y se le presenta en la próxima comida. No tiene sentido "chantajear", "comprar" o "castigar" al niño para conseguir que coma. Los niños que comen menos en una comida lo suelen compensar comiendo más en la siguiente.
• Los niños pueden estar cansados o excitados como consecuencia de los juegos y por lo tanto no tener sensación de hambre ni deseos de comer. Cuando la falta de apetito es consecuencia de una enfermedad, la inapetencia aparece de forma brusca y se relaciona con todo tipo de alimentos, no siendo un rechazo selectivo o concreto de un alimento determinado de la dieta. En este caso, se pueden seguir las siguientes pautas dietéticas.
• Fraccionar las comidas en varias tomas de menor volumen.
• Ofrecer líquidos entre horas, no durante las principales comidas para no disminuir el apetito del niño.
• Enriquecer los platos para que estos sean más nutritivos: añadiendo leche en polvo al vaso de leche, quesitos o clara de huevo en el puré, galletas en el batido de frutas… En la mayoría de los casos, el rechazo a alimentos concretos suele ser transitorio y con los años, los más pequeños vuelven a introducirlos en la dieta diaria.
Fuente: http://trabajoyalimentacion.consumer.es/documentos/1-3/imprimir.php
Personalmente aun no he encontrado solución para "temporadas con bajo apetito",
pero si estos datos le sirven, maravilloso.
• Cumplir con las cuatro comidas principales diarias (desayuno, comida, cena y almuerzo o merienda)
• La atmósfera a la hora de comer así como el comportamiento de cada uno de los miembros de la familia en la mesa puede estimular al niño a imitarlos y de esta manera a comer de forma correcta. Se debe evitar compaginar la comida con otras actividades (TV, radio, juegos…)
• Permanecer en la mesa durante el tiempo que dure la comida.
• Comer el menú según el orden de su presentación.
• Tener en cuenta las preferencias del niño y cuidar la presentación de los platos. Un plato decorado con gusto, raciones individuales, platos sorpresa, explicar un cuento, excitan más el apetito que la monotonía de una comida que se repite cada semana.
• Probar con alimentos nuevos a pequeñas dosis, negociar una cantidad mínima, y aunque algunos sean rechazados, no ceder a los caprichos.
• Debido a su menor capacidad y a su apetito variable, responden mejor a porciones pequeñas de alimentos ofrecidas varias veces al día.
• Cuando el niño adopta una conducta inadecuada a la hora de comer, no se deberá manifestar con gritos, enfado o castigos. Se retira el plato una vez finalizado el tiempo acordado y se le presenta en la próxima comida. No tiene sentido "chantajear", "comprar" o "castigar" al niño para conseguir que coma. Los niños que comen menos en una comida lo suelen compensar comiendo más en la siguiente.
• Los niños pueden estar cansados o excitados como consecuencia de los juegos y por lo tanto no tener sensación de hambre ni deseos de comer. Cuando la falta de apetito es consecuencia de una enfermedad, la inapetencia aparece de forma brusca y se relaciona con todo tipo de alimentos, no siendo un rechazo selectivo o concreto de un alimento determinado de la dieta. En este caso, se pueden seguir las siguientes pautas dietéticas.
• Fraccionar las comidas en varias tomas de menor volumen.
• Ofrecer líquidos entre horas, no durante las principales comidas para no disminuir el apetito del niño.
• Enriquecer los platos para que estos sean más nutritivos: añadiendo leche en polvo al vaso de leche, quesitos o clara de huevo en el puré, galletas en el batido de frutas… En la mayoría de los casos, el rechazo a alimentos concretos suele ser transitorio y con los años, los más pequeños vuelven a introducirlos en la dieta diaria.
Fuente: http://trabajoyalimentacion.consumer.es/documentos/1-3/imprimir.php
Personalmente aun no he encontrado solución para "temporadas con bajo apetito",
pero si estos datos le sirven, maravilloso.
jueves, 29 de octubre de 2009
¿Su hijo es maltrado/a por otros niños?
Por Lupe Maestre
Del Programa Confidencias de RPP Lima
Los padres que tienen un hijo, que es golpeado por otros niños, suelen fastidiarse mucho y quejarse de la situación con justa razón. En el otro lado del escenario están los otros padres, quienes avergonzados se preocupan porque tienen un hijo abusivo.
Cuando hablamos de violencia, no sólo nos referimos a la puramente física sino también a la verbal o a toda aquella acción en la que se produce un ataque a la dignidad de la persona o a su integridad psicológica. En esta ocasión hablaremos de aquellos niños o niñas que agreden a otros en el aula de clases. Son los “temidos/as” por los compañeros/as y casi siempre están intimidando a los demás.
Podríamos decir que todos los seres humanos tenemos un elemento agresivo dentro de nosotros. Lo natural es que este aspecto esté contenido y dé paso a otras formas de relación con el grupo y la familia, más allá de la violencia.
Tenemos que aclarar que por lo general esta conducta se presenta más en los niños que en las niñas.
Generalmente los chicos/as golpean a sus compañeros por alguna de estas causas:
- Porque son agredidos en casa.- Porque el ambiente familiar es violento.- Porque entienden que la manera de relacionarse es entre víctima y victimario.- Porque los padres son incapaces de contener los impulsos de sus hijos.- Porque el niño encuentra en esta práctica una manera de disfrutar.- Porque a través del abuso levanta transitoriamente su valor ante sí mismo.Es importante poder mirar dentro de nuestro hijo/a y entender si está sufriendo dentro de esta dinámica. De ser así, hay que encontrar los caminos para ayudarlo a regular su impulso y salir de esas posiciones de abusador, que tarde o temprano terminarán por llevarlo a su destrucción.
http://radio.rpp.com.pe/confidencias/%c2%bftu-hijoa-es-maltratadoa-por-sus-companeros/comment-page-1/#comment-33077
Del Programa Confidencias de RPP Lima
Los padres que tienen un hijo, que es golpeado por otros niños, suelen fastidiarse mucho y quejarse de la situación con justa razón. En el otro lado del escenario están los otros padres, quienes avergonzados se preocupan porque tienen un hijo abusivo.
Cuando hablamos de violencia, no sólo nos referimos a la puramente física sino también a la verbal o a toda aquella acción en la que se produce un ataque a la dignidad de la persona o a su integridad psicológica. En esta ocasión hablaremos de aquellos niños o niñas que agreden a otros en el aula de clases. Son los “temidos/as” por los compañeros/as y casi siempre están intimidando a los demás.
Podríamos decir que todos los seres humanos tenemos un elemento agresivo dentro de nosotros. Lo natural es que este aspecto esté contenido y dé paso a otras formas de relación con el grupo y la familia, más allá de la violencia.
Tenemos que aclarar que por lo general esta conducta se presenta más en los niños que en las niñas.
Generalmente los chicos/as golpean a sus compañeros por alguna de estas causas:
- Porque son agredidos en casa.- Porque el ambiente familiar es violento.- Porque entienden que la manera de relacionarse es entre víctima y victimario.- Porque los padres son incapaces de contener los impulsos de sus hijos.- Porque el niño encuentra en esta práctica una manera de disfrutar.- Porque a través del abuso levanta transitoriamente su valor ante sí mismo.Es importante poder mirar dentro de nuestro hijo/a y entender si está sufriendo dentro de esta dinámica. De ser así, hay que encontrar los caminos para ayudarlo a regular su impulso y salir de esas posiciones de abusador, que tarde o temprano terminarán por llevarlo a su destrucción.
http://radio.rpp.com.pe/confidencias/%c2%bftu-hijoa-es-maltratadoa-por-sus-companeros/comment-page-1/#comment-33077
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martes, 13 de octubre de 2009
Ninos Con Problemas al Dormir
(Revisado 7/2004)
Muchos niños tienen problemas mientras duermen. Algunos ejemplos incluyen:
Despertarse frecuentemente durante la noche.
Hablar mientras duermen.
Dificultad en dormirse.
Despertarse llorando.
Tener sueño durante el día.
Tener pesadillas
Orinarse en la cama.
Rechinar o apretar los dientes.
Despertarse temprano. Muchos de los problemas que los niños tienen mientras duermen están relacionados con hábitos irregulares de dormir o con la ansiedad de irse a la cama y quedarse dormidos. Los desórdenes persistentes al dormir pueden ser también síntomas de dificultades emocionales. La "ansiedad por la separación" forma parte de una etapa crucial en el desarrollo infantil. Para todos los niños pequeños, la hora de acostarse es la hora de la separación. Algunos niños hacen todo lo posible por evitar la separación a la hora de acostarse. Sin embargo, para ayudar a minimizar estos tipos comunes de problemas al dormir, los padres deben establecer rutinas consistentes y regular la hora de acostarse y las rutinas de dormir para los niños. Los padres encuentran a menudo que el bebé se duerme si lo mecen o si recibe alimento. Sin embargo, a medida que crece, los padres deben alentarlo para que se duerma sin mecerlo y sin alimentarlo. Si no, al niño le va a dar mucho trabajo poder dormirse solo.
Las pesadillas son relativamente comunes durante la infancia. El niño se acuerda de las pesadillas, las cuales generalmente conllevan fuertes amenazas a su bienestar. Las pesadillas, que comienzan a distintas edades, afectan a las niñas con mayor frecuencia que a los niños. Para algunos niños/niñas, las pesadillas son serias, frecuentes e interfieren con el descanso al dormir.
Los terrores al dormir (terrores nocturnos), el sonambulismo y el hablar dormido constituyen un grupo relativamente raro de desórdenes del dormir llamado "parasomnias". Los terrores nocturnos son diferentes de las pesadillas. El niño con terrores nocturnos gritará incontrolablemente y parecerá estar despierto, pero está confundido y no se podrá comunicar. Los terrores nocturnos corrientemente aparecen entre los 4 y los 12 años. Los niños sonámbulos parecen estar despiertos mientras caminan por la casa, pero están en realidad dormidos y en peligro de hacerse daño. El sonambulismo generalmente comienza entre los 6 y los 12 años. Tanto los terrores nocturnos como el sonambulismo son comunes en algunas familias y afectan a los niños más que a las niñas. Con frecuencia, los niños con estos desórdenes del dormir tienen un solo episodio o tal vez episodios esporádicos de estos desórdenes. Sin embargo, cuando estos episodios ocurren varias veces por noche, o todas las noches por varias semanas, o interfieren con el comportamiento del niño durante el día, el tratamiento por un siquiatra de niños y adolescentes puede ser necesario. Hay una gama de tratamientos disponibles.La inversión de los períodos en que se está dormido o despierto puede ocurrir en algunos adolescentes causando problemas con la vida cotidiana. El sueño puede ser también perturbado por los desórdenes del humor, PTSD, el abuso de substancias, el ADHD y la ansiedad.
Afortunadamente, a medida que madura, el niño generalmente supera los problemas comunes del dormir así como los desórdenes más severos (parasomnias). Sin embargo, si los padres creen que el problema es urgente, deben de consultar al pediatra del niño o llamar directamente a un siquiatra de niños y adolescentes.
FUENTE:
http://www.aacap.org/
Recomendaciones:
Evitar entrar al cuarto del niño durante la noche. De lo contrario, el niño puede llegar a depender de la atención y desvelarse si se le priva de ésta.
Evitar enviar al niño a la cama como castigo, lo cual le puede producir temor y llevarlo a no dormir bien.
Para los niños que tienen dificultad para quedarse dormidos, asegurarse de que no se estén distrayendo con ruidos innecesarios. Dejar un radio encendido con música suave puede ayudar a encubrir los ruidos inquietantes.
Nunca darle a un niño un somnífero sin preguntarle primero al médico. Generalmente, no es una buena idea tratar el problema con medicamentos.
Fuente:
http://www.nlm.nih.gov
Muchos niños tienen problemas mientras duermen. Algunos ejemplos incluyen:
Despertarse frecuentemente durante la noche.
Hablar mientras duermen.
Dificultad en dormirse.
Despertarse llorando.
Tener sueño durante el día.
Tener pesadillas
Orinarse en la cama.
Rechinar o apretar los dientes.
Despertarse temprano. Muchos de los problemas que los niños tienen mientras duermen están relacionados con hábitos irregulares de dormir o con la ansiedad de irse a la cama y quedarse dormidos. Los desórdenes persistentes al dormir pueden ser también síntomas de dificultades emocionales. La "ansiedad por la separación" forma parte de una etapa crucial en el desarrollo infantil. Para todos los niños pequeños, la hora de acostarse es la hora de la separación. Algunos niños hacen todo lo posible por evitar la separación a la hora de acostarse. Sin embargo, para ayudar a minimizar estos tipos comunes de problemas al dormir, los padres deben establecer rutinas consistentes y regular la hora de acostarse y las rutinas de dormir para los niños. Los padres encuentran a menudo que el bebé se duerme si lo mecen o si recibe alimento. Sin embargo, a medida que crece, los padres deben alentarlo para que se duerma sin mecerlo y sin alimentarlo. Si no, al niño le va a dar mucho trabajo poder dormirse solo.
Las pesadillas son relativamente comunes durante la infancia. El niño se acuerda de las pesadillas, las cuales generalmente conllevan fuertes amenazas a su bienestar. Las pesadillas, que comienzan a distintas edades, afectan a las niñas con mayor frecuencia que a los niños. Para algunos niños/niñas, las pesadillas son serias, frecuentes e interfieren con el descanso al dormir.
Los terrores al dormir (terrores nocturnos), el sonambulismo y el hablar dormido constituyen un grupo relativamente raro de desórdenes del dormir llamado "parasomnias". Los terrores nocturnos son diferentes de las pesadillas. El niño con terrores nocturnos gritará incontrolablemente y parecerá estar despierto, pero está confundido y no se podrá comunicar. Los terrores nocturnos corrientemente aparecen entre los 4 y los 12 años. Los niños sonámbulos parecen estar despiertos mientras caminan por la casa, pero están en realidad dormidos y en peligro de hacerse daño. El sonambulismo generalmente comienza entre los 6 y los 12 años. Tanto los terrores nocturnos como el sonambulismo son comunes en algunas familias y afectan a los niños más que a las niñas. Con frecuencia, los niños con estos desórdenes del dormir tienen un solo episodio o tal vez episodios esporádicos de estos desórdenes. Sin embargo, cuando estos episodios ocurren varias veces por noche, o todas las noches por varias semanas, o interfieren con el comportamiento del niño durante el día, el tratamiento por un siquiatra de niños y adolescentes puede ser necesario. Hay una gama de tratamientos disponibles.La inversión de los períodos en que se está dormido o despierto puede ocurrir en algunos adolescentes causando problemas con la vida cotidiana. El sueño puede ser también perturbado por los desórdenes del humor, PTSD, el abuso de substancias, el ADHD y la ansiedad.
Afortunadamente, a medida que madura, el niño generalmente supera los problemas comunes del dormir así como los desórdenes más severos (parasomnias). Sin embargo, si los padres creen que el problema es urgente, deben de consultar al pediatra del niño o llamar directamente a un siquiatra de niños y adolescentes.
FUENTE:
http://www.aacap.org/
Recomendaciones:
Evitar entrar al cuarto del niño durante la noche. De lo contrario, el niño puede llegar a depender de la atención y desvelarse si se le priva de ésta.
Evitar enviar al niño a la cama como castigo, lo cual le puede producir temor y llevarlo a no dormir bien.
Para los niños que tienen dificultad para quedarse dormidos, asegurarse de que no se estén distrayendo con ruidos innecesarios. Dejar un radio encendido con música suave puede ayudar a encubrir los ruidos inquietantes.
Nunca darle a un niño un somnífero sin preguntarle primero al médico. Generalmente, no es una buena idea tratar el problema con medicamentos.
Fuente:
http://www.nlm.nih.gov
Problemas a la Hora de Ir a dormir!!!
PROBLEMAS AL ACOSTARSE
El niño, en cuestión, muestra resistencia a acostarse por diferentes motivos (miedo a la oscuridad, miedo a no despertarse, por sentir inseguridad cuando está solo, por preferir la compañía y la atención de los padres,...), siempre recurriendo a excusas y/o a conductas manipuladoras. Mientras el niño va consiguiendo alargar el momento, va consiguiendo dosis suplementarias de atención y retrasando la angustia que le produce la separación.
Es conveniente e idóneo atajar este problema antes de que se produzca, y la forma de hacerlo es no transigir en el momento de ir a la cama.
Si esto ya se ha convertido en un problema habrá que establecer todo un plan:
- decidir y señalar en qué momento preciso el niño debe acostarse.
- establecer, en los momentos previos al acostarse, rituales que den seguridad al niño (es decir, hacer cosas que vayamos repitiendo cada día y que le vayan mentalizando de que se acerca la hora de dormir: leer un cuento, coger su muñeco preferido,...) pero sabiendo cómo poner punto y final y no dejar que también se alarguen incansablemente.
- procurar evitar actividades o juegos demasiado excitantes y activos en los momentos previos de acostarse.
- y, en ocasiones, sería conveniente ofrecer alguna pequeña recompensa al niño por haber cooperado en el momento de acostarse.
http://www.psicologoinfantil.com/
El niño, en cuestión, muestra resistencia a acostarse por diferentes motivos (miedo a la oscuridad, miedo a no despertarse, por sentir inseguridad cuando está solo, por preferir la compañía y la atención de los padres,...), siempre recurriendo a excusas y/o a conductas manipuladoras. Mientras el niño va consiguiendo alargar el momento, va consiguiendo dosis suplementarias de atención y retrasando la angustia que le produce la separación.
Es conveniente e idóneo atajar este problema antes de que se produzca, y la forma de hacerlo es no transigir en el momento de ir a la cama.
Si esto ya se ha convertido en un problema habrá que establecer todo un plan:
- decidir y señalar en qué momento preciso el niño debe acostarse.
- establecer, en los momentos previos al acostarse, rituales que den seguridad al niño (es decir, hacer cosas que vayamos repitiendo cada día y que le vayan mentalizando de que se acerca la hora de dormir: leer un cuento, coger su muñeco preferido,...) pero sabiendo cómo poner punto y final y no dejar que también se alarguen incansablemente.
- procurar evitar actividades o juegos demasiado excitantes y activos en los momentos previos de acostarse.
- y, en ocasiones, sería conveniente ofrecer alguna pequeña recompensa al niño por haber cooperado en el momento de acostarse.
http://www.psicologoinfantil.com/
Conducta Agresiva en la Infancia
Las primeras conductas consideradas realmente como agresivas aparecen entre el 2º y 3er año de vida cuando se siente frustrado por no ver cumplidos sus deseos; entonces, el niño araña, muerde, pega,...
Antes de esta edad, lo que muestra el niño es rabia, mediante pataletas y gritos.
Es a partir de los 4 años, cuando esta agresividad pasa a ser expresada verbalmente.
Esto ocurre en el desarrollo normal de todo niño. Lo que sucede es que algunos continúan mostrándose agresivos, y esto sí que se convierte en una conducta problemática. El grado de agresividad, la edad de aparición, así como su permanencia en el tiempo hará determinar la intervención de un psicólogo infantil que abarque el problema desde su globalidad.
Generalmente, tras este comportamiento hay una baja autoestima, un ser que lucha por autoafirmarse y/o la expresión de un exceso de tensión o angustia que no encuentra otra vía de escape. Para unos, la agresión es una forma de dominar al grupo y para otros es imitar lo que han visto o vivido en casa,...
Para lograr algún cambio en dicho comportamiento, habrá que incidir directamente sobre las causas que lo originan, además de educarle en el control de sí mismo.
Al hablar de agresividad nos referimos tanto a la agresividad física como a la verbal, y tanto a la autoagresividad como a la agresividad contra los demás. Tanto el comportamiento autodestructivo como el de agresividad contra los demás pueden llegar a resultar muy peligrosos; de ahí, que no deben ignorarse, ni se puede esperar a que se resuelvan por sí solos.
AGRESIVIDAD CONTRA LOS DEMAS
Cuando un niño se muestra una conducta agresiva contra los demás, se le apartará del grupo, provocando en él una reflexión, sin reñirle ni culparle, y haciendo que continúe su juego sólo hasta que decida volver a integrarse al grupo con otra actitud más adecuada.
Encontramos en este grupo también a los niños que:
- juegan continuamente con fuego
- dañan a los animales .
Son casos que requieren una rápida intervención, pues están poniendo en peligro su propia vida y la de los demás.
AUTOAGRESIVIDAD (Suicidio, Autolesionarse,...)
- El suicidio es algo poco frecuente en niños menores de 10 años; lo es más en las edades cercanas a la adolescencia.
Signos preocupantes son:
- el mostrarse "especialmente triste"
- perder interés por las cosas que le rodean
- perder el apetito
- alteraciones del sueño (en exceso o en defecto)
- decir cosas negativas sobre sí mismo
- .....
Estos datos deben alertarnos, y hacen necesario buscar las causas (hablando con el propio niño).
La mayoría de los casos requerirán un trabajo más profundo por parte de un especialista infantil, e intervenir de forma rápida mediante un tratamiento.
FUENTE:
http://www.psicologoinfantil.com
Antes de esta edad, lo que muestra el niño es rabia, mediante pataletas y gritos.
Es a partir de los 4 años, cuando esta agresividad pasa a ser expresada verbalmente.
Esto ocurre en el desarrollo normal de todo niño. Lo que sucede es que algunos continúan mostrándose agresivos, y esto sí que se convierte en una conducta problemática. El grado de agresividad, la edad de aparición, así como su permanencia en el tiempo hará determinar la intervención de un psicólogo infantil que abarque el problema desde su globalidad.
Generalmente, tras este comportamiento hay una baja autoestima, un ser que lucha por autoafirmarse y/o la expresión de un exceso de tensión o angustia que no encuentra otra vía de escape. Para unos, la agresión es una forma de dominar al grupo y para otros es imitar lo que han visto o vivido en casa,...
Para lograr algún cambio en dicho comportamiento, habrá que incidir directamente sobre las causas que lo originan, además de educarle en el control de sí mismo.
Al hablar de agresividad nos referimos tanto a la agresividad física como a la verbal, y tanto a la autoagresividad como a la agresividad contra los demás. Tanto el comportamiento autodestructivo como el de agresividad contra los demás pueden llegar a resultar muy peligrosos; de ahí, que no deben ignorarse, ni se puede esperar a que se resuelvan por sí solos.
AGRESIVIDAD CONTRA LOS DEMAS
Cuando un niño se muestra una conducta agresiva contra los demás, se le apartará del grupo, provocando en él una reflexión, sin reñirle ni culparle, y haciendo que continúe su juego sólo hasta que decida volver a integrarse al grupo con otra actitud más adecuada.
Encontramos en este grupo también a los niños que:
- juegan continuamente con fuego
- dañan a los animales .
Son casos que requieren una rápida intervención, pues están poniendo en peligro su propia vida y la de los demás.
AUTOAGRESIVIDAD (Suicidio, Autolesionarse,...)
- El suicidio es algo poco frecuente en niños menores de 10 años; lo es más en las edades cercanas a la adolescencia.
Signos preocupantes son:
- el mostrarse "especialmente triste"
- perder interés por las cosas que le rodean
- perder el apetito
- alteraciones del sueño (en exceso o en defecto)
- decir cosas negativas sobre sí mismo
- .....
Estos datos deben alertarnos, y hacen necesario buscar las causas (hablando con el propio niño).
La mayoría de los casos requerirán un trabajo más profundo por parte de un especialista infantil, e intervenir de forma rápida mediante un tratamiento.
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